Apariciones marianas-Marchando Religión

9ª aparición, la fuente

Apariciones Marianas en Lourdes, hoy:  9ª aparición.

La fuente, un artículo de Rosa Jordana.

Las apariciones en Lourdes-Marchando ReligiónEra mercado en Tarbes, ese jueves, 25 de febrero. Monsieur Cazénave (apodado Ganzó) había contratado a François para conducir la diligencia de Lourdes a Tarbes. Louise estaba preocupada: a su marido le faltaba un ojo. Sin embargo, necesitaban el trabajo.

Por los caminos que conducían a Lourdes venía gente hacia Massabielle de los valles cercanos. A las dos de la madrugada ya estaban en la Gruta tres mujeres del valle de Batsurguère: Marie, costurera de Omex, Louisette de Tiné y Jeanne-Marie Carrère. Habían venido rezando el Rosario bajo la lluvia y esquivando las piedras en la oscuridad. A las tres empezaron a llegar más y más, de fuera y de Lourdes.

Bernadette llegó acompañada de sus tres tías (Bernarde, Basile y Lucile). Su llegada provocó un pequeño revuelo entre la gente allí congregada. Sabemos que había unas cuatrocientas personas. Los que pudieron se apartaron para dejarla pasar. La “conversión” de Estrade atrajo a gente, la mayoría curiosos. Por cierto, éste volvía a estar en la Gruta después de su ausencia del día anterior.

También estaba Elfrida Lacampre que parecía empeñada en mantener su espíritu crítico.

Ese día llovía de forma persistente, como suele llover en Lourdes. La gente llevaba paraguas y a partir de la llegada de la niña empezaron a molestar porque impedía la visión de lo que ocurría. Asó que se fueron plegando, uno tras otro. No les importaba mojarse.

Bernadette se detuvo en su lugar habitual, se recompuso la ropa, arregló su capucha blanca, se arrodilló y empezó a rezar el Rosario en voz baja. Tenía el cirio en la mano izquierda, una costumbre que adquirió en la cuarta aparición.

Ese día estaba pasando algo nuevo. Su rostro se transformó, pero no entró en éxtasis.

De pronto se sacó su capulet y lo dio, junto con el cirio a Eléonore Peyrard -miembro de la Congregación de María y futura religiosa-. A buena velocidad, desplazándose de rodillas, subió la pendiente que se elevaba hasta el fondo de la Gruta. Su agilidad sobre aquel amasijo de guijarros era sorprendente. Los que estaban más cerca le oyeron decir con un soplo de voz “¡Penitencia!, ¡Penitencia!, ¡Penitencia!”, las palabras que “la Dame” le había dicho el día anterior.

De pronto, volvió a bajar para situarse en su lugar habitual. Se arrodilló y entró en éxtasis.

Después de dos decenas del Rosario, Bernadette volvió a subir hasta la hendidura abierta de la bóveda. Se detuvo, se incorporó y miró. Los más próximos vieron como sus labios se movían, pero sin llegar a oír nada Y luego vieron que, como siempre de rodillas, se volvía. Bernadette bajó dispuesta a continuar hasta el río. Pero algo la detuvo.

Se volvió con expresión de desconcierto, vacilante, miró hacia la hornacina y volvió a subir bajo la bóveda, pero hacia la izquierda y esta vez de pie. Algo asombroso: durante toda esta maniobra, no dirigió ni una sola mirada al público. Se movía como si estuviese sola, sola con alguien allá arriba. Y sin embargo pasó por entre las apretadas filas, cosa en absoluto fácil. Unos a otros se empujaban y se increpaban para despejar el camino.

Seguida muy de cerca por su tía Bernarde, Bernadette, llegó a aquel punto en que la bóveda bajaba. Pese a su escasa estatura, se vio obligada a encorvarse. Con la vista siguió buscando no sé sabía qué, inclinada hacia delante, a la izquierda, costeó la pared de fondo y, como si no encontrara lo que buscaba, dio media vuelta y bajó de nuevo la pendiente pegada a la pared este.

No tenía la sonrisa dichosa de otros días; al contrario, su expresión era triste.

Bajando de esta manera, directa al torrente, volvió la cabeza a un lado, hacia la cavidad interior… Pero una vez más, algo la detuvo y la obligó a volver. Volvió la mirada hacia la hornacina y asintió con la cabeza. Subió de nuevo, llegó hasta el fondo y allí de nuevo se inclinó bajo la bóveda. Contempló con repugnancia el suelo enlodado, una especie de limo rojizo saturado de agua. Luego lanzó una mirada avergonzada hacia la cavidad como si preguntase “¿Qué hay aquí?” y se sintiera culpable de no encontrarlo.

Entonces, una súbita decisión la llevó a inclinarse sobre el suelo húmedo.

Escarbó con la mano derecha formando un pequeño hueco, hundió el brazo en el barro, que se volvía líquido en el fondo del hoyo, se lo llevó a la cara, lo rechazó con disgusto, volvió a escarbar por segunda vez y aún una tercera, siempre la misma maniobra.

Por último, reanudó la operación por cuarta vez y recogió con precaución un poco de agua sucia en el hueco de la mano, la bebió con sumo esfuerzo, ensuciándose la cara. Se la limpió con el delantal, si bien no del todo. Entonces comió unas hojitas de hierba. Era “dorina”, una especie de hierba aromática parecida al perejil. Bajó y su tía Bernarde le acabó de limpiar con un pañuelo. Y luego le dio una sonora bofetada.

Nadie había entendido lo que Bernadette había hecho ese día.

Bernadette no rechistó. Volvió hacia la cavidad interior hacia donde continuó mirando de dos a tres minutos. Luego regresó a su lugar de siempre y se puso a rezar. Parecía más feliz que nunca mientras rezaba bajo la mirada de Aquella que ella amaba. Unos minutos después se retiró, seguida de sus tías confundidas y humilladas. Para algunos, los menos, los gestos de Bernadette quedaron integrados en la aureola de su prestigio. Incluso hubo quien dijo que había visto como hacia la Señal de la Cruz en el punto donde los últimos en abandonar el lugar empezaron a ver brotar agua limpia.

A las preguntas de Jean-Baptiste Estrade respondió “La Dame me ha dicho que fuera a beber y a lavarme en la fuente. Como no veía agua, yo me iba a beber al río. Pero ella me ha hecho un gesto con el dedo para que fuese bajo la peña. Allí he encontrado un poco de agua enlodada, pero tan poca que apenas he podido recoger algo en el hueco de la mano. Tres veces la he tirado por lo sucia que estaba. A la cuarta me la he podido beber”. Le preguntó para qué le pedía esto y ella dijo “No lo sé”. También dijo que había besado el suelo como penitencia por los pecadores. Estrade le dijo “¿No sabes que la gente va a pensar que estás loca?”. Y respondió: “Por los pecadores…”.

Esa mañana fue una cruel desilusión para los que creían en ella.

Estrade parecía derrotado, a pesar de la explicación de la niña. Elfrida Lacampre se veía victoriosa y confirmada en sus opiniones y esto la hizo sentirse plenamente autorizada a burlarse de todos. Y para la mayoría de la gente que estuvo allí todo aquello confirmaba que Bernadette era una demente: “Se ha vuelto loca. Come hierba, como un animal…”, ese era el comentario más repetido y el más suave.

Incluso el semanario “Le Lavedan” publicó: “Una muchacha a la que todo lleva a suponer afectada de catalepsia…”. Este periódico llevaba escribiendo sobre las Apariciones desde el principio. Incluso había lanzado una edición especial. La línea era de escepticismo burlesco en la mayoría de las ocasiones. También habían publicado alguna otra opinión más favorable, pero era una excepción. En él solía escribir Jean-Baptiste Estrade.

Pero, a pesar de ello y paradójicamente, hubo ese día en la Gruta algunas de las personas que más defenderían a Bernadette y a los sucesos de Massabielle. Estaban Jaquette Pène -hermana de uno de los vicarios de la parroquia-, Germaine Raval, Claire Trézères, Jeanne Montat, Catherine Hostallet, Madeleine Courade y otras de las que no hay constancia escrita.

Cuando todo el mundo se había ido, ellas aún se quedaron allí, rezando el Rosario.

Al final de sus oraciones quedaron sobrecogidas al ver que, en el lugar donde Bernadette había estado escarbando, manaba un pequeño reguero de agua limpia y cristalina que se fue haciendo sitio hasta llegar al canal. Por la tarde, la gente que fue a la Gruta descubrió que el hoyo que había excavado la niña era ya grande como una sopera de la que surgía un buen chorro de agua.

En Lourdes se discutía sobre todo lo sucedido.

De las nueve apariciones que habían tenido lugar hasta ese momento esta fue la que tuvo más consecuencias. Para Bernadette supuso un nuevo interrogatorio, para los testigos llegó el momento de más dudas y para la historia de Lourdes, por el contrario, supuso el día más importante hasta entonces, pues esa fuente, que surgió entre risas burlonas de unos y la indiferencia de otros, significo un derramamiento de bendiciones que en ese momento aún no podían preverse.

Como si las autoridades advirtieran el peligro para para sus ideas, un agente de policía se presentó en el Cachot por orden del Fiscal Dutour para citarla a las seis de la tarde en su despacho. Louise se asustó y, para colmo, su marido seguía en Tarbes y no podría acompañarla.

Así que Romaine Sajous fue a buscar a su marido, el tío Sajous -el que vivía encima del Cachot- en su trabajo. Éste llegó precipitadamente, se aseó y acompañó a la pequeña y a su madre a la citación. No sirvió de nada porque no le dejaron entrar. Entraron Bernadette y su madre y se quedaron de pie frente al escritorio de Fiscal que estaba sentado.

El interrogatorio de Jacomet estaba sobre la mesa.

El Fiscal empezó con autoridad y método, pero las respuestas de la niña minaban su autoridad y entorpecían su plan de acción: perdía el hilo, se enervaba, intentaba en vano aplicar las astucias de un buen interrogatorio, pero todo ello no tenía ningún efecto sobre Bernadette. Sabía que no había hecho nada malo, no tenía nada que esconder y se sentía muy segura de sí misma. Este es un pequeño extracto que nos ha llegado:

Fiscal Dutour: – Prometiste no volver a la Gruta.

Bernadette Soubirous: – No. Yo prometí volver durante quince días.

F. D.: – Esa promesa hecha a una dama que nadie conoce, no tiene ningún valor. Debiste obedecer al Comisario Jacomet.

B. S.: – Me siento feliz cuando voy.

F. D.: – La alegría es mala consejera. Debes obedecer a las hermanas del Hospicio cuando te dicen que es un sueño.

B. S.: – Siento una atracción irresistible de ir allí.

F. D.: – ¿Ah sí? Y si te meto en prisión ¿qué harás?

B. S.: – No podré ir…

Después de dos horas de interrogatorio, el Fiscal intentó una última intimidación: “Diré al Comisario Jacomet que venga a buscarte para meterte en la cárcel”. Louise irrumpió en llanto. Entonces, y sólo entonces, el Fiscal le ofreció una silla a lo que Bernadette respondió airada: “¡No! ¡Se ensuciará!”. Y ella se sentó en el suelo, como en un berrinche infantil.

Es la primera, y única vez, que se vio a Bernadette sacar su carácter.

El Fiscal volvió a empezar, pero ella se mantuvo firme y no incurrió en ninguna contradicción a pesar de que el interrogatorio estaba planificado para eso.

El primo Sajous esperaba en el Cafè y se le unieron varios hombres de Lourdes. Entre todos acordaron ir a buscar a Bernadette y su madre. Puede que algunos no creyeran nada de lo que decía Bernadette, pero ella y su madre eran de los suyos y no podían tolerar este atropello.

Golpearon la puerta de la casa del Fiscal y este empezó a ponerse nervioso. No encontraba de qué acusar a la niña, esta le tenía cogido el punto con sus respuestas desconcertantes. Probó de amenazar de nuevo con la cárcel para ella y sus padres. Pero nada parecía asustar a la niña. Al final Dutour, incapaz de hacer nada contra la impasibilidad de Bernadette, dijo “Queda claro que mañana no vuelves a la Gruta”, a lo que Bernadette respondió “No se lo prometo, señor”. Y dejó ir a las dos.

Para Sajous y sus compañeros fue un triunfo. Las acompañaron al Cachot. Louise estaba verdaderamente asustada y, cuando llegó François, empezaron de nuevo las presiones a Bernadette para que no volviera a la Gruta. Pero eso, lo veremos pronto, en los sucesivos días.

Quedan aún muchas cosas por suceder.

Así que todos sabemos que la fuerza con que Bernadette era atraída era más poderosa que todo lo demás.

Lo importante de ese día es que la Señora había mostrado el lugar, Bernadette había obedecido y había descubierto la fuente que ha devenido el centro de Lourdes. “VE A BEBER Y A LAVARTE EN LA FUENTE”. Eso es lo que nos dice la Santísima Virgen a cada uno de los millones de peregrinos que vamos a Lourdes cada año. En el mensaje de Lourdes, significa un nuevo acto de penitencia y purificación bautismal.

Rosa Jordana

En el siguiente enlace les ofrecemos el testimonio de Jose Pujalte Sánchez en el programa «vidas con luz»  que nos habla de su Fe, de su familia y del Santuario de Lourdes. Todo empezó con cinco años, rezando el rosario con su abuela y lleva 20 años peregrinando al Santuario…¿Quieren saber más? Vidas con luz

No se pierda ninguno de los artículos de Rosa, aquí tienen el índice para que puedan leer la historia de Lourdes desde el principio

  1. ¿Por qué Lourdes? 
  2. El siglo de María
  3. Bernadette Soubirous, ¿quién es? 
  4. ¿Cómo era Bernadette?
  5. Primera aparición de Nuestra Señora de Lourdes
  6. Segunda aparición de Nuestra Señora de Lourdes 
  7. Tercera aparición: La Virgen habla por primera vez 
  8. Cuarta y quinta aparición en Lourdes 
  9. Sexta aparición en Lourdes
  10. Primer interrogatorio a Bernadette 
  11. Séptima aparición en Lourdes
  12. Penitencia, penitencia 

Si les ha gustado este artículo de Rosa Jordana sobre las apariciones Marianas de Lourdes les invitamos a quedarse en nuestra página y a recorrer nuestras distintas secciones: Misa Tradicional, Arte, Historia de la Iglesia, Nuestras firmas…

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Author: Rosa Jordana
Rosa Jordana: Licenciada en Ciencias de la Educación. He trabajado con niños y para niños. Mi pasión es Lourdes, donde peregriné por primera vez con diez años y no he dejado de hacerlo. Mi ilusión es que peregrinemos allí, Vds. y yo juntos cuando nos encontremos en estas líneas. Nos espera la Santísima Virgen