Amar la Liturgia-Marchando Religión

El amor a la Liturgia

Amar la Liturgia, ayer, hoy y siempre.

«El amor a la liturgia» Félix J. Méndez

No sé si mi nombre tiene importancia o no, posiblemente le pase como a mi fotografía, que carezcan de interés para el lector. Soy un laico más, como tantos de Vds. que observa sentado desde un banco del Templo, como se cae a pedazos esta Iglesia de Jesucristo.

Amar la Liturgia-Marchando Religión

En primer lugar agradezco a Marchando Religión su invitación para escribir como firma, me da la oportunidad de poder compartir mi amor por la «liturgia«, por la “buena liturgia” evidentemente. Aunque, supongo que pensarán lo mismo que yo, el término “buena” debería desaparecer y darse por supuesto, ya que para el Señor siempre y durante todos los siglos de la historia se reservó lo “bueno”, lo mejor.

Por mi edad, mi vida ha transcurrido en el «Novus Ordo «, me formé en la escuela de acólitos en los años de mi infancia y adolescencia, allí me inculcaron el cariño y el amor por las cosas bien hechas, siempre para Mayor Gloria de Dios, ad maiorem dei gloriam.

Nuestros maestros en el arte de la “liturgia” nos enseñaban a vestirnos, cuidando hasta nuestro calzado que sobresalía por las pequeñas albas que nos ponían, nos indicaban como hacer correctamente la genuflexión, a besar la mano del Sacerdote, cómo tratarlos y dirigirnos a ellos con corrección y todo lo que era atender al Altar. Esto era la escuela de acólitos y el diploma cuelga en la pared de mi casa como recuerdo de unos años inolvidables.

Era niño, hoy soy adulto y con orgullo sigo mirando ese diploma.

La desvirtualización de la liturgia que se produce hoy en día podría llevarnos a perder la Fe, pero lejos de ello y motivado por esto mismo, he continuado formándome y aprendiendo y así, de esta manera, he llegado a la Santa Misa Tradicional, la Misa Tridentina, a la que asisto siempre que puedo.

Hoy les voy a hablar de algo que miraba con asombro y admiración con aquellos ojos de ocho años que se pasmaban con todo lo que sucedía a mi alrededor, les voy a contar lo que hacían aquellos santos Sacerdotes antes de salir a Oficiar la Santa Misa, ¿Quieren venir conmigo a este viaje a la Sacristía, a la antesala de la Misa? ¿Quieren saber lo que nos inculcaron y cómo nos formaron?

Les invito a entrar y a observar en silencio lo que va a suceder.

Me gustaría pensar que todos los los sacerdotes se revisten sabiendo lo que están poniendo sobre su cuerpo y lo que esto significa, así como que el rezo de las oraciones privadas.

Al lavarse las manos 

«Da, Domine, virtutem manibus meis ad abstergendam omnem maculam; ut sine pollutione mentis et corporis valeam tibi servire. Amen.»

Purifica, señor, de toda mancha mis manos con tu virtud, para que pueda yo servirte con limpieza de cuerpo y alma. Amen

Ámito:

Del latín «amictus», de «amicio, amicire», rodear, envolver. Lienzo rectangular de lino blanco que el sacerdote se coloca sobre los hombros y alrededor del cuello antes de ponerse el alba. Se sujeta por medio de cintas cruzadas a la cintura. Esta prenda ya pocos sacerdotes la utilizan al ponerla el sacerdote debe decir la oración privada 

«Impóne, Dómine, cápiti meo gáleam salútis, ad expugnádos diabólicos incúrsus»

Señor, poned sobre mi cabeza la defensa (el yelmo) de mi salvación, para luchar victorioso contra los embates del demonio» .

Alba:

del latín «alba», «blanca». Su simbolismo: Tiene un sentido bautismal. La pureza del alma lavada por el bautismo. La oración al ponérsela :

«eálba me, Dómine, et munda cor meum; ut, in Sánguine Agni dealbátus, gáudiis pérfruar sempitérnis.»

Blanquead, Señor, y limpia mi corazón, para que, purificado con la sangre del Cordero, disfrute de los gozos eternos

El cingulo: 

Del latín «cingulum», de «cingere», ceñir. Cordón con que se ciñe el alba. Simboliza la  castidad.

«Praecínge me, Dómine, cíngulo puritátis, et exstingue en lumbis meis humórem libídinis; ut máneat in me virtus continéntiae et castitátis.»

Ceñidme, Señor, con el cíngulo de la pureza y extingue en mi cuerpo el fuego de la sensualidad, para que posea siempre la virtud de la continencia y de la castidad

La estola:

vestimenta litúrgica en forma de larga y estrecha banda que deben llevar los ministros ordenados y solo ellos. Obispos y sacerdotes la llevan sobre el alba, colgando del cuello hacia el frente y sostenida por el cíngulo. Los diáconos la visten sobre el hombro izquierdo y la fijan a la derecha de la cintura simboliza la autoridad sacerdotal.

«Redde mihi, Dómine, stolam inmortalitátis, quam pérdidi in praevaricatióne primi paréntis: et, quamvis indígnus accédo ad tuum sacrum mystérium, mérear tamen gáudium sempitérnum.»

Devuélveme, Señor, la insignia de la inmortalidad que perdí en la prevaricación de los primeros padres, y aunque indigno me acerco a vuestro Santo Misterio, haced que merezca, no obstante, el gozo eterno

La casulla:

Del latín «casula», «casa pequeña» o tienda. La vestidura exterior del sacerdote, por encima del alba y la estola, a modo de capa. El color cambia según la liturgia. Los colores litúrgicos verde, blanco, rojo, morado.negro o azul 

«Dómine, qui dixísti: Jugum meum suáve est et onus meum leve: fac, ut istud portáre sic váleam, quod cónsequar tuam grátiam. Amén.»

Mi yugo es suave y mi carga ligera»; haced que de tal modo sepa yo llevarlo para alcanzar vuestra gracia.

El manípulo:

es el ornamento en forma de estola pequeña que se coloca sobre la manga del alba.

«Merear, Domine, portare manipulum fletus et doloris; ut cum exsultatione recipiam mercedem laboris. Amen.»

Merezca Señor, llevar el manipulo del llanto y del dolor, para poder recibir con alegria el premio de mis trabajos. Amen.

Y así, con esta manera de revestirse, el sacerdote se empieza a meter de lleno en lo que va a celebrar: la Santa Misa. El Sacerdote se reviste de Santidad.

Félix J. Méndez

¿Les ha gustado este artículo en el que nuestro compañero nos enseña a amar la Liturgia? Les invitamos a disfrutar del siguiente vídeo Sacrificium Laudis en donde se nos muestra la belleza de la Santa Misa

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Author: Félix J. Méndez
Félix J. Méndez, Católico, casado, un amante de la Liturgia. Me inicié en la escuela de acólitos y continué mi formación con estudios de teología. He colaborado como catequista e impartí formación catequética para adultos. Intento caminar por la línea que lleva al cielo, destino al que deseo llegar con mi querida familia.