EL HOGAR CRISTIANO: UNA GUÍA PARA LA FELICIDAD EN EL HOGAR
Celestino Strub, O.F.M. Al final del artículo tienen el índice de la obra
La educación temprana de la prole
Traducido por Augusto Pozuelos
Pasando la responsabilidad
Una razón por la cual la educación religiosa del niño a menudo se descuida en el hogar es la tendencia de parte de los padres a no asumir su obligación de educar a sus hijos y trasladar esa tarea completamente a otros. La escuela parroquial católica es, sin duda, una institución espléndida y necesaria; pero debe recordarse que la educación de los niños es, en primer lugar, el deber de los padres, y que el propósito de la escuela es sólo cooperar con ellos y, en particular, realizar el trabajo a partir de ese punto en que los padres ya no pueden lograrlo satisfactoriamente por ellos mismos.
Ese punto, me inclino a pensar, normalmente no se alcanza antes de que el niño complete su sexto año, ya que hay pocos padres que, por falta de tiempo o conocimiento, no pueden enseñar a sus hijos todo lo que necesitan saber al ingresar al primer grado. Sin embargo, existe una creciente costumbre de anticipar ese punto al confiar el niño a otros cuando solo tiene cinco años, o incluso solo tres o cuatro años; y la causa de la costumbre es la existencia del jardín de infantes.
El Santo Padre sobre el declive de la educación familiar
“Deseamos llamar su atención de manera especial sobre el lamentable declive actual de la educación familiar. Las oficios y profesiones para una vida transitoria y terrenal, que ciertamente son de mucha menor importancia, son preparadas por un estudio largo y cuidadoso; mientras que para el deber y la obligación fundamentales de educar a sus hijos, muchos padres tienen poca o ninguna preparación, ya que están inmersos en preocupaciones temporales.
“La disminución de la influencia del ambiente doméstico se debilita aún más por otra tendencia que prevalece en casi todas partes hoy en día y que, bajo un pretexto u otro, por razones económicas, o por razones de industria, comercio o política, hace que los niños dejen el hogar cada vez con mayor frecuencia, incluso en sus años más tiernos».
Pío XI,» Sobre la educación cristiana de la juventud».
El jardín de infantes vs. la educación temprana por la madre
Hay quienes favorecen el jardín de infantes; y es fácil entender que, al igual que la guardería, es una institución muy bienvenida para las madres que están obligadas a trabajar fuera de casa para mantener a sus familias. Si bien el uso del jardín de infantes en tal caso es ciertamente superior a la crítica, no se puede decir lo mismo con respecto a su uso por parte de aquellos padres que lo utilizan simplemente para salir de sus niños. E, incluso donde no hay falta de amor y cuidado de los padres, existe la posibilidad de que los padres envíen a sus hijos a la guardería simplemente porque otros lo hacen; o por la noción errónea de que se supone que deben hacerlo. Sin querer dogmatizar sobre el asunto, quiero decirles a esos padres que, en mi opinión, la educación en jardín de infantes no es superior al educación en el hogar; y que en el jardín no se aprende nada que no se pueda aprender igual de bien en casa. Es bastante cierto que la maestra de escuela que se especializa en su trabajo puede estar intelectualmente mejor equipada que muchas madres para la educación de niños muy pequeños; pero no obstante, también es cierto que la madre es por naturaleza la primera y principal educadora del niño; que la madre es la especialista natural y justa en la tarea de educar al niño antes de que el niño alcance la edad de la razón; y que, en lo que respecta a la formación religiosa, es el deber de cada madre adquirir la suficiente formación que le permita enseñar a sus hijos el conocimiento religioso rudimentario que deberían tener antes de completar su sexto año.
Una obra de amor
Sin embargo, no es tanto un deber, queridas madres jóvenes, sino que yo enfatizaría, es el amor, el que debe inducirlas a hacer de la educación temprana de sus hijos su propia tarea personal. Muy pronto, sí, y quizá demasiado pronto, llegará el momento en que sus amados niños se irán del santuario sagrado de su hogar para pasar la mayor parte de sus días en otros lugares. ¿El amor de madre no debería estar ansioso por tenerlos bajo su vigilancia todo el tiempo posible? Durante esa primera media docena de años, cuando el corazón del niño se puede moldear como arcilla blanda, ¿no deberían desear modelarlo a los ideales más altos con sus propias manos amorosas? ¿No debería desear escuchar que esas oraciones esenciales, que espera que sus hijos reciten diariamente a lo largo de la vida, fueron aprendidas y escuchadas por primera vez en el regazo de su madre? ¿No debería aspirar a vincularlos a su hogar con los lazos del interés y del afecto más fuertes? Si es así, entonces la forma más segura es hacer de la casa la fuente en la que primero beben las aguas de la sabiduría; para hacer de la casa el atractivo centro de todas sus esperanzas y alegrías terrenales y el santuario sagrado que acariciará cariñosamente los recuerdos más felices de la infancia
EL HOGAR CRISTIANO: UNA GUÍA PARA LA FELICIDAD EN EL HOGAR
Celestino Strub, O.F.M
Índice:
Familia numerosa. El orgullo de los padres
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