“Credo in unum Deum”. Así empieza nuestro Credo. Luego es lo primero que exige nuestra fe. Dios es uno.
Dios es uno, aunque no sea Alá. Un artículo de Miguel Toledano
Para explicar esta afirmación, la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino procede como de costumbre en dicha obra y en la actividad docente del insuperable maestro dominico.
Primero, plantea una serie de objeciones a la tesis de la unidad divina; concretamente, dos, que encontramos en la décima cuestión de su gran tratado.
La primera es un aparente argumento de autoridad, procedente del mismísimo san Pablo. En el capítulo octavo de la Primera Carta a los Corintios, el Apóstol de los Gentiles afirma que “los dioses son muchos”, como lo son los señores.
Sin embargo, nosotros, en la doxología mayor del “Gloria” que recitamos en la Misa, afirmamos “Quoniam Tu solus Dominus”; o sea, porque solo Tú eres Señor. La Iglesia viene proclamando solemnemente esta oración desde los primeros tiempos del cristianismo.
¿Quiere esto decir que san Pablo yerra?
Por supuesto que no.
Precisamente realiza esa afirmación porque, en su época, muchos caían en el error de adorar a muchos dioses. Todavía hoy ocurre esto, no tanto en la Europa civilizada por el cristianismo y en la América evangelizada por los españoles; pero sí todavía en África y en Asia.
El hinduismo cuenta con más de mil millones de creyentes, nada menos que el 14% de la población mundial. El sintoísmo es la segunda religión más importante del Japón. Y las creencias animistas africanas, incluida el vudú, todavía tienen embaucados a más de cien millones de infelices.
En la Europa liberal y secularizada, muchos se entregan hoy al budismo, que niega propiamente la existencia de Dios. Otros la niegan en sentido filosófico, lo cual es un absurdo o atentado a la razón todavía mayor. Porque negar la existencia de Dios no se sostiene, como ya hemos comentado en un artículo anterior de esta serie.
Inmediatamente a continuación, aclara san Pablo que nuestro Dios es el Padre y nuestro Señor es Cristo. Luego, opone lo uno a lo múltiple. Pero en una forma que anticipa ya la Trinidad, prefigurada en las dos personas del Padre y el Hijo, por tanto no con la unidad absoluta de los mahometanos.
La segunda de las objeciones planteadas por santo Tomás a la unidad divina es de tipo conceptual: ¿Acaso no supone limitación en Dios ser uno, frente a ser múltiple? Si Dios es infinito, no debería padecer privación alguna.
El aquinate resuelve dicha dificultad filosófica explicando que, en realidad, lo uno coincide con el ser, que en su forma más simple y perfecta es, precisamente, Dios. De la misma forma no existe privación para Dios en el hecho de no tener cuerpo (ser incorpóreo).
Tras superar ambas objeciones, el Doctor Angélico demuestra la unidad de Dios de tres maneras. La primera es relativa a Su propia naturaleza; la segunda, a Su perfección infinita; la tercera, al orden de la Creación.
Quizás la relativa a la naturaleza de Dios suponga cierta dificultad de comprensión para la mayoría, siendo de carácter más teórico. La naturaleza simple de Dios hace que no puedan existir varios dioses, éste y otro u otros, porque si así fuese, la naturaleza de Dios en cuanto Dios y la naturaleza de uno u otro dios o dioses serían diferentes, lo cual es imposible, puesto que precisamente en el ser simple no hay indivisión de clase alguna.
La segunda, referente a Su infinita perfección, es posiblemente la más accesible de las tres. Si hubiese varios dioses, uno o varios tendrían algún elemento que falta a otro u otros, siendo por consiguiente imperfectos. Esto es igualmente imposible, si Dios contiene toda la perfección del ser. Santo Tomás señala que los filósofos de la antigüedad ya alcanzaron esta verdad, utilizando, como nosotros, la razón.
En tercer lugar, el orden de la Creación expresa una unidad que ha dispuesto la jerarquía de sus distintos seres, sirviendo unos a otros. Ese orden ha de proceder de uno, más que de varios; pues de existir una tal aparente multiplicidad en el origen, necesariamente ha de ser accidental y previamente creada por lo uno, Dios. El yin y el yang no se sostienen como principios ordenadores últimos. Pues, de existir, ¿Quién los creo?
Finalmente, el Doctor Común enseña que Dios es uno “en grado sumo”. Esto no quiere decir que no sea admisible la Trinidad Santísima. Sino que una cierta unidad puede darse en otros seres (pensemos en un gran artista, o en un animal muy peculiar, o en una planta dificilísima de encontrar, o en un impresionante edificio). Todos ellos gozan de un cierto carácter único, pero no en grado sumo, pues de alguna manera comparten su naturaleza con otros.
También se refiere nuestro autor, al hablar de unidad “en grado sumo”, a una unidad superior a las nociones matemáticas del punto o la unidad aritmética; que en definitiva no son más que accidentes del ser, siendo Dios el mismo ser subsistente.
Miguel Toledano
Domingo tercero después de Epifanía, 2022
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