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Infinitud teológica

Después de concluir la bondad por esencia o perfección de Dios, santo Tomás acomete, en la cuestión séptima de su Suma Teológica, el análisis de la infinitud divina.

Infinitud teológica. Un artículo de Miguel Toledano

Se llama infinito, dice con su claridad habitual el Doctor Angélico, a lo que no tiene limitación.

Se puede ser finito o, por el contrario, infinito bien por razón del lugar, bien por razón de la sustancia, o bien por ambas razones.

Por razón del lugar, algo es infinito cuando está en todas partes; al revés, finito se es cuando se está en una parte pero no en otra. Volveremos sobre esto después con motivo del movimiento.

Por razón de la sustancia, se es infinito cuando se es una cosa pero no otra; infinito cuando no se es ni esto ni lo otro, sino el mismo ser; lo que se predica del ser divino, que no está contenido en algo distinto de sí; luego no está delimitado, es infinito.

Cabría, no obstante, preguntarse si, además de Dios, hay algo que sea esencialmente infinito. Dicho de otro modo, si puede haber, al menos, dos seres infinitos. Pensemos en las religiones (maniqueísmo, sintoísmo), en las que hay dos grandes principios antagónicos, que se contraponen y, de alguna manera, equilibran.

El aquinate demuestra que esto es imposible, luego tal pretensión de doble infinitud es falsa, como lo son tales religiones. El Creador no puede hacer algo infinito; no porque su poder sea limitado o finito; sino porque sería contradictorio afirmar que lo creado existe por sí mismo, es decir, no ha sido limitado en su ser por su Creador, que lo ha causado.

Hay una segunda objeción planteada por el gran teólogo escolástico que es todavía más actual que la de esas religiones bipolares, en las que dos entes se retroalimentan en su infinitud. Me refiero a la divinización de la razón, llamémosla la diosa Razón, con mayúscula, como lo hicieron los masones y liberales, elevada por Kant y quizás también antes por Descartes (éste, casi sin pretenderlo expresamente) al olimpo de la divinidad moderna.

¿Acaso el entendimiento no tiene capacidad infinita? Los últimos siglos han demostrado un importante desarrollo en el campo de las ciencias llamadas naturales, que parece corroborar esta creencia – no así en el de las filosóficas, donde desde el esplendor de la Escolástica sufrimos una considerable decadencia.

El gran dominico propone su solución: Ciertamente el entendimiento tiene una capacidad de comprender lo infinito, en cuanto que de lo particular puede elevarse a lo general o universal y avanzar así científicamente; pero, en propiedad, dicha facultad de comprehensión de lo infinito no es absoluta para nuestro autor, sino que él emplea una locución adverbial, “en cierto modo” (“quodammodo” en latín) para expresar que tal capacidad de comprehensión de lo infinito no es total, como sí lo es la de Dios.

Por desgracia, estamos hartos de ver en la actualidad cómo muchos de nuestros contemporáneos se arrogan la facultad de enmendarle la plana a Dios es sus mismos decretos y disposiciones omniscientes, especialmente en el plano de la moral y de la política.

Incluso también en el campo de la ciencia teológica, donde unos supuestos expertos, amigos del protestantismo o del liberalismo o, más coherentemente, de los dos, desarrollan escuelas y caminos que se apartan de la doctrina revelada. Pienso, por ejemplo, en la Nueva Teología, que bebe en las fuentes del humanismo, el existencialismo, los derechos humanos y el personalismo.

Tampoco son infinitos los ángeles puesto que, aun admitiendo que no tuviesen materia y por consiguiente no estuviesen limitados por ésta, no dejan de estar limitados claramente por dos elementos: en primer lugar, son criaturas creadas, luego, como se ha dicho, no existen por sí mismos, sino que les deben el ser a Dios, que se lo otorgó en un momento de la historia, antes del cual no existían. Además, tienen una naturaleza que les es propia y no otra, luego son criaturas limitadas por esa naturaleza y, por consiguiente, no son infinitos.

¿Y las matemáticas? Parece que ellas también gozan de magnitudes infinitas. Desde el siglo XVI se predica una aparentemente insuperable belleza de esa ciencia, por la grandiosidad de sus perspectivas, no limitadas ni por el espacio ni por el tiempo. Hasta los musulmanes presumen de su favor por esa ciencia abstracta. En realidad, también en las inmarcesibles magnitudes matemáticas infinitas pasamos desde lo finito a tratar de concebir, a partir de ello, lo infinito; como, por ejemplo, en una recta o, saliéndonos de la geometría, en el concepto de límite de una sucesión.

Nos quedan el movimiento y el tiempo, que alguno puede creer magnitudes infinitas. En cuanto al primero, el movimiento, los cuerpos finitos tienen movimientos naturales, no así un ser infinito, que como dijimos al principio ocupa todos los lugares y está en todas partes, no en una sí y en otras, no.

Por lo que se refiere a la compleja noción de tiempo, volveremos sobre el asunto a cuenta de la cuestión decima de la Suma; pero, por el momento, baste recordar que para el filósofo clásico la idea del tiempo va unida a la de movimiento, entendido éste no sólo como movimiento físico, de un lugar a otro, sino en general como cambio, o movimiento filosófico de la potencia al acto; el tiempo es la duración de ese movimiento o cambio. Luego, siendo tal movimiento finito, también lo es su duración.

Naturalmente, el lector se preguntará qué hacemos con la eternidad. Dios es eterno, mas digamos que propiamente se encuentra fuera del tiempo. Y, cuando nosotros, si Dios quiere, Lo contemplemos con visión beatifica, cara a cara, participaremos de esa eternidad.

Miguel Toledano

Domingo primero de Adviento, 2021

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.