En este escrito tocaremos varios temas que conforman una parte importante de la doctrina política católica. Por un lado la existencia de una Derecho Natural como base de todo el sistema normativo, también el fundamento de la Autoridad Política, el rol del Estado y de la Sociedad Civil. Y por último un reflexión sobre el corporativismo como modelo de organización social.
Sobre el Derecho Natural, Fundamento Divino de la Autoridad y el Corporativismo. Un artículo de Leonardo Olivieri
En su Encíclica Carta Encíclica Divini Redemptoris del Papa Pio XI no sólo hace referencia a los errores de comunismo sino es de carácter mucho más amplio, desarrollando algunos principios fundamentales sobre los fundamentos de una sociedad cristiana. Ya hemos mencionado en artículos anteriores este tema, pero ahora nos explayaremos más en profundidad.
Según palabras del Sumo Pontífice, Dios ha ordenado igualmente que el hombre tienda espontáneamente a la sociedad civil, exigida por la propia naturaleza humana. En el plan del Creador, esta sociedad civil es un medio natural del que cada ciudadano puede y debe servirse para alcanzar su fin, ya que el Estado es para el hombre y no el hombre para el Estado. Afirmación que, sin embargo, no debe ser entendida en el sentido del llamado liberalismo individualista, que subordina la sociedad a las utilidades egoístas del individuo, sino sólo en el sentido de que, mediante la ordenada unión orgánica con la sociedad, sea posible para todos, por la mutua colaboración, la realización de la verdadera felicidad terrena
Es interesante de este párrafo el concepto de unión orgánica, entendida como mutua colaboración de distintas partes sociales que pertenecen a un mismo y único cuerpo social. Y es en esta sociedad civil donde los hombres encuentran su verdadera razón de ser (desde el punto de vista de la vida material) y a su vez, los motivos más profundos para alcanzar la verdadera vida eterna. En palabras del Pontífice Pio XI : en la sociedad hallen su desenvolvimiento todas las cualidades individuales y sociales insertas en la naturaleza humana, las cuales superan el interés particular del momento y reflejan en la sociedad civil la perfección divina; cosa que no puede realizarse en el hombre separado de toda sociedad.
O sea, el hombre es por naturaleza un ser social y posee elementos y características singulares (únicas y propias), pero solamente en sociedad puede él desarrollar sus dones. A diferencia del liberalismo no hay una finalidad egoísta de los propios dones, sino de servicio hacia al prójimo. Pero tampoco el ser humano es un “eslabón” de la sociedad y de un ser colectivo. No es la clase social lo que determina al individuo.
La crisis social se resuelve por medio de un sistema económico que supere el egoísmo individualista y también la concepción de luchas de clases. Un sistema que profundice la relación del hombre con los principios y valores de la Revelación Divina. Estado actual de la triste decadencia en que lo ha hundido el liberalismo amoral no consiste en la lucha de clases y en el terrorismo ni en el abuso autocrático del poder del Estado, sino en la configuración y penetración del orden económico y social por los principios de la justicia social y de la caridad cristiana…….El hombre, lo mismo que el Estado, tiene su origen en el Creador, y el hombre y el Estado están por Dios mutuamente ordenados entre sí; por consiguiente, ni el ciudadano ni el Estado pueden negar los deberes correlativos que pesan sobre cada uno de ellos, ni pueden negar o disminuir los derechos del otro.
Pero si habiendo dicho que ni el liberalismo ni el comunismo constituyen una verdadera forma de organización de la vida social, la pregunta que nos hacemos cual es la forma más adecuada para organizar la vida en común de los hombres.
Ya hablamos de una modelo de vida donde converjan las cualidades individuales (únicas a cada ser humano) y los fines y objetivos del Bien Común. Se parte del Derecho Natural, base de todo ordenamiento. Siendo la Ley natural la misma Ley eterna, que, grabada en los seres racionales, inclina a éstos a las obras y al fin que les son propios; ley eterna que es, a su vez, la razón eterna de Dios, Creador y Gobernador de todo el universo (Doctrina Pontificia Volumen II)
Por lo tanto, el argumento primordial es que, los preceptos de derecho natural deben ser incluidos en las leyes creadas por los sistemas políticos e incluyen un poder (Dios y la Revelación) mucho más alto y augusto que proviene de la misma ley natural y de la ley eterna.
León XIII en su Carta Encíclica DIUTURNUM ILLUD rechaza firmemente las nuevas concepciones de organización social y poder político. Argumenta que la modernidad abandonó la idea de que el poder viene de Dios fue trasladado al poder de la muchedumbre. Negar que Dios es la fuente y el origen de la autoridad política es arrancar a ésta toda su dignidad y todo su vigor. En cuanto a la tesis de que el poder político depende del arbitrio de la muchedumbre, en primer lugar, se equivocan al opinar así. Y, en segundo lugar, dejan asentada la soberanía sobre un cimiento demasiado endeble e inconsistente. Porque las pasiones populares, estimuladas con estas opiniones como con otros tantos acicates, se alzan con mayor insolencia y con gran daño de la república se precipitan, por una fácil pendiente, en movimientos clandestinos y abiertas sediciones (Encíclica Diuturnum Illud)
En resumen, El Estado no es soberano ni tampoco es independiente con respecto a la ley eterna y a la ley natural. Son ésta leyes las que poseen primacía y determinan los criterios fundamentales de la virtud de la justicia. Por ello, hay que ir más allá del derecho estatal, y así se estará en condiciones distinguir fehacientemente, entre un ejercicio legítimo e ilegítimo del poder político. Por lo tanto, la obediencia al poder legítimo tiene un fundamento sagrado. Todo lo contrario, la tiranía carece de justificación, y su contenido objetivamente injusto debe ser resistido según las circunstancias.
Ya tenemos un principio el Derecho natural como fuente principal del ordenamiento jurídico-político. Pero, ¿Qué ocurre propiamente en la organización social, en las sociedades mismas y su dinámica?,¿Cuál es la mejor formar de organización social?
En este punto trataremos las formas de como los seres humanos, cada uno con sus dones particulares, interactúan entre sí, buscando siempre una convivencia pacífica y ordenada con el objetivo de alcanzar el Bien Común (en otros artículos ya hemos tratado este tema y próximamente volveremos a ampliarlo).
En la Encíclica Immortale Dei, el Papa León XIII considera que el poder político no está vinculado a una forma de gobierno determinado, por lo que no hace necesaria de manera excluyente la existencia de una democracia fundada en el sufragio universal. Y su cauda final es alcanzar el Bien Común.
Ahora hablaremos un poco del corporativismo como modelo posible de una sociedad cristiana. Es por medio de este sistema donde se supera al egoísmo liberal, pero también se suprime una concepción basada en la lucha de clases.
Para el Papa Pio XI tanto el Estado cuanto todo buen ciudadano, deben tratar y tender especialmente a que, superada la pugna entre las «clases» opuestas, se fomente y prospere la colaboración entre las diversas «profesiones. El fomento de la creación de asociaciones de trabajadores y empresas, y el Estado como armonizador de partes, constituyen la base de un pensamiento político corporativo. Ya dijimos que los principios y fines fundamentales de una sociedad son de carácter trascendente: Ley Eterna, Revelación Divina. Que el poder político tiene fundamento divino al estar ligado a tales principios y su subordinación a Dios y de ahí su justificación.
La sociedad no es, desde el punto de vista católico un conjunto de individualidades egoístas, ni tampoco una relación de clases fundada en la opresión de una sobre otra. Sino que es un órgano, casi como un cuerpo donde cada parte tiene una función específica, no siendo ni más ni menos que las otras. Todas en conjunto colaboran para el funcionamiento de ese cuerpo y persiguen además de sus fines particulares, un fin general que es el Bien Común de todo el cuerpo social.
Leonardo Olivieri
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