Recordamos a Santa Catalina de Siena a través de la biografía de Sigrid Undset, santa cuya sabiduría se necesita hoy con urgencia.
Santa Catalina de Siena: venerada santa que escarmentó a Papas y reprendió a cardenales, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
En nuestra familia disfrutamos leyendo libros en voz alta casi todas las tardes después de la cena. De esta manera en el transcurso de los años, hemos logrado leer cientos de libros, en su mayoría libros de literatura imaginativa, pero a veces biografías, historia u obras religiosas.
Por recomendación de otros que lo habían leído, en una primavera, tomamos el libro Catalina de Siena, de Sigrid Undset, autora de la novela “Cristina, hija de Lavrans”. Undset se convirtió al catolicismo en 1924, a la edad de 42 años, y finalmente llegó a ser una laica dominica, como la misma Catalina.
Quedamos hechizados con este libro, sorprendidos por los dones espirituales y cualidades humanas de Catalina; deleitados con el vigor de sus escritos (que Undset cita o resume todo el tiempo); horrorizados por la corrupción clerical y política de su época, y edificados por su respuesta a esto, con caridad y, a la vez, con coraje.
Notable es el brillante conocimiento y la serena sabiduría de Catalina en cada una de las profundas cuestiones de las que habló. Esta chica, que apenas tuvo educación y que dijo, con simplicidad, que ¡el Señor le enseñó todo lo que sabía!, solía dictar dos o tres cartas al mismo tiempo a varias de sus secretarias y nunca perdió el hilo de sus pensamientos. Ningún ateo podrá explicar cómo algo así puede ser remotamente posible alguna vez según una lectura materialista del universo. Ella es una prueba viviente de la realidad de Dios y de la infusión de Su gracia.
Catalina nació el 25 de marzo de 1347 y murió el 29 de abril de 1380. Cuando fue agregada al calendario general de los santos en 1628, el 29 de abril estaba ocupado por el gran dominico San Pedro Mártir (a menudo representado en el arte europeo con una espada atravesada a la mitad en su cabeza, tal como fue muerto por los asesinos cátaros), por lo que le fue dada la fecha del 30 de abril, una fecha que ella mantuvo hasta 1969, cuando Pedro Mártir fue eliminado del calendario general y Catalina ocupó su lugar.
Me gustaría compartir algunos pasajes de la biografía de Undset que particularmente me llamaron la atención. Citaré de la edición original de Sheed & Ward de 1954 (extrañamente la edición de Ignatius Press omite el poderoso capítulo inicial de Undset, que concluye con esta línea: “santa Brígida de Suecia, o una joven del pueblo, santa Catalina, hija de un tintorero de Siena, supieron dar buenos consejos a los poderosos de este mundo. Y el mundo las escuchaba con respeto aun cuando no seguía sus consejos. Llegaron a desempeñar un papel en la política mundial. Y reprendieron, aconsejaron y guiaron y, a veces, mandaron y dieron órdenes al vicario de Cristo en la tierra.”
En consecuencia, el capítulo 2 del libro de Undset es el “capítulo 1”, y así sucesivamente, y esto, por decir lo menos, engañan al lector. Uno se pregunta si el contenido de este capítulo inicial quizás causaría mucha inquietud. (Nota de la traducción: para las citas de este artículo utilizaremos la versión del libro editada por Ediciones Encuentro, y que puede encontrarse en su edición digital aquí)
San Ignacio de Loyola recibe el crédito por su discernimiento de espíritus, pero podemos encontrar en las obras de esta santa una vívida anticipación a algunos de sus mismos principios. Jesús le dice en un momento:
“Mis apariciones van acompañadas al principio de cierto temor, pero a medida que transcurren producen una creciente sensación de tranquilidad. Primero producen cierta amargura, pero luego te dan consuelo y fortaleza. Las que vienen del demonio dan al principio tranquilidad y dulzura al corazón, pero terminan en espanto y amargura… Así pasa también con mi camino, es decir, el camino de la penitencia. Al principio parece duro y pesado de recorrer, pero cuantas más andas por él, tanto más fácil y dichoso te parece. El camino del demonio, por el contrario, comienza siendo fácil y dichoso; pero cuando el alma anda por el camino del pecado, va de amargura en amargura y el final es la perdición eterna.”
pág. 64
Cristo de nuevo le dice a Catalina, que nunca buscó publicidad y que en todo caso escapó de la confrontación:
“Yo te enviaré a los Papas y a los gobernantes de mi Iglesia y a todo el pueblo cristiano, pues tengo la costumbre de humillar el orgullo de los poderosos con instrumentos débiles».
pág. 144
La situación de este periodo era terrible, ya que los franceses controlaban el papado que permanecía cómodamente instalado en Avignon, perpetuando la “cautividad babilónica de los Papas”, al mismo tiempo el estado de la Iglesia en general iba a mal en peor:
“Mientras la eterna guerra con Inglaterra asolaba a Francia material y espiritualmente, perdía el pueblo su amor y confianza en la Iglesia de Cristo, ya que su poder de guiar a las almas por el camino recto y vendar las heridas de los que sufrían se había debilitado muchísimo. La moral del clero, lo mismo el alto que el bajo, había bajado tanto en muchos sitios, que los fieles estaban espantados y preocupados. En muchos lugares era terrible la ignorancia de la religión; los fieles apenas recibían instrucción religiosa; hombres y mujeres, en la práctica, no sabían nada de la fe que oficialmente profesaban. (…) Pero ninguna parte sufrió tanto como Roma a causa del abandono de la vieja capital de la Iglesia por el Vicario de Cristo.”
Pág. 166
Leyendo tales palabras hoy en día solo podemos maravillarnos de cómo la historia se repite, salvo que nunca de la misma manera. Pues, aunque un obispo habita en la antigua capital de la Iglesia, él ha sido despojado a sí mismo del título de Vicario de Cristo, reduciéndolo a un mero «título histórico».
En palabras devastadoramente aplicables al temor que ha agarrado al mundo y ha conducido la respuesta frente al coronavirus. Catalina escribe al Cardenal legado, Pierre d’Estaing en 1372:
«Un alma que sufre temor servil no puede hacer nada bueno, por elevada que sea la posición en que se encuentra, sean cosas grandes o pequeñas. Siempre naufragará y jamás acabará nada que haya comenzado. ¡Oh, qué peligroso es este temor! Corta los brazos del anhelo santo, ciega a su hombre de tal modo que no puede ver ni conocer la verdad.“
“Este temor nace de la ceguera del amor propio, porque tan pronto como una criatura inteligente (en el lenguaje de Catalina significa una persona) se ama a sí misma con amor propio sensible, aprende a temer, siendo la causa de este temor el haber puesto su esperanza y su amor en cosas frágiles que no tienen sustancia ni solidez y se las lleva el viento». Le ruega que vaya a la escuela del Cordero inmaculado que no temió la maldad de los judíos ni del demonio, ni la vergüenza, ni las burlas ni las injurias; que no retrocedió ante la vergüenza de morir en una cruz. No busquéis más que el honor de Dios y la salvación de las almas y el servir a la amada de Cristo, la santa Iglesia…”
Pág. 195
Catalina escribe también a otro dignatario de la Iglesia, Gérard du Puy:
“Nuestro Señor odia más que nada tres vicios repugnantes: la avaricia, la lujuria y la soberbia. Los tres reinan en la Iglesia de Cristo, es decir, en los prelados que no buscan otra cosa que placeres, honores y riquezas. Ellos ven que los demonios del infierno se llevan las almas que fueron confiadas a su amparo, y esto no les inquieta porque son lobos que trafican con la gracia divina. Se necesita una justicia severa que los castigue. Porque el exceso de misericordia es en realidad la peor crueldad. Para enmendar tales es necesario que la justicia vaya acompañada de la misericordia».
Pág. 197
En 1375 ella dirige al Papa Gregorio XI una carta descrita por Undset como “nada menos que una seria advertencia”. Catalina dice a Gregorio:
“Un hombre que ha caído víctima del amor propio es indiferente a los pecados y errores de sus subordinados, pues teme apoyarlos y convertirlos en enemigos. Porque o intenta corregirlos a medias, cosa que no da resultado, o no los corrige.”
Pág. 231 – 232
Catalina le dice al Papa abiertamente que, en última instancia, él es quien acarrea toda la responsabilidad por los terribles abusos que desangran la vida de la Iglesia, aun cuando sea una muy buena persona, humanamente hablando, y por buenas cualidades que posea. Él es, asimismo, responsable de los malos pastores y monjes engañosos, cuya vida nefanda socava la fe de los creyentes. (pág. 232)
En un momento Undset hace una pausa para hablar acerca de la paradoja del papado. Obviamente ella no pertenece a esa cómoda escuela de pensamiento para la cual un determinado Papa es “la elección del Espíritu Santo” y por eso él debe de estar haciendo y enseñando todas a las cosas correctas:
“(…) y ya que se ha dejado en manos de los hombres el elegir a un hombre para vicario de Cristo, nada de extraño tiene que los electores elijan con frecuencia, por motivos no limpios o mezquinos o imprudentes, a un hombre que va a ser una desgracia para la Iglesia de Cristo en la tierra. Sin embargo, Dios velará por su Iglesia, hará surgir aquello que los hombres destruyen o desean. Es necesario, por motivos místicos, que los santos han visto y comprendido a modo de resplandores, que venga el escándalo.»
Pág. 237
Sin embargo, Catalina mantuvo una fe inquebrantable en la Divina Providencia y en la indefectibilidad de la Iglesia Católica, a pesar de los pecados de sus miembros y especialmente de sus pastores. En el mismo año (1375), ella escribe una circular al general y a los mayores de Lucca:
“Y la Iglesia es su esposa; sus hijos fidelísimos son aquellos que prefieren sufrir mil veces la muerte antes que abandonarla. Si me contestáis diciendo que parece que la Iglesia tiene que sucumbir, que parece imposible que pueda salvarse a sí misma y a sus hijos, yo os digo que no hay tal. Las apariencias engañan; pero mirad dentro y veréis un poder que sus enemigos jamás podrán alcanzar…”
Pág. 240
Ella les escribe a tres cardenales italianos:
“Sus Eminencias merecen castigos antes que palabras».
Pág. 337
En la que ha de ser una de las más notables cartas jamás escritas, Catalina amonesta a su director espiritual, Raimundo de Capua (quien después escribió una importante biografía de la santa) por su miedo a una posible emboscada y captura en un viaje que él iba a emprender:
“Mi queridísimo padre en Jesucristo: Yo, Catalina, sierva y esclava de los siervos de Cristo, le escribe a usted en la preciosa sangre del Redentor, anhelando verlo salir de la infancia y convertirse en un adulto… Porque el niño tierno que se alimenta de leche no puede combatir en el campo de batalla; solamente tiene ganas de jugar con otros niños. Eso es lo que desea un hombre que está completamente envuelto en amor a sí mismo: tomar tan sólo la leche que es consuelo espiritual y temporal; igual que un niño, se complace en aquello que es semejante a él. Pero al llegar a ser un hombre, tira el susceptible amor propio. Con el recuerdo del anhelo santo come el pan, lo tritura con los dientes del odio y del amor, y cuanto más duro y rudo sea, más le gusta… Se ha hecho fuerte y busca la compañía de los fuertes; es firme, serio, circunspecto; se lanza con ellos al campo de batalla y su único placer es luchar por la Verdad; es feliz y se gloría como el ardiente san Pablo de sus adversidades cuando tiene que sufrirlas por la Verdad… Estos hombres se encuentran siempre en medio de la tormenta; sienten una gran dulzura en medio de la amargura. Con poca y mala mercancía se hacen una riqueza infinita…». Pero «usted no era digno todavía de luchar en el campo de batalla y por eso fue enviado a la retaguardia como un niño. Usted se trasladó por su propia y libre voluntad y se mostró alegre, porque Dios tuvo misericordia de su debilidad… ¡Oh padrecito malo, ¡qué dicha hubiese sido para su alma y para la mía si usted, por amor a la preciosa sangre, hubiese puesto con su sangre una piedra nada más en la construcción de la iglesia de Dios! En verdad que tenemos motivo para quejarnos al ver cómo nuestra poca virtud nos ha estropeado una ganancia tan grande. ¡Ay!, perdamos nuestros dientes de leche, sustituyéndolos por los dientes fuertes del amor y del odio.”
Pág. 346-347
Catalina y Raimundo tenían una profunda amistad en Cristo y su amor fue fortalecido a través de la claridad de su cándida correspondencia. A pesar de estar siendo reprendido como un “niñito,” Raimundo debe de haber sido realmente maduro para responder tan bien a ¡tan franca crítica! En una carta después de esta, Catalina continúa aconsejando a su director, al cual ella sabe le serán confiadas más y más responsabilidades:
“No podrá disfrutar mucho de la soledad de la celda, pero quiero que lleve en su corazón su celda a todas partes, porque yo sé que cuando nos encerramos en ella, el enemigo no puede hacernos daño. (…) Ame la mesa de la cruz y aliméntese con la comida del alma en santa vigilancia y oración constante; celebre la Misa diariamente con lo menos que se le permita. Evite las charlas vanas e inútiles. Eche lejos de usted su debilidad y temor servil, pues la santa Iglesia no necesita esta clase de servidores.”
Pág. 370
Sigrid Undset concluye con una elocuente peroración al “martirio” sufrido por esta gran santa sienesa en sus 33 años de incansable oración y labor:
“Pero es innegable que Catalina eligió voluntariamente —y pocas mujeres han poseído alguna vez una fuerza de voluntad tan indomable— sufrir continuamente por todo aquello que creía, amaba y anhelaba: unión con Dios, la gloria y honra de su nombre, su reino en la tierra, la felicidad eterna de todos los hombres, el renacimiento de la Iglesia de Cristo a la belleza que posee cuando el resplandor de su alma atraviesa libremente su forma exterior, que entonces estaba manchada y deshonrada por sus propios servidores corrompidos y por sus hijos sublevados. Como dijo Catalina, la fuerza y la belleza de su cuerpo místico no puede disminuir jamás, porque eso es Dios. Mas los adornos que visten este cuerpo místico son todas las obras buenas hechas por sus hijos sinceros y fieles.”
Pág. 293
Santa Catalina estuvo incuestionablemente entre los más sinceros y fieles cristianos que el mundo ha alguna vez conocido. Como los antiguos santos “de quienes no era digno el mundo” (hebreos 11, 38), y, sin embargo, han dejado una marca decisiva en la Iglesia y en la civilización humana. Su doctrina espiritual permanece todavía fresca y llena de vida, precisa y relevante.
Pueda ella interceder por nosotros mientras nos esforzamos por ser de aquellos “firmes, serios y reflexivos soldados de Cristo que “van al campo de batalla…para luchar por la Verdad.”
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/this-revered-female-saint-chastened-popes-and-rebuked-cardinals-her-wisdom-is-urgently-needed-today/
Nuestra sugerencia de lectura para este artículo
*Se prohíbe la reproducción de todo contenido de esta revista, salvo que se cite la fuente de procedencia y se nos enlace.
NO SE MARCHE SIN RECORRER NUESTRA WEB
Marchandoreligión no se hace responsable ni puede ser hecha responsable de:
- Los contenidos de cualquier tipo de sus articulistas y colaboradores y de sus posibles efectos o consecuencias. Su publicación en esta revista no supone que www.marchandoreligion.es se identifique necesariamente con tales contenidos.
- La responsabilidad del contenido de los artículos, colaboraciones, textos y escritos publicados en esta web es exclusivamente de su respectivo autor