obispos que prohíben los sacramentos

Por qué sacerdotes y laicos deben trabajar en torno a los obispos que prohíben los sacramentos por el COVID

Se comprende y apoya cada esfuerzo llevado a cabo por los clérigos y laicos para evadir e ignorar los decretos de los obispos que prohíben los sacramentos, limitando de este modo severamente la vida sacramental de la Iglesia.

Por qué sacerdotes y laicos deben trabajar en torno a los obispos que prohíben los sacramentos por el COVID, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews

Hace un tiempo atrás una amiga me preguntó que pienso del clero católico que “se rebeló” durante el confinamiento del COVID y que continuó ofreciendo Misas clandestinas y demás, incluso cuando lo “prohibido” de hacer provenía de la “legítima autoridad.” Ella me preguntó que pensaba de los laicos que los alentaban, asistían y se beneficiaban de su ministerio. ¿Es un comportamiento defendible? Y quizás incluso ¿es un comportamiento necesario?

El asunto continua siendo relevante por el poderosamente exagerado tratamiento del COVID-19 que está siendo utilizado en los países europeos para imponer una nueva ola de restricciones de todo tipo, incluyendo las que caen sobre las actividades religiosas y de encuentros. Podemos esperar que los nuevos administradores mundiales del pánico y del miedo explotarán esta crisis todo lo que puedan y la extenderán cuanto tiempo sea posible, en particular en las poblaciones cuya irascibilidad nativa ha sido extraída por décadas de condicionamiento socialista.

Fui y continúo siendo compresivo con cada esfuerzo llevado a cabo por los clérigos y laicos para evadir e ignorar los decretos que limitan severamente la vida sacramental de la Iglesia, cuando ya existe evidencia disponible que demuestra que estamos superando una situación que no es más severa que cualquier otra gripe que ha ido y venido muchas veces en el pasado. Mi pensamiento sobre la cuestión se basa sobre unos pocos principios básicos.

Los sacramentos no son un privilegio para los que se lo merecen o un simbólico “escaparate” para la “verdadera” vida católica que se desarrolla pura, interior o domésticamente, como uno de los nuevos cardenales de la Iglesia parece pensar, sino más bien una necesidad y una realidad integral de la vida espiritual cristiana, así como también un genuino derecho de los fieles, entendido en referencia a nuestra pertenencia al Cuerpo de Cristo.

La Eucaristía es el alimento fundamental para nuestra alma y cuerpo.

La confesión es nuestro baño espiritual. La extremaunción es nuestro salvavidas, nuestra preparación inmediata para la muerte, juicio y eternidad. Un ayuno de los bienes espirituales de esta magnitud debe ser un último recurso, de corta duración;  por lo tanto, su limitación debe ser también un último recurso y de corta duración, motivado obviamente por una emergencia innegable (piénsese en los cuerpos que caen muertos a nuestro alrededor en las calles). Una falta total de acceso en cualquier momento es indefendible.

Una cosa es cuando un régimen totalitarista hostiga a la Iglesia arrestando a los sacerdotes lejos a un campo de concentración en un esfuerzo por alejar los sacramentos de la gente. Ahí entonces no hay muchas opciones. Pero otra cosa muy distinta es que los mismos pastores de la Iglesia ordenen a los sacerdotes dejar de dar los sacramentos a los fieles. Haciendo eso ellos literalmente hacen un cortocircuito a su propia autoridad, función y misión: se anulan a sí mismos. Es el equivalente a un obispo que predica que Cristo no ha venido en la carne (cf. 1 Juan 4), o que niega el homoousios del Credo: que Cristo es consustancial al Padre y, por tanto, tiene la autoridad y el poder para impartir la vida divina, Su vida divina, al pobre y al necesitado de la Iglesia en la Tierrra. Debe haber regulaciones, estrangulaciones no debe haber nunca. La represa puede regular el flujo de las aguas, pero las aguas deben efectivamente fluir.

Lo mismo ocurre con el ofrecimiento público de la sagrada liturgia y nuestra participación en ella.

Existen actualmente millones de católicos que están persuadidos de que su obligación de dar culto a Dios los domingos ha sido dispensada. Pero esto no es verdad. Dios mandó que fuera adorado en un culto formal y público, para lo cual Él instituyó un Sabbath a la semana entre el Pueblo Elegido. Con la resurrección de Cristo en el primer día de la semana, el domingo fue santificado como la primicia y el símbolo de la nueva creación en la que habita la justicia (cf 2 Pedro 3, 13). Por lo tanto, el domingo, el Dies Domini, la “pequeña Pascua” es un solemne día de culto formal y público que debe ser ofrecido a Dios. Así es como los cristianos cumplen el Tercer Mandamiento, del cual no puede haber ninguna dispensación, tal como lo advirtió el Cardenal Burke. La obligación de participar personalmente en el sacrificio perfecto de Cristo el domingo permanece en su sitio para todos los bautizados, y ningún obispo puede alterar ni un poco, ni puede sustituirla la asistencia virtual.

Si es imposible, física o moralmente, para un individuo asistir (que su automóvil se descomponga camino a la iglesia, o que esté enfermo o vulnerable, o que la iglesia haya sido cerrada y no tenga opción) la obligación deja de ser vinculante y no se comete pecado (al menos no ¡para el laico ¡), pero de ningún modo se rechaza. Se mantiene en pie. La única cuestión es si tenemos o no legítimos motivos para dejarla sin cumplir. Las acciones de nuestros obispos y de algunos de nuestros sacerdotes han dado impresiones bastante diferentes: asistir a la Misa dominical se termina pareciendo más a una costumbre humana, a un mero precepto de la Iglesia, más que a la observancia de un precepto divino determinado así por Cristo y su Iglesia en su ininterrumpida tradición. Como lo mencioné, la única razón por la que uno no comete pecado por no asistir a la Misa dominical, o a cualquier otra fiesta de precepto, es si esto es imposible (ver el Código de Derecho Canónico 1247-1248), tal como el asunto ha sido visto durante toda la historia católica, y esta fuerte mirada explica la extraña ausencia de precedentes para las generales “dispensaciones” de la Misa dominical, incluso en medio de mucho peores hambrunas, guerras, plagas y desastres de las que hemos experimentado en los tiempos recientes.

Más allá de estos puntos más precisos sobre los sacramentos y la liturgia, debemos mirar al panorama amplio de la Iglesia.

Estamos ocupándonos de una situación, construida desde hace varias décadas, en la que los obispos han perdido credibilidad y confiabilidad. Con unas pocas excepciones, ellos no enseñan la sana doctrina; no celebran una liturgia de modo reverente; no libran a sus diócesis de la homosexualidad y del abuso; están hambrientos de Mammón. Por todo esto, ellos han perdido la “superioridad moral” requerida por nosotros para “simplemente confiar en ellos” en sus llamamientos. Tal como lo explica Newman que fue el caso durante la crisis arriana, gran parte de la jerarquía actual está, para todos sus intentos  y propósitos, en una “condición suspendida,” en un estado de disfuncionalidad, desvinculación e ineficacia. En las selváticas circunstancias de este tipo, los sacerdotes y los laicos deben moverse por sí mismos tanto como les sea posible. Donde exista una razón para pensar que la salvación de las almas no se respeta como ley suprema (salus animarum, suprema lex), la obligación de un cristiano a su Señor y Maestro toma la prioridad sobre sus obligaciones para con los miembros de la jerarquía, no importando cuán exagerado sea.

En una carta reproducida por LIfeSiteNews el 20 de mayo, el arzobispo Thomas J. Rodi de Mobile, Alabama, sostuvo: “Si algún sacerdote no puede seguir las regulaciones arquidiocesanas [las cuales, inter alia, prohíben la comunión en la boca] será necesario que se abstenga de la celebración pública de la Misa. Es un asunto demasiado serio para que tomemos cualquier otro modo de enfrentarlo que no sea el de una extrema precaución por la seguridad de los demás.” Actitudes similares se están ejecutando en las diócesis a través del mundo.

Podría imaginar de alguna manera una diferente y más autoritaria declaración emitida desde la cancillería de la corte celestial:

“Si algún obispo no puede seguir la ley natural y divina en lo que se refiere a la adoración, reverencia y cuidado a ser mostrada al Hijo de Dios en el Santísimo Sacramento del Altar, y si además no lucha por mantener las iglesias abiertas para un accesible culto litúrgico y para tener sacramentos disponibles a los fieles, será necesario que se abstenga de la esperanza de alcanzar la gloria eterna. Es un asunto demasiado serio para que tomemos cualquier otro modo de enfrentarlo que no sea el de una extrema sacralidad y de total compromiso por la salvación de las almas.” Lo mismo es cierto para todo los clérigos y laicos. En tiempo de pandemia debemos hacer más y no menos uso de la oración, procesiones, penitencia, liturgia y sacramentos. En tiempo de una espuria pandemia, debemos hacer la guerra contra las exageradas restricciones y las injustas cancelaciones, apoyando a aquellos que creativa y valientemente trabajan alrededor y detrás de ellas.

Peter Kwasniewski

*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad

Puedes leer este artículo sobre los obispos que prohíben los sacramentos en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/why-priests-and-laypeople-must-work-around-bishops-forbidding-sacraments-for-covid

Nuestra sugerencia de lectura para complementar este artículo

https://marchandoreligion.es/2020/08/comunion-en-la-boca/

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Profesor Peter Kwasniewski: (Chicago, 1971) Teólogo y filósofo católico, compositor de música sacra, escritor, bloguero, editor y conferencista. Escribe regularmente para New LiturgicalMovement, OnePeterFive, LifeSiteNews, yRorateCaeli. Desde el año 2018 dejó el Wyoming CatholicCollegeen Lander, Wyoming, donde hacía clases y ocupaba un cargo directivo para seguir su carrera como autor freelance, orador, compositor y editor, y dedicar su vida a la defensa y articulación de la Tradición Católica en todas sus dimensiones. En su página personal podrán encontrar parte de su obra escrita y musical: https://www.peterkwasniewski.com/