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Los padres del desierto, una solución ante los cambios

¿Recuerdan la noticia anunciando la llegada del hombre a la luna? ¿Vieron a Juan Pablo II cuando visitó su país? ¿Cuál fue nuestra impresión cuando vimos un fax, un usb? En aquella época era raro conocer un matrimonio divorciado. ¿Hay una solución ante los cambios? Lo cuenta Jorge en su artículo, lean.

«Los padres del desierto, una solución ante los cambios», Jorge A. Rangel

Para los cincuentones, los del quinto piso, para quienes nacimos en los años sesentas tal vez nos falte poco que ver. Recibimos una educación a la manera que nuestros padres la recibieron de nuestros abuelos, generalmente el ambiente de nuestra niñez fue familiar, se nos pedía ser educados, nos inculcaban cuidar nuestras amistades, fuimos creativos en nuestros juegos de infancia, se nos explicó en algún momento de la vida, que hay que formarse como personas, como cristianos, no dudo que muchos de nuestros familiares mayores se esforzaron por tener a sus hijos en colegios de religiosos, las cosas de la casa eran para siempre, lo desechable era raro.

Crecimos viendo la televisión en blanco y negro, escuchando los discos de acetato, gozamos la llegada a la Luna, fuimos testigos de la muerte de Kennedy, el hechizo musical de la Novicia Rebelde. Tantos y tantos cambios nos ha tocado ver, primero en lo material, como los aparatos chinos que unían un radio con grabadora de voz y reloj, era una maravilla.

Era muy raro conocer a un hombre homosexual o a un matrimonio divorciado, eso lo conocí después de los 10 años.

Los cambios se sintieron más ya para iniciar los años ochentas, me tocó ver al Papa Juan Pablo II cuando visitó México, fue en Puebla, fue tal vez la primer experiencia de sentirme parte de la gran Iglesia, la Iglesia Católica. Ya salieron las primeras cámaras de video beta, los primeros videojuegos, las grabadoras de cassette, todo seguía hablando de la grandeza de la inteligencia humana.

Ya para los noventas viene la explosión acelerada de la computación, desde las rudimentarias consolas que se conectaban a una televisión, a las que usaban discos flexibles de 5 ¼ y 3 ½, hasta las primeras PC’s. Fue cuando se podía sentir uno un verdadero analfabeta con esas máquinas que vinieron a revolucionar muchos ramos de la industria, como el mundo de las artes gráficas, era maravilloso que en una máquina hubiera lo que antes en almacenes y bodegas guardaban, grabados y tipos.

No abundo describiendo muchas cosas que nuestros padres nunca imaginaron conocer como un fax, un horno de microondas, un disco compacto, un teléfono móvil, una memoria USB. Vivimos como en una película americana donde todo lo imaginable se puede hacer real. Pero a pesar de todos los cambios solo se sentían en lo material, en lo técnico.

También se iniciaron los violentos cambios, la identidad y misión de la familia se cuestionó, afirman que una mujer tiene derecho a la igualdad y si puede, superioridad sobre los hombres. Y de ahí en adelante se cuestiona lo antes incuestionable como el derecho a la vida del no nacido, el celibato sacerdotal, los matrimonios entre adúlteros, las mujeres empoderadas dentro de la Iglesia, que todas las religiones tienen el mismo Dios, que el olor a corral es igual al olor a santidad, surge disfrazando la  equidad de género, no la igualdad entre hombre y mujer sino de estos en igualdad con los de enfermas tendencias y preferencias sexuales, que es verdad el llamado libre desarrollo de la personalidad, déficit de aprendizaje, atención dispersa, la numerología, el yoga y cualquier ocurrencia postmoderna.

Todo artículo en casa se vuelve pasajero, desechable, lo importante es estar conectado por una computadora a una red social, confesarse y desahogarse con una máquina, dejarse aturdir por lo que me gusta ver, construir una falsa personalidad, vivir la dependencia total, hasta pensar que sería imposible vivir sin internet.

Hoy se cuestionan cosas que pasaron, dudan que se haya llegado a la Luna, que la tierra es redonda, que si el Papa es el verdadero Papa, que si la persona debe elegir su género, que si los homosexuales por derecho pueden adoptar hijos y muchas temas más que antes eran incuestionables, hoy se duda hasta de la moral, se mata, se secuestra, se droga, se engaña, se roba y todo se puede hacer.

Falta poco para que niegue abiertamente, que Jesucristo no es Dios.

Los cristianos ya casi del año 400 vivieron una sacudida como la que vivimos hoy. En ese tiempo la Iglesia que era perseguida, dejó de serlo; un resto, un pequeño grupo sintió la necesidad de seguir dando su vida, más como ya no podían ser martirizados y devorados por fieras, vivieron su vida en consonancia con una batalla espiritual, apartados en el desierto, en lugares solitarios e inhóspitos donde encontraron a Dios enfrentándose a sí mismos llegando en muchos casos a ser grandes hombres de sabiduría y discernimiento, que en pocas palabras e ideal claras, llamadas apotegmas, decían sentencias a quienes acudían a ellos a pedir consejo. Hoy,¡cuánto bien nos haría vivir esa batalla espiritual!

Se ha perdido el sentido de la vida, hay quien dice que es un problema antropológico, de descomposición del tejido social, que es debido al cambio de época o que es el efecto de la época del cambio. Nos hace falta quien nos ayude a ponernos en nuestro lugar, a darle a Dios el lugar que le corresponde, ni más ni menos lo que muchos santos de la Iglesia hicieron en tiempos pasados, como estos padres del desierto que se vencieron primero al peor enemigo que está dentro del hombre, que es la soberbia y el ansia de hablar de más.

Nos falta humildad, nos falta silencio interior.

No se ven los frutos buenos de la apertura y diálogo con el mundo, pues el mundo hizo al hombre su nuevo dios, y los hombres del verdadero Dios, muchos buenos sacerdotes, en los últimos años están sentenciados a morir lentamente enfermos y ancianos, obedeciendo a sus superiores, sin ver los frutos que les prometieron con la primavera de la Iglesia, nada ha sido cierto de las promesas de los años sesenta, de los cambios que rayan en abusos, de las teologías de libertad y del pueblo, porque de tener una Iglesia pujante, solo quedan los edificios.

Hagamos caso a San Pablo que dijo a los efesios: “Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en el aire. Por eso tomemos las armas de Dios, que pueden resistir en el día funesto y mantenernos firmes después de haber vencido todo”. Aprendamos de los padres del desierto porque ellos encontraron a Dios venciendo al mundo, venciéndose a sí mismos.

Jorge A. Rangel Sánchez

Esperamos que este artículo en el que se nos ofrece una solución ante los cambios que se producen les haya gustado y les recordamos que Vds. también pueden escribir en Marchando Religión…¡Apúrense, sólo en Julio y Agosto Tú puedes escribir en Marchando Religión!

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Author: Jorge A. Rangel