La paternidad en la familia: la verdadera caballería cristiana

Quienes son llamados por Dios a la paternidad en la familia tienen la misión no solo de salvar su alma cumpliendo su estado, sino también a santificar a los demás mediante la caridad y la auto-entrega.

La paternidad en la familia: la verdadera caballería cristiana, por Peter Kwasniewski, para LifeSiteNews

El rol del padre está relacionado con la vocación de Adán en el plan de la creación: dar nombre a las criaturas de Dios mediante el conocimiento y el cuidado del jardín del mundo a través del arte. Sin embargo, el conocimiento humano se puede agriar en el “orgullo de la vida” (1 Juan 2, 16) y en la tecnología. Cuando esta es manejada como un instrumento de explotación puede transformarse en una especie de violación de la naturaleza. Combatiendo contra cada una de estas tentaciones primarias, el hombre (vir, varón) está destinado a confiar humildemente en Dios, a buscar Su sabiduría y ayuda superior, a ejercitar la vida de castidad, y a mortificarse para dominar los instintos. Sus habilidades tienen su mejor uso cuando ellas se colocan a los pies del otro.

 Al abordar los temas del conocimiento y de la técnica el Papa Juan Pablo II expresó el mismo pensamiento en “Cruzando el umbral de la Esperanza”:

El hombre es sacerdote de la creación. Cristo ha confirmado para él una vocación y dignidad tales. La criatura realiza su opus gloriae por el mero hecho de ser lo que es, y por medio del esfuerzo de llegar a ser lo que debe ser. También la ciencia y la técnica sirven en cierto modo al mismo fin. Sin embargo, en cuanto obras del hombre, pueden desviarse de este fin. Ese riesgo está particularmente presente en nuestra civilización que, por eso, encuentra tan difícil ser la civilización de la vida y del amor. Falta en ella el opus gloriae, que es el destino fundamental de toda criatura, y sobre todo del hombre, el cual ha sido creado para llegar a ser, en Cristo, sacerdote, profeta y rey de toda terrena criatura.

La caballería, una tradición imbuida de honor cristiano, se caracteriza por una desinteresada dedicación al bien de los demás, especialmente de aquellos más vulnerables, tal como Tracey Rowland describe en su encantador nuevo libro Retratos de Nobleza Espiritual: caballería, cristiandad y cultura católica (Angelico Press, 2019). La persona verdaderamente caballeresca coloca las “vidas y el amor” de los demás por sobre su propia vida y amor propio.

La vocación de padre es una forma del llamado universal a la santidad, un llamado que se encarna principalmente en obras de amor. La santidad no es una abstracción. Significa ser fiel al deber de uno en la vida, hacer sacrificios por los seres queridos, abrir espacio para que otras almas florezcan, ayudar donde la ayuda se necesita. En este sentido es que el padre está presente para su esposa y sus hijos, como un santo está presente para el mundo: cada uno representa a Cristo frente a los otros. En una familia donde el amor cristiano es el medio y la meta, la posibilidad de desesperar, para efectos prácticos, es impensable. Sufriremos, la fe cristiana no ofrece una panacea, pero nuestro sufrimiento es parte de la vida que abrazamos de buen grado por amor a Dios, quien convierte las dificultades en una fuente de mérito y gloria.

La paternidad es una realidad salvadora en la medida que el hombre cumple su rol como “salvador” del mutable mundo de la vida cotidiana. Uno que, unido a Cristo, redime la monotonía y exalta lo humilde. Si, por la gracia de Dios, tal resuelta dedicación se convierte en real, tan tangible como la unión por la que un hombre y una mujer se poseen mutuamente, tan real como la concepción y el nacimiento del fruto de su abrazo, entonces la familia escapará de la pobreza interna hacia la cual se encuentra peligrosamente abierta, especialmente en una época donde la falsedad ha usurpado el lugar de la verdad y donde los compromisos mundanos han manchado sus corazones.

Al final, ¿qué debe esforzarse un hombre por salvar? Él debe salvar o restaurar la vida-en-comunidad, la vida como don. Rescatar la vida de la pasividad, protegerla tanto como pueda de los embates de la desgracia, dotarla de sentido, habituarse a sí mismo y a sus hijos a practicar la religión. Explica Gabriel Marcel que la paternidad:

Solo existe como el cumplimiento de una responsabilidad, respaldada y sostenida…Probablemente en contraste con la inercia y la ceguera es como mejor podemos entender lo que el acto puro de la paternidad debiera ser. Me refiero con esto a que un gasto propio puede ser comparado con un don, porque prepara y requiere un compromiso, y porque sin esto es anulado.

En la raíz de la paternidad encontramos el deseo creativo, capturada en una simple frase que engloba el carácter de esta vocación. Marcel de nuevo:

Podemos ver con suficiente claridad que la vœu créateur implica la combinación de una profunda humildad personal y una inquebrantable confianza en la vida concebida no como una fuerza natural, sino como un orden insondable, divino en su principio.

Cuando es llevada a cabo seriamente y aprobada por la auto-donación, la paternidad hace a Dios más presente en el mundo, por así decirlo, porque brinda algo de Su justicia, misericordia y amor para llevarlas a las esferas naturales y sociales en las cuales nos movemos.

El Apóstol San Pablo instruye a los cristianos a “redimir el tiempo” (cf. Efesios 5, 15-16).

¿Qué es la paternidad sino quizás la principal manera para que un hombre arraigue su amor temporal en la inmortalidad dejando detrás suyo un testamento de sacrificio, y dando testimonio de esa riqueza interior que no tiene precio? La generosidad, el amor que no tiene precio, es el legado de Nuestro Señor a sus seguidores. Un hombre que se dedica a su familia está aprendiendo, y al mismo tiempo enseñando, la sabiduría de Cristo. Porque el mundo contemporáneo se encuentra deslumbrado por el hechizo de la tecnología, por el ardid de la conveniencia, por el ajetreo de la gratificación, y, en la raíz de esto, por el repudio de lo sagrado, es que no debiera sorprendernos encontrar por todos lados alrededor de nosotros el fenómeno de la irresponsabilidad moral, el cansancio de la vida, el escepticismo hasta la médula, la soledad y la traición.

Estamos felizmente sorprendidos y agradecidos cuando conocemos hombres y mujeres que, de alguna manera, se han retirado, sin cicatrices, del caos. “La vida del hombre es una batalla” dice Job. De hecho, hoy más que nunca los padres católicos están llamados a ser soldados de Cristo, protegiendo a sus familias y defendiendo las verdades de nuestra fe a tiempo y a destiempo.

Vista en su naturaleza y suprema importancia, la paternidad es una expresión de piedad hacia la creación y su inviolable santidad, y una exaltación de la Santa Cruz. Es, en una sugestiva frase de Macel, “la consagración de lo real”. Santificar al mundo es al mismo tiempo una cruz, porque nuestros corazones y los corazones de los demás resisten al amor de Dios, y también una resurrección, porque la gracia de Dios triunfa en aquellos que perseveran.

Ahora estamos en una mejor posición para apreciar la frase de Carles Péguy: “¡los padres de familia, esos grandes aventureros del mundo moderno!”

Peter Kwasniewski

Puedes leer este artículo en su sitio original: http:// https://www.lifesitenews.com/blogs/fatherhood-in-the-family-true-christian-chivalry

La paternidad en la familia es un llamado a la santidad. ¿Estamos entonces todos llamados a ser santos? Te invitamos a ver este video de Agnus Dei Prod.

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