Lo que nosotros necesitamos para restaurar la liturgia católica es volver a la adoración tradicional, no a una mezcolanza moderna a la que le faltan la mayoría de aquellos atributos
¿Por qué el buen arte y la práctica reverente no son la clave para restaurar la liturgia católica?, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
Un amigo me expresó su preocupación por de mi fuerte defensa de la Misa Tradicional latina y por mi continua crítica a la reforma litúrgica. Me preguntó porqué no era suficiente enriquecer la Misa reformada con elementos de la tradición católica poco a poco, cuando la ocasión lo permita. También me preguntó cuál era la base de mi escepticismo para con la autoridad de la Iglesia y si yo corría el riesgo de rechazarla al modo protestante.
Querido N:
Gracias por tu carta, y especialmente por tus amistosas palabras y preocupación. Estoy grabado diciendo que es algo bueno, hasta cierto punto, cuando los católicos son expuestos a los elementos de la tradición, ya sea el canto, a la hermosa himnodia o la polifonía, a los masculinos servidores del altar propiamente vestidos, a la Misa ad orientem, a la comunión en la lengua arrodillados, etc, donde y cuando sea que ellos asistan a la iglesia. Estas cosas son parte de nuestro patrimonio y nos forma en la verdadera Fe.
Al mismo tiempo, la condición relativamente aislada y disociada de estos elementos en el catolicismo postconciliar los hacen ser más bien como restos y desechos flotantes del titánico naufragio de la década de 1960. Ellos se encuentran todos juntos, en casa, en su original configuración, harmonía y unanimidad, en los ritos de la liturgia tradicional de la Iglesia, occidental y oriental. Esto es lo que yo sostengo en mi conferencia “Más allá de “los olores y las campanas”: porqué necesitamos el contenido objetivo del Usus Antiquior”, la cual identifica inductivamente los atributos universales de los ritos eucarísticos tradicionales que precedieron al Novus Ordo. Lo que nosotros necesitamos es volver a la adoración tradicional, no a una moderna mezcolanza moderna a la que le faltan la mayoría de aquellos atributos.
No todos pueden volver inmediatamente al punto antes de que comenzaran las serias desviaciones, poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Movimiento Litúrgico se volvió radical y perdió su rumbo, sino las generaciones más jóvenes que están bastante abiertos al trabajo de restauración, estando libres del bagaje acarreado por las personas mayores que tuvieron que arreglárselas con lo que se les dio (o no se les dio).
La evangelización más efectiva en nuestros tiempos será una que acentúe lo maravilloso, bello y “extraño” de lo divino, más que su familiaridad doméstica y accesibilidad racional.
Para mí es difícil ver cómo ahí en el mundo del Novus Ordo podría haber una efectiva determinación, organización, visión clara y apoyo episcopal para lograr lo que las personas de Adoremus (defensores de la “forma Ordinaria reverente) imaginan. Fuera de raras avanzadas, este proyecto es más un barco hundiéndose que un barco aún no probado. Si tuviera que apostar, apostaría a que todos estarían en la Misa Tradicional, no porque la amen, sino porque creo que tiene poder de calma. Si resistió un intento de suprimirla totalmente por la institución más poderosa en el mundo clamando hacerlo en el nombre de Dios y demandando ciega obediencia, puede obviamente resistir cualquier otra cosa más que la modernidad o la postmodernidad hayan arrojado o puedan arrojarle.
¿Puedo diferir respetuosamente contigo acerca de la nomenclatura? Me objetas el uso de las frases “Novus Ordo” y “Misa nueva”. Sin embargo, el Papa Pablo VI en 1965 (y no fue la única vez) dio una audiencia papal en la cual él describió la misa interina de 1965 con la palabra “nueva” once veces: “nueva, asombrosa, cambiada”; “nuevo orden” (= Novus Ordo); “nuevo esquema de cosas”; “nuevos libros litúrgicos”; “nueva forma” (dos veces); “nueva liturgia” (dos veces); “nuevo hábito”; “innovación litúrgica”. Tenemos aquí a un Papa identificando el misal interino de 1965 como una cosa original, cuando esta fue mucho menos novedosa que el misal de 1969/1970. En 1969 Pablo VI usó un completo bombardeo de palabras similares para caracterizar el Novus Ordo, y en 1976 él fue más adelante y usó la frase “Novus Ordo Missae.” El modo de hablar proviene en su totalidad del mismo Papa Pablo VI, y no veo razón para no seguir sus exactas descripciones. Para la objeción de que son “casi cincuenta años”, simplemente señalaría que cincuenta años es un minúsculo 3.125{a28caa5256ef5c99ad8018d288d4660307d817b265b2401469694a7ea8a1dee6} de los 1600 años de historia del rito Romano. Mientras que la obra de Pablo VI puede ser antigua en los términos de la vida de un hombre, es brillantemente nueva en comparación con el arco milenario y medio de liturgia occidental en continuo desenvolvimiento.
Tú y yo somos ambos músicos fuertemente formados por la búsqueda de lo bello. Hemos compuesto un montón de música para la liturgia reformada. Yo he compuesto mucho tanto en inglés como en latín, y mi música en inglés casi nunca será usada en la MTL. El hecho es que el arte de la música era mi “lugar oculto” donde, por un tiempo, encontré refugio del dolor de saber lo que había adquirido estudiando la historia y la teología de la liturgia. Llegó a un punto en el que tuve que admitir que las bellas artes, aunque cautivadoras, simplemente no eran suficientes para abordar la raíz del problema. Era como estar envolviendo con una venda una extremidad cortada esperando a que se regenere. El vendaje puede reducir el sangrado, pero no restaurará integralmente el cuerpo dañado, no funcionalmente donde el miembro está perdido.
Esto no significa disminuir el valor inherente que tiene el arte bien hecho o el poder que tiene para mover, edificar, elevar; y en esa medida, yo admiro que buenos compositores, arquitectos y otros artistas católicos están haciendo para mejorar el “tono” del Novus Ordo. Pero cuando observo el cuadro completo, veo este tipo de esfuerzo como un puente tambaleante que conduce de una reforma defectuosa a un completo legado.
Incluso aunque pienso que los ritos reformados son defectuosos y dañinos, también reconozco que han sido y pueden ser ocasiones de gracia para los individuos. Tal como claramente San Agustín y Santo Tomás nos enseñan, siguiendo a las Sagradas Escrituras, el Señor siempre saca bien del mal. Entonces según mi punto de vista, es posible estar en desacuerdo tanto con la reforma, como a su vez aceptar que ha sido un vehículo de gracia para algunos, aunque ha sido una ocasión de pecado para muchos otros, comenzando con sus arquitectos quienes pecaron gravemente contra la virtud de la piedad por la tradición.
Entonces te haces la pregunta del millón de dólares: ¿Qué es lo hacemos con la autoridad de la Iglesia en todo esto? ¿Ha estado durmiendo al volante? ¿Ha estado colocando minas a la misma Iglesia a la que se supone debe apoyar y servir? ¿Tenemos justificación de oponernos alguna vez contra lo que las autoridades eclesiásticas han determinado ser lo mejor para nosotros en el ámbito de la liturgia o eso nos convierte en unos renegados impulsados por nuestro juicio privado?
Una de las cosas más difíciles de mi vida como católico ha sido enfrentar el problema de las grandes fallas de parte de los obispos católicos.
Fallas menores las tenemos todos, y nadie puede escapar de ellas, pero estamos observando un doble sistema de abusos: abuso de la herencia litúrgica y abuso de las más inocentes y vulnerables personas del Señor. Lamentablemente ambos se relacionan entre sí, como expongo en este artículo. Tomemos a alguien como Rembert Weakland, quien fue una de las mayores figuras de la reforma litúrgica y, tal como se descubrió posteriormente, un homosexual activo, y lejos está de ser el único.
Pienso que es parte de una difícil renuncia ser capaz de decir que, sin negar que obispos y papas verdaderamente poseen su oficio y sin desobedecerlos contumaz y perniciosamente en aquellas materias sobre las que ellos tienen legitima autoridad, se han cometido serios errores y crímenes, de los cuales debemos recobrarnos y que tenemos el deber de resistir a aquellos que los defienden (por ejemplo, obispos que prohíben a los católicos recibir a Nuestro Señor en la lengua).
El Señor ha suscitado en muchos laicos el conducir este esfuerzo y hay buenos sacerdotes y obispos en el mismo movimiento de una verdadera reforma, lo cual significa, como dice Martin Mosebach, una vuelta a la forma, esto es, una intensificación de la disciplina y no su relajación.
De alguna manera no se podría haber predicho solo sobre la base de una concepción neo-escolástica de cómo trabaja la autoridad de la Iglesia. Parece no solo posible sino que es una verdad innegable, que las mayores desviaciones han ocurrido por el ejercicio abusivo de esta autoridad. Esto ha probado lo necesario y saludable que es para los miembros del rebaño de Cristo no solo rechazar seguir ciertas directrices, sino también oponerse activamente a ellas. Incluso Summorum Pontificum, el pacífico tono el cual podría haber hecho pensar que Benedicto XVI estaba meramente clarificando algún desafortunado malentendido, es el resultado de décadas de conflicto en el cual los laicos y el bajo clero fueron puestos en contra de una jerarquía determinada a aplastarlos (y esto no es una exageración, como el libro de Leo Darroch lo muestra en horripilantes detalles).
Fue durante la Revuelta Protestante que los reformadores lo primero que asumieron fue construir liturgias de acuerdo con sus propias doctrinas y a las percepciones de lo que sus contemporáneos “necesitaban” (como Michael Davies demostró brillantemente en Cranmer’s Godly Order).
El Consilium en los años de 1960 actuó bastante de la misma manera, produciendo ritos de una manera en que ningún rito católico había sido producido en la historia de la Iglesia, más como bebés de probeta que hijos concebidos en el matrimonio naturalmente.
En una amarga ironía, aquellos que actuaron como protestantes fueron los reformadores litúrgicos trabajando para el Vaticano, no los católicos que se aferraron a la estable tradición que expresa perfectamente la enseñanza dogmática de la Biblia y de los Concilios ecuménicos.
No estoy convencido que al pedirme aceptar estos ritos como autorizados y católicos, a uno no se le pida que actúe en contra de una conciencia bien informada. A mí me parece un suicidio intelectual aceptar que lo que Bugnini y Cía, Ltda., nos han dado esté en armonía con la tradición precedente. Aquí estamos tratando con un misterio de iniquidad que mendiga la creencia, pero sin embargo está rodeada con la kenosis y la victoria de Cristo mientras avanzamos hacia el fin de los tiempos.
Que el Señor nos guíe por el camino de una tradición recibida con humildad, cultivada en el amor y enriquecida con los frutos de siglos de fidelidad y de cultura católica.
Cordialmente tuyo en Cristo,
Dr. Kwasniewski
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por lifesitenews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo sobre el cómo restaurar la liturgia católica en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/why-good-art-and-reverent-practice-are-not-the-key-to-restoring-catholic-liturgy
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