¿Es posible pensar una política católica? El objetivo de este artículo es iniciar una reflexión al respecto para poder salir de la confusión del mundo de hoy y sacar de la reclusión de la conciencia individual los principios y valores universales propios de un ordenamiento social cristiano.
Catolicismo y política (1ª parte), ¿Es posible una política católica?, un artículo de Leonardo Olivieri
¿Se puede pensar y reflexionar sobre la posibilidad de una política católica en el mundo actual?Los católicos vivimos diariamente los embates de un mundo secularizado en donde el laicismo provocó que el cristianismo haya sido recluido al ámbito de la conciencia subjetiva, o sea, en la esfera privada de cada individuo. Estamos ante una sociedad menos católica desde el punto de vista doctrinal y de la fe. La confusión y el “mestizaje religioso” parece ser la regla general que aplica una parte de la jerarquía eclesiástica, conjuntamente con el despliegue de una ideología de la misericordia, del sincretismo y de un humanismo con un Jesucristo diluido y reducido a las sombras.
Así es que en el mundo de hoy, ya no se piensa que el cristianismo sea principio y fundamento de un orden social, político y económico. Y si alguna fuerza política enuncia valores cristianos, es bajo el prisma de la modernidad y de la concepción política que ha impuesto la revolución. Entendemos aquí por revolución no sólo el quiebre radical de un orden establecido por métodos violentos, sino que la consideramos como una nueva ontología del ordenamiento social y del hombre en sí mismo. El ideario revolucionario implica fundamentalmente la desacralización de la sociedad y del ser humano y su autonomía absoluta con respecto a ideas y principios trascendentes. La revolución re-significa de manera radical los conceptos de libertad, de autoridad, de moral, de Estado e incluso del mismo Dios. Todo injerencia de lo religioso católico es considerado irracional, retrógrado y oscurantista que limita y pone freno a esta dinámica de la libertad.
La sociedad moderna entonces se percibe como un modelo de superación de principios rígidos y externos al ser humano y postula la primacía de la libertad individual como capacidad del mismo ser humano de autodefinirse a sí mismo. Fuera del hombre no hay nada, cuando mucho pueden formularse especulaciones filosóficas sobre Dios, pero nada más que eso.
Entonces en este contexto, ¿qué es la política? o mejor dicho, ¿cómo viene re-significada en el mundo actual?. En la actualidad, a la política se la entiende desde la contingencia de las relaciones de poder, de la elección de gobernantes, de la modalidad del proceso de toma de decisiones, del conflicto entre diversos actores sociales, entre otros aspectos. Lo definitorio de la idea moderna de la política es su carácter autónomo e inmanente. La política se define autónoma de toda concepción valorativa externa, sea ésta de carácter moral o religiosa, autoproclamandose libre de todo condicionamiento externo que imposibilita la autodefinición de sí misma. A su vez, es de carácter inmanente ya que no se preocupa por alcanzar principios que estén fuera del mundo material o de la misma praxis política. El mundo material y temporal es su objeto, lo trascendente es ajeno a ella, además de ser una ficción, e incluso, es considerado como una intromisión que vulnera su libertad.
Por lo tanto, la política actual se independiza de conceptos universales y metafísicos y se concentra en los aspectos materiales de la sociedad. Se reemplaza la idea de Verdad y absoluto por el concepto de ideología y si se quiere, de diversidad de verdades.
La política vista de esta manera es una actividad orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos. También puede definirse como una manera de ejercer el poder con la intención de resolver, minimizar y administrar el choque entre los intereses encontrados que se producen dentro de una sociedad.
Reflexionemos un poco más sobre estos conceptos. Por una parte, lo social es visto como una multiplicidad heterogénea de identidades diversas, con sus respectivas lógicas. Esta diversidad produce una dinámica social inestable o de equilibrio parcial debido a la multiplicidad de intereses y conflictos latentes. Por otra parte, a la unidad implica necesariamente el accionar de reducción de esa multiplicidad, para lo cual se hace fundamental el ejercicio de la acción política y la utilización de los recursos de poder. La unidad es la consecuencia de anulación temporal de la multiplicidad y su potencia conflictividad y es por ende un objetivo primordial de la política.
Asimismo, los acontecimientos que producen la ruptura de la unidad son de carácter político. Entonces la política en un sentido más profundo, puede ser considerada como una dinámica inmanente de lo múltiple y de la unidad, de lo instituyente y de lo instituido. Los principios morales trascendentes quedan excluidos, ya que no hay una verdad única sino, verdades diversas y múltiples.
Para Alain Badiou, la política (siempre ligada a una acción) es creadora, creadora de tiempo- espacio, como lo es también emancipadora. La unidad, como se dijo más arriba, es reducción de lo múltiple (la vida es multiplicidad) a la unidad. Esa unidad es de carácter político, como también lo es el proceso de insurgencia de lo que queda afuera de la reducción a la unidad, o sea, del carácter múltiple. La crisis del sentido, refleja esa dinámica de construcción y de-construcción de los fundamentos de la vida y del orden social.
Los postulados de la denominada corriente filosófica de la política post-fundacional, argumentan que todo fin supremo o fundamento único del orden social y político es imposible. Esta imposibilidad está dada por un debilitamiento ontológico del fundamento único que conduce a pensar al fenómeno de lo político como un fundar parcial y en definitiva siempre fallido. Lo instituido no es más que temporal, parcial y fallido, abierto a ser cuestionado y si se quiere, subvertido. Su esencia, si la tiene, es interpretable, meramente finita y esta condena no perdurar.
Volvemos a repetir: nada hay por arriba ni más allá de la política y de su carácter puramente humano, no existiendo un fundamento último de lo social. La política es prescriptiva, no es ni programática, ni descriptiva. Prescribe porque su propia dinámica, da unidad y cohesión pero sin fundarse en principios externos a ella misma, tal como mencionamos en párrafos anteriores, ni tampoco estableciendo principios universales perdurables.
Otro punto importante que sostiene la concepción digamos, postmoderna de la política, es el sentido de libertad y el concepto de voluntad. Como dijimos antes, no hay ligazón entre política y conceptos trascendentes, la auto-justificación lleva necesariamente a exacerbar una idea de libertad auto-creadora y autónoma con respecto a principios externos. Lo que queda entonces es un movimiento libre de la voluntad sin limitaciones de alguna autoridad externa. Si hay una condición que permanece es la voluntad libre y su propio devenir sin ser el movimiento de lo concreto y objetivo.
El hombre visto de esta manera, es el resultado de este movimiento de libertad y voluntad, que se auto-construye por medio de un proceso de generación-transformación en el devenir de la historia. Al mismo tiempo, se considera que un orden social determinado es simplemente transitorio e históricamente conformado, en sí mismo no existe más allá de su tiempo.
De todo lo expuesto hasta ahora, resulta evidente la diferencia entre la concepción política actual y una perspectiva católica. Diremos que son concepciones diametralmente opuestas y que todo intento de reconciliación implicaría una reducción y el sometimiento de la visión cristiana, no sólo de la política, sino del hombre y del orden social.
En el próximo artículo expondré una introducción a la política católica para empezar a responder la pregunta inicial de este escrito.
Leonardo Olivieri
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