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Sacrificio agradable al Padre

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Desde todos los tiempos, el hombre ha ofrecido sacrificios y ofrendas con una finalidad, pero ¿Qué quiere decir un sacrificio agradable al Padre?

Sacrificio agradable al Padre, Rev. D. Vicente Ramón Escandell

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

1. Relato Evangelio: Jn 6, 51-58

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».

Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre».

2. Comentario al Evangelio

Dios, en su divina providencia, quiso a través de figuras y símbolos anunciar el misterio eucarístico que, llegada la plenitud de los tiempos, habría de manifestarse y realizarse por medio de su Divino Hijo. Este misterio, prefigurado y profetizado en el Antiguo Testamento, sería prometido por el mismo Dios en la sinagoga de Cafarnaúm. Allí, ante los rostros sorprendidos y escandalizados de sus oyentes y discípulos, Jesús proclama que sólo Él es el verdadero pan de vida, que su carne y su sangre son el alimento que nos une a Dios, el manantial de las gracias divinas y prenda estimable de la futura gloria. Escandalosa revelación, pero en la que se inicia el cumplimiento de las promesas de un nuevo culto y de una nueva presencia de Dios entre los hombres, que alcanzara su plena realización en la noche del Jueves Santo.

3. Reflexión

Sentado a la mesa con sus hermanos en la noche de la ultima cena, después de observar en todo la Ley acerca del convite legal, se da a Sí mismo, con sus propias manos, en alimento a sus doce discípulos, canta en este día el himno del Pange lingua.

Desde la noche de los tiempos, el hombre ha ofrecido sacrificios y ofrendas con la finalidad de atraerse la bendición y perdón de la divinidad. Esta intuición, imperfecta en un primer estadio de la humanidad, alcanzaría su primer perfeccionamiento en el culto del Antiguo Testamento, donde en la adoración del verdadero Dios, los ritos y signos cultuales iban prefigurando el único culto verdadero y agradable al Padre. En los sacrificios espirituales y materiales del Templo, el pueblo judío, a través de sus sacerdotes, daba gloria y alabanza a Dios, e imploraba su perdón y suplicaba el bienestar temporal y espiritual. Sin embargo, aun siendo agradables a Dios, estos sacrificios seguían siendo imperfectos, tanto por las victimas como por los oferentes. Demasiado materiales, estos no podían, por tal imperfección, alcanzar el perdón de los pecados y glorificar a Dios como Él se merecía. Sólo un sacrificio material imbuido de una profunda interioridad, podía satisfacer y glorificar a Dios, tanto por su víctima como por su oferente.

Este sacrificio perfecto, habría de ser realizado, para alcanzar esa finalidad, por Aquel en quien, de modo maravilloso, se unía lo material y lo espiritual, lo temporal y lo eterno. Y así, en el árbol de la cruz, en el mismo día que se inmolaba el Cordero Pascual, se ofrecía al Padre el Dios hecho hombre, Jesucristo, presentando como ofrenda su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Este sacrificio perfecto, del que eran imagen los de la Antigua Alianza, quiso el mismo sacerdote y victima perpetuarlo hasta su venida, de modo incruento, en la noche del Jueves Santo, ofreciéndose allí, sacramentalmente, y ordenando a sus discípulos celebrarlo hasta el fin de los tiempos.

Por ello, la Eucaristía es el acto de culto más perfecto que el hombre, en su culto a Dios puede ofrecer. De ahí, que no deba ser reducida a un mero acto histórico – festivo, o como marco para la reivindicación social o individual. Estos reduccionismos mundanos hacen que perdamos de vista el valor sobrenatural e infinito de cada celebración, donde Dios es alabado y adorado; y en la cual abrimos nuestro corazón pecador para pedir y recibir el perdón divino, y solicitar, al Padre de las misericordias, los bienes espirituales que necesitamos o recibir los que Él nos concede bondadosamente. Y para esto último, es fundamental la disposición con que celebramos y participamos en la santa Misa: no es lo mismo hacerlo en estado de gracia que en pecado mortal. De la primera manera recibiremos los dones divinos, mientras que en la segunda habremos ofendido a Dios en su presencia y nos alejaremos aún más de Él.

4. Testimonio de los Santos Padres

SAN CIRILO DE JERUSALEN (¿315? -387)

No los tengas, pues, por mero pan y mero vino, porque son cuerpo y sangre de Cristo, según la aseveración del Señor.

Pues, aunque los sentidos te sugieran aquello, pero la fe debe convencerte. No juzgues en esto según el gusto, sino según la fe cree con firmeza, sin ninguna duda, que has sido hecho digno del cuerpo y sangre de Cristo.

Catequesis mistagógica IV.

5. Oración

Señor y Dios Nuestro, que nos dejaste como prenda de tu amor, el misterio de la Eucaristía; haznos cada día más reverentes hacia ella, que la amemos que debe ser amada y que su recepción nos una cada día más a Ti. Que vives y reinas. Amen.

Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

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Author: Rev. D. Vicente Ramon Escandell
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad: Nacido en 1978 y ordenado sacerdote en el año 2014, es Licenciado y Doctor en Historia; Diplomado en Ciencias Religiosas y Bachiller en Teología. Especializado en Historia Moderna, es autor de una tesis doctoral sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús en la Edad Moderna