Orar al iniciar el día parece ser el secreto para el éxito cuando todo parece volverse denso y cuando el día no parece encaminarse nunca. No siempre es posible hacer muchas cosas, pero debemos tratar de hacer la “la única cosa realmente necesaria.”
El secreto para el éxito: orar al iniciar el día, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
¿Alguna vez has tenido la experiencia de un día que simplemente no parece encaminarse nunca? ¿Dónde se acumulan pilas de cosas y no puedes lidiar con ellas? ¿Dónde hay una sensación subyacente de frustración, de falta de concentración, de descontento con todos y con todo?
Sí, todos hemos estado ahí.
No estoy afirmando que esta sea la única o la mejor explicación para adaptarse a la situación de cada persona, sino que estoy hablando al menos por mí mismo. He descubierto que cada día que no comience con un momento de oración silenciosa casi siempre “termina mal” de esa manera. A la inversa, cuando me levanto temprano para tener suficiente tiempo para las Escrituras y parte del Oficio Divino, aunque el resto del día bien puede resultar muy difícil, sin embargo, nunca “descarrilla” ni se torna “imposible.”
A Santo Tomás de Aquino le gusta este axioma: “Lo último en la ejecución es lo primero en la intención.” O lo que los antiguos colocaban aún más sucintamente: réspice fimen, “mira el fin.” El axioma nos está diciendo que, cualquiera sea lo que al final queramos lograr eso ha de estar primero en lo que pensamos y en lo que queremos, así el poder de esta intención nos lleve algunas veces a través de un gran número de pasos intermedios entre el lugar en el que estamos ahora y donde esperamos arribar.
En nuestra vida humana vista como un todo, el último fin es la visión cara-a-cara de Dios en el cielo, en compañía de los ángeles y de los santos.
Y alcanzar este fin significará ordenar, armonizar e integrar innumerables pasos intermedios desde este momento hasta que respiremos el último. Para hacer esto, necesitamos no solo la gracia de Dios (¡que es un requisito primario!), sino también tener nuestra intención consciente de ese fin en forma regular, así nuestras acciones diarias podrán ser coherentes y decididas. Para ponerlo en simple: si estamos buscando el “significado del desastre”, lo encontraremos solo viéndolo todo sub specie aeternitatis, a la luz de la eternidad, a la luz de nuestra meta final.
Esto es entonces lo que se logra comenzando el día con la oración: en efecto, carga previamente “en orden al fin” en lo que sea que vaya a suceder ese día; lo hace en la presencia de Dios, quien está a cargo de todo y se pide Su gracia para mantener conectado el interminable flujo de eventos, incluyendo los sufrimientos que traerá con la inmutable fuente de vida
A Dios, nuestro fin último, se llega a través de la oración, mediante la cual, por Su gracia, entramos más profundamente en el misterio del amor abnegado que Él derrama en nosotros en el bautismo y en todos los sacramentos. Sin la oración, podríamos (en todo caso por un tiempo) “tener” esta unión con la Santísima Trinidad objetivamente, pero no sería el lugar donde habitáramos, ni la atmosfera donde respirarían nuestros pensamientos y deseos. Cuando entramos conscientemente en esta unión, sacamos de Dios, para quien nada es imposible, la fuerza para hacer todo el trabajo diario que Él nos pide.
Encuentro enorme comodidad y propósito en la silenciosa lectura de las palabras de la Sagrada Escritura cada mañana, mientras avanzo lentamente en el libro versículo por versículo por meses, pidiéndole al Señor que me enseñe lo que Él quiere que escuche y como puedo servirle, amarle, sufrir por Él, mejor y más que antes. Encuentro gran comodidad y propósito en rezar el oficio de Prima y asistir, cuando es posible, al Santo Sacrificio de la Misa en el rito tradicional. Estas realidades sólidas como roca son como los “montes eternos” de lo que habla la Biblia: permanente, estable, sólido, algo sobre lo cual el hombre no tiene control. “Eres resplandeciente y majestuoso, más que los montes eternos.” (Salmo 75, 5)
No siempre es posible hacer muchas cosas, pero debemos tratar de hacer “la única realmente necesaria”, es decir, sentarse a los pies de Nuestro Señor y empaparse de sus palabras, de Su presencia, en el comienzo de cada y todo día.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/the-secret-to-success-prayer-at-the-start-of-the-day
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