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Dios no es un abuelito de barba blanca

Continuamos con nuestra sección de Teología de la mano de Miguel Toledano y hoy, entre otras cosas, nos recuerda que Dios no es un abuelito como el del cuento.

Dios no es un abuelito de barba blanca. Un artículo de Miguel Toledano

La tercera cuestión de la Suma de Teología trata de la simplicidad de Dios.

Santo Tomás nos recuerda que el hombre está hecho a imagen y semejanza de su Creador. Por eso los artistas Lo representan a menudo con figura humana. Pero se trata de una licencia, puesto que en lo que el hombre se asemeja a Dios es en ser superior a todos los animales.

Esto no es sólo negado por la ideología animalista, que promueve el otorgamiento de derechos a las bestias. También algunas culturas, como la hinduista o la anglosajona, elevan a los animales de compañía a la categoría de miembros de la familia o incluso más, prefiriéndolos en ocasiones a los mismos seres humanos.

De ello deduzco yo que la pretendida igualdad de valor entre culturas, que está en la base del llamado multiculturalismo, no se sostiene. Al igual que el hinduismo, con su exaltación de la vaca, es un absurdo comparado con la civilización cristiana; también el animalismo británico, explotador de hombres en sus colonias, contrasta por defecto con la alta misión hispánica, evangelizadora de los pueblos.

Pero, ¿por qué son Dios y el hombre superiores a todos los animales? No solo porque gobiernen sobre ellos, el hombre por mandato divino. Sino, sobre todo, por estar dotados de razón y entendimiento.

Por otra parte, a Dios no se llega por pasos corporales, motivo por el que muchos ateos niegan Su existencia. Explica el Doctor Angélico que accedemos a Dios por la mente y el corazón (y del mismo modo nos alejamos de Él).

Dios no tiene cuerpo, ni tampoco alma, sino que es puro ser, absoluta y verdaderamente simple. Con ello sigue el gran dominico, una vez más, a su antecesor san Agustín. Esto no quiere decir que Dios no sea superior a todas Sus criaturas. Razona el aquinate que nosotros tendemos a considerar superior lo complejo e inferior lo simple.

Aunque esto no es necesariamente siempre así. En la música, por ejemplo, nos impresionan las melodías simples de gran inspiración. El afamado compositor alemán Johannes Brahms reconocía humildemente que lamentaba no haber concebido él los tranquilos compases iniciales del vals “En el bello Danubio azul”, considerados de una brillantez insuperable.

La quinta sinfonía de Beethoven, quizás la obra para orquesta más perfecta nunca dada al pentagrama, es el desarrollo de una misma nota repetida tres veces, más otra a continuación. Los acordes de Wagner en su “Anillo del Nibelungo” (por ejemplo, el de la naturaleza) o en “Parsifal” causan todavía asombro no sólo a sus devotos seguidores, sino también a muchos otros melómanos que ven en la sencillez del leit motiv un signo indiscutible de genialidad.

De igual forma, los tres órdenes arquitectónicos clásicos siguen representando, milenios después de su creación, el canon de la belleza, configurada por la pulcritud de sus líneas rectas y curvas.

Además, Nuestro Señor ensalzó el alma de los niños, frente a la complicación enmarañada de los argumentos adultos. En nuestra época divorcista y materialista, en la que los compromisos y hasta los juramentos se rompen con excusas de situaciones complejas, esa llamada divina a la mente infantil nos vuelve a recordar que la simplicidad puede gozar de un rango superior en el orden del ser.

Un último punto destaca nuestro autor. Dios no entra en la composición de los demás seres. Antes que el doctor de Aquino, en la universidad de París enseñaba el belga David de Dinant, capellán del papa Inocencio III.

¿Que tendrán los belgas que a menudo están en el origen de innovaciones y heterodoxias? Recordemos a Erasmo, a los condes Egmont y Horn, la Nueva Teología y la Escuadra del Concilio Vaticano II dirigida por el cardenal Suenens.

Fray David ya se basaba en Aristóteles antes de que santo Tomas lo popularizase para siempre entre la grey católica. Pero, a diferencia de nuestro autor, defendía que Dios formaba parte de toda la naturaleza como su materia prima. Este error filosófico se conoce con la denominación genérica de “panteísmo”. Todo es Dios. Spinoza y los idealistas alemanes volverían, siglos después, al mismo disparate; con lo que se reduce incluso su originalidad.

No piense el lector que esto es puramente teórico. De alguna manera, la herejía ha llegado hasta nuestros contemporáneos, cuando deifican no sólo al hombre, sino también a la naturaleza. Como en los ángeles no creen, resulta que todo es divino. Si hay algún Dios, cosa que muchos niegan, se confunde con sus criaturas.

Después del Concilio Vaticano II, la deriva se ha intensificado. El hombre ocupa un lugar central; la ecología, también. Las diecinueve naciones más desarrolladas del mundo y las pertenecientes a la Unión Europea se reúnen en Roma, antigua capital de la Cristiandad, para proclamar la divinización de la naturaleza.

Por si eso fuera poco, desde el centro de la península itálica toman una serie de aviones reactores altamente contaminantes con destino a Escocia, para seguir aburriéndonos una semana más con su panteísmo edulcorado de cambio climático. El presidente de los Estados Unidos se duerme no porque sea viejo, sino por el carácter plúmbeo del mensaje, que ni siquiera él se toma demasiado en serio. Hasta los actores de Hollywood acompañan a Greta Thunberg en sus algaradas cansinas, seguramente preparando una futura carrera hacia la Casa Blanca.

Unos pocos años antes de morir, la obra del padre Dinant fue declarada herética y quemada públicamente. Dios no es un abuelito de barba blanca, pero tampoco hemos de adorarnos a nosotros mismos ni al medio ambiente.

Al final de su viaje en la Divina Comedia, Dante asciende al Paraíso y ve un punto muy luminoso, rodeado de los coros angélicos. El canto XXXIII de dicha obra habla de una alta luz eterna que es cierta por sí misma, de gran profundidad y de la que se siente uno perdido al retirarse; forma universal en la que se encuentra todo el bien, que se ama y recrea a sí misma, pero en la que se refleja el ser humano.

Miguel Toledano Lanza

Festividad de Cristo Rey, 2021.

Pueden leer todos los artículos de esta serie:

La Teología, ciencia necesaria de Dios

La existencia de Dios es demostrable científicamente

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.