En el artículo anterior dejamos nada menos que a don Marcelino Menéndez Pelayo utilizar términos excelsos para referirse a la autobiografía que escribía Santa Teresa en Toledo hacia 1562.
De aquella época consta igualmente una carta dirigida a la Carmelita en su residencia palaciega de la Ciudad Imperial por el austerísimo San Pedro de Alcántara, defendiendo la pobreza evangélica para la reforma católica. En mayo, el Franciscano visitó a su amiga en la ilustre casa toledana.
La Doctora volvería a Toledo en 1568 y, una vez más, en 1569. Se había propuesto entonces fundar allí un convento de Carmelitas Descalzas, objetivo arduo al alcance sólo de almas con la perseverancia de la Santa. Al cabo de múltiples vicisitudes, el piadoso mercader toledano Alonso de Ávila se ofrecería como fiador de la monja para que quedase garantizado el pago del humildísimo alquiler. No pudo don Agustín, a pesar de sus muchas investigaciones, averiguar la ubicación exacta de aquel monasterio teresiano, más allá de que pertenecía a la parroquia de santo Tomé; sin embargo, propone la calle de San Juan de Dios como opción probable, aventurándose incluso a sugerir las viviendas señaladas con los números 18 y 20 en el origen de aquella modesta y a la vez gloriosa iniciativa.
Durante esa tercera estancia de Teresa Ahumada en Toledo encontró el sosiego suficiente, en la segunda mitad del año de 1569, para componer sus “Exclamaciones del alma a Dios”, obra mística de carácter didáctico.
Al cabo de un año pudo el monasterio trasladarse a un inmueble en propiedad y, además, de gran categoría. Para ello, junto al legado testamentario de otro mercader toledano, llamado Martin Ramírez, se empleó la dote de varias jóvenes toledanas que desearon abrazar la vida religiosa: Ana de Palma, Juana del Espíritu Santo y Beatriz Bautista. Gracias a lo cual, Teresa compró a Alonso Sánchez el Rico la suntuosa vivienda que éste se había construido a la izquierda de la fachada de la Capilla de San José, en el Torno de las Carretas (actualmente, calle Núñez de Arce número 5).
Dicha casa transformada en lugar sagrado seria sorpresivamente el destino que el General de los Carmelitas en Roma designaría para que la reformadora española, ya vieja y enferma, fuese encerrada durante más de un año, a partir de 1576. El mismo rey Felipe II hubo de interceder en favor de la religiosa frente a quienes no entendían la verdadera reforma de la Santa Iglesia.
Durante su arresto domiciliario avanzó Santa Teresa con la redacción de sus “Fundaciones”, nuevo texto de estilo autobiográfico que don Agustín califica como “un Quijote a lo divino”, por los paralelismos vitales entre el entrañable hidalgo manchego y la heroína castellana. En su reclusión toledana escribió igualmente Teresa Cepeda su “Modo de visitar los conventos”.
El enclaustramiento forzoso fue intelectualmente fructífero, toda vez que allí comenzó la gran autora mística también sus “Moradas del castillo interior”, que don Agustín considera obra maestra de teología y psicología.
Que conste que las envidias de los jerarcas carmelitas no quieren significar que las autoridades catedralicias toledanas rehusaran simpatía a la abulense. Por ejemplo, el Deán Don Diego de Castilla, que por entonces atraía a España al genial pintor Domenico Theotocopoulos, la consideraba su amiga.
En diciembre de 1577 resultaría asimismo encarcelado en Toledo San Juan de la Cruz, análogamente perseguido por las autoridades eclesiásticas. Como Santa Teresa, parece que la capital del Tajo le inspiró sobremanera, dando a la pluma su insuperable “Cantico Espiritual”. Tras nueve meses de incomprensible cautiverio, ató dos mantas y escapó del convento, llevándose bajo el brazo su poema inmortal. Una vez más, el inmenso rey Felipe protegió al fraile modélico de sus detractores.
Tras el fallecimiento de la fundadora, las Carmelitas abandonarían su segunda casa en 1583, para trasladarse temporalmente a las Tendillas, donde hoy se encuentran las Capuchinas. En 1608, volvieron a reubicarse, ya en su localización definitiva sobre la que se denominó plaza de Santa Teresa de Jesús hasta la actualidad.
Miguel Toledano
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La vida de Santa Teresa de Jesús: Carmelitas descalzos: Capítulo 1
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