En junio, el mes de la vera fraternitas, es donde encontramos a cuatro pares de hermanos de sangre que juntos se ganaron el cielo
Vera fraternitas: junio, el mes de los hermanos, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
Uno de los aspectos más hermosos de la liturgia tradicional romana es el rico calendario de los santos que se manifiesta antes nuestros ojos año tras año. En el moderno calendario de Pablo VI, el rito papal de 1969 removió más de 300 santos. Al mismo tiempo, reorientó la celebración de la primera parte de la Misa a un recorrido reglamentado a través de la Escritura e hizo optativo el uso de los “propios” que se referían a los santos. El resultado es una liturgia que siente mucho más distante y separada el culto a los santos y sus rasgos distintivos, sin que exista ninguna compensación para sentir más cercana y unida la adoración a Cristo su Rey. En una maravillosa paradoja, la intensa veneración de los santos en la Misa latina, especialmente de Nuestra Señora que es mencionada diez u once veces, en comparación con una a cuatro menciones en el rito de Pablo VI, tiene una manera de realzar la sublime dignidad del Hijo de Dios, del cual todos los santos son imágenes y al cual ellos ven cara a cara como heliotropos siguiendo el curso del sol. El culto a los santos, lejos de desvirtuar el señorío de Cristo, más bien manifiesta su poder y alcance. Él es aún más grande cuando vemos lo grandioso de Su corte.
Entonces hay, de tiempo en tiempo, “agrupaciones” especiales dentro de la gran compañía de los santos que encontramos dispuestas para nosotros en el calendario tradicional, por la obra oculta de la Divina Providencia. Un ejemplo es lo que me gusta llamar “el mes de los hermanos”, junio, donde encontramos un par de cuarteto de hermanos de sangre que juntos se ganaron el cielo.
El 9 de junio celebramos la fiesta de los Santos Primo y Feliciano, así descritos en el Martirologio romano:
“En Nomento de los Sabinos, el triunfo de los santos mártires Primo y Feliciano hermanos, en tiempo de los Emperadores Diocleciano y Maximiano. Estos gloriosos mártires, después de haber vivido una larga vida en el servicio del Señor y padecido, unas veces juntos y otras separadamente, diversos y exquisitos tormentos, al cabo, ambos juntos, atravesados por una espada, de orden de Promoto, presidente de Nomento, consumaron la carrera de su feliz combate. Los cuerpos de estos mártires fueron más tarde trasladados a Roma, y honoríficamente colocados en la Iglesia de san Esteban Proto Mártir, en el monte Celio.”
El 18 de junio, sumado a San Efrén, confesor y doctor, la conmemoración de los Santos Marcos y Marceliano, acerca de los cuales el Martirologio dice:
“En Roma, en la Vía Ardeatina, el tránsito de los santos mártires Marcos y Marceliano hermanos, a quienes, en la persecución de Diocleciano, presos por el Juez Fabiano, y atados a un tronco, clavaron los pies con clavos agudos; y como no cesasen de alabar a Cristo, les atravesaron con lanzas los costados, y con la gracia del martirio pasaron al reino celestial.”
Si se dice la Misa de los hermanos (se usa más decir la Misa de San Efrén que se añadió después al calendario, pero para añadir las oraciones obligatorias para Marcos y Marceliano), este muy especial texto del Aleluya se recitaría o cantaría: “Aleluya, Aleluya. Esta es la verdadera fraternidad, que nunca pudo ser violada por la lucha; habiendo derramado su sangre, siguieron al Señor. Aleluya.”
El 19 de junio, fiesta de Santa Juliana Falconieri, se conmemoran los santos Gervasio y Protasio:
“En Milán, los santos mártires Gervasio y Protasio, hermanos; al primero mandó el Juez Astasio que le azotaran con cordeles emplomados hasta expirar; al otro, después de apaleado, que le cortaran la cabeza. Sus cuerpos hállalos por divina revelación san Ambrosio, bañados en sangre y tan incorruptos como si en aquel mismo día hubiesen sido martirizados. En su traslación recobró vista un ciego al contacto del féretro y muchos endemoniados se vieron libres.”
Finalmente, el 26 de junio es la memoria de los santos Juan y Pablo, cuya la devoción en Roma era tan fuerte que sus nombres se encuentran en el canon romano. El martirologio nos da un breve relato:
“En Roma, en el monte Celio, los santos mártires Juan y Pablo, hermanos, el primero de los cuales era mayordomo y el segundo secretario de la Virgen Constancia, hija del emperador Constantino; y ambos, después, en tiempo de Juliano el Apóstata, muertos por la espada, recibieron la palma del martirio.”
Sorprendentemente, la Colecta de esta última fiesta define una nueva forma de “hermandad de sangre” que se logra por la fe en Cristo, que derramó Su sangre por nosotros y por el derramamiento de la propia sangre por Él:
“Pedímoste, oh, Dios todopoderoso, que el gozo de la festividad de este día se duplique en nosotros por la gloria de los santos Juan y Pablo, a quienes una misma fe y martirio hizo verdaderamente hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo.”
El Gradual de la Misa está tomado del Salmo 132: “¡Oh cuán bueno es y cuán delicioso vivir unidos los hermanos!”, y el Aleluya repite lo del 9 de junio, continuando y completando la meditación de la Colecta “Aleluya, Aleluya. Ésta es la verdadera fraternidad, que vence los crímenes del mundo; siguiendo a Cristo, posee el ínclito reino celestial. Aleluya.”
Podría mencionarse una ironía final: mucho de los santos removidos con Pablo VI son santos que los católicos romanos veneran en común con la Iglesia Ortodoxa. Esto es así para los tres de estos pares de hermanos de junio: Marcos y Marceliano (cuya fiesta en el calendario oriental es el 18 de diciembre); Gervasio y Protasio (celebrados por el Oriente el 14 de octubre); y Pablo y Juan (observados el mismo día). Uno de los legados más dañinos de la reforma litúrgica fue el injerto simultáneo de elementos ajenos cuasi bizantinos en el rito romano y la purga de elementos genuinamente comunes que siempre habían estado ahí. Un golpe contra la fidelidad al tipo como también a la verdadera fraternidad eclesiástica.
Haec est vera fraternitas: esta es la verdadera fraternidad que une a los mártires, que une a todos los cristianos en los vínculos de la fe y el sufrimiento, donde sea que estemos, cualquiera sea nuestro estado o status. Al revés de la lógica del mundo, que dice que la sangre es más espesa que el agua, el cristianismo nos muestra que el agua es más espesa que la sangre. El compañerismo espiritual inaugurado por el bautismo nos une más profunda y eternamente que los vínculos de generación biológica y la cultura familiar. De hecho, es precisamente el bautismo cristiano de ambos esposos lo que permite su natural amor humano y al acto de generación ser elevado al nivel de la caridad y fecundidad sobrenatural en el sacramento del matrimonio, y es el mismo bautismo vivido el que hace de la familia una imagen de la vida social de los bienaventurados en el cielo.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/vera-fraternitas-june-the-month-of-brothers
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