MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO. Talitha qmi Rev. D. Vicente Ramón Escandell
MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
Talitha qmi
1. RELATO EVANGELICO (Mc 5, 21-43)
Habiendo pasado Jesús otra vez con el barco a la opuesta orilla, concurrió gran muchedumbre de gente a su encuentro; y estando todavía en la ribera del mar, vino en busca de El uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, el cual luego que le vio se arrojó a sus pies, y con muchas instancias le hacía esta súplica: «Mi hija está a los últimos; ven y pon sobre ella tu mano para que sane y viva». Fuése Jesús con él, y en su seguimiento mucho tropel de gente que le apretaba.
En esto una mujer, que padecía flujo de sangre doce años hacía, y había sufrido mucho en manos de varios médicos, y gastado toda su hacienda sin el menor alivio, antes lo pasaba peor, oída la fama de Jesús, se llegó por detrás entre la muchedumbre de gente, y tocó su ropa, diciendo para consigo: «Como llegue a tocar su vestido, sanaré». En efecto, de repente aquel manantial de sangre se le secó, y percibió en su cuerpo que estaba ya curada de su enfermedad. Al mismo tiempo Jesús, conociendo la virtud que había salido de sí, vuelto a los circunstantes, decía: «¿Quién ha tocado mi vestido?» A lo que respondían los discípulos: «Estás viendo la gente que te comprime por todos lados, y dices: ¿quién me ha tocado?» Mas Jesús proseguía mirando a todos lados para distinguir a la que había hecho esto. Entonces la mujer, sabiendo lo que había experimentado en sí misma, medrosa y temblando se descubrió: y postrándose a sus pies, le confesó toda la verdad. El entonces le dijo: «Hija, tu fe te ha curado; vete en paz, y queda libre de tu mal».
Estando aun hablando, llegaron de casa del jefe de la sinagoga a decirle a éste: «Murió ya tu hija; ¿para qué cansar en vano al Maestro?» Mas Jesús, oyendo lo que decían, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, ten fe solamente». Y no permitió que le siguiese ninguno, fuera de Pedro, y Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Llegados que fueron a casa del jefe de la sinagoga, ve la confusión y los grandes lloros y alaridos de aquella gente. Y entrando dentro les dice: «¿De qué os afligís tanto y lloráis? La muchacha no está muerta, sino dormida». Y se burlaban de Él. Pero Jesús, haciéndoles salir a todos fuera, tomó consigo al padre y a la madre de la muchacha, y a los que estaban con El, y entró a donde la muchacha estaba echada. Y tomándola de la mano le dice: «Talitha qmi»; es decir: «muchacha, levántate, yo te lo mando». Inmediatamente se puso en pie la muchacha, y echó a andar, pues tenía ya doce años: con lo que quedaron poseídos del mayor asombro. Pero Jesús les mandó muy estrechamente que nadie lo supiese; y dijo que diesen de comer a la muchacha.
2. Comentario exegético
El uso eufemístico del sueño para la muerte es usual al pueblo judío. Así anunció Cristo la muerte de Lázaro (Jn 11,11.14). En las tumbas judías de Roma se lee frecuentemente: <<Que en paz (sea) tu sueño>>. Pero aquí el contraste entre muerte y sueño no permitía la interpretación eufemística. Y, sabiendo aquellos mercenarios fúnebres la realidad de la muerte de la niña, se rieron de Cristo. Pero ¡dormía! Porque Él precisamente venía a despertarla. Igual que lo hizo con Lázaro (Jn 11, 11)
Sólo permitió en la habitación de la niña muerta a sus padres y a sus tres apóstoles. Y << todos los demás los hecho fuero>> (Mc)
Y acercándose al lecho, tomo a la niña de la mano y le dijo unas palabras aramaicas que Mc – Pedro conservaron: Talitha qum(i), que significa: <<Niña, levántate>>. Lo que Marcos traduce para sus lectores étnico – cristianos. Marcos intercala en la versión de la formula el <<(Yo) a ti te digo>>, para destacar la autoridad de Cristo. Un tema eje de los evangelios.
Y al instante la niña se levantó y echó a andar. San Marcos y san Lucas harán ver la posibilidad de esto, pues tenía ya doce años. Y Cristo mandó que diesen de comer a la niña. Tenía esto dos finalidades: una apologética, demostrar aún más la verdad de la resurrección (Lc 24, 41-43), y otra demostrar la duplicidad del milagro: no sólo la había resucitado, sino curado; la necesidad de comida le haría ver la perfecta salud que ya gozaba.
3. Reflexión
Llegan a casa del jefe de la Sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: <<¿Qué estrepito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida.>>
Para Jairo y los suyos, estaba muerta la niña. No lo estaba para Jesús, sino solamente dormida.
Descansaba el cuerpo de la muchacha, mientras su alma estaba a la ordenes de Dios que la había criado, y que iba a mandarla informar de nuevo el cuerpo que por unos momentos dejó. De aquí, dice san Beda, viene la costumbre de que llamen los cristianos a sus muertos “durmientes” o “dormidos”: “Se ha dormido en la paz de los justos”, decimos. Es que todos hemos de resucitar, según nuestro dogma nos lo enseña. Desde este momento, la muerte no es más que un sueño: ¿qué importa que sea breve, como la de los resucitados del Evangelio, o largo, como el de quienes hemos de esperar la resurrección final?
Nuestro Redentor vive, y él nos vivificará en su día: tengamos guardada en nuestro pecho esta esperanza, porque <<si de corazón crees que Dios le ha resucitado de entre los muertos, te salvaras.>>1
El anuncio de la resurrección del Señor ilumina las zonas oscuras del mundo en que vivimos. Me refiero particularmente al materialismo y al nihilismo, a esa visión del mundo que no logra trascender lo que es constatable experimentalmente, y se abate desconsolada en un sentimiento de la nada, que sería la meta definitiva de la existencia humana. En efecto, si Cristo no hubiera resucitado, el <<vacío>> acabaría ganando, nos recuerda el Papa Benedicto XVI.
En la historia de Jesús, ¿se entendería su muerte sin su resurrección? Más aún: ¿hubiera siquiera muerto Jesús, de no ser para resucitar? Recordemos, que es el propio Jesús quien, al anunciar su muerte, añade siempre el augurio reconfortante de su resurrección. El fracaso aparente y temporal de su muerte fue un hachazo a la fe, tierna todavía, de sus discípulos: de no haber resucitado Jesús, con su cadáver habría sido sepultado eternamente su Evangelio.
Dios, en su designio amoroso de salvar al hombre, ha obrado en Jesús, enviándolo al mundo, entregándolo a la muerte y, por fin, resucitándolo; y así lo ha establecido, en la totalidad de su ser y de su vida – muerte – resurrección, como el signo eficaz, como el sacramento de su voluntad salvífica.
Toda la vida – muerte – resurrección de Jesucristo no es más que la comunicación amorosa del Padre a su Hijo hecho hombre; pero esta comunicación amorosa no se cierra y concluye con el mismo Jesucristo, porque la voluntad de Dios es comunicarse amorosamente a todos los hombres.
El mismo movimiento de comunicación amorosa envuelve a Jesucristo y a los hombres; a él primariamente, como a primicias, primogénito, mediador; y a nosotros a través de él, como signo de la voluntad salvífica del Padre.
La resurrección de Jesucristo es la culminación de la acción salvífica del Padre, porque es la consumación de la donación de Dios al mundo. Dios no puede darnos más: se ha hecho <<nuestro Dios>> y <<nuestro Padre>>. En la Encarnación se nos da en su <<Hijo establecido en poder>>, hecho <<espíritu vivificante>>, constituido en el <<nuevo Adán>>; y en Él Dios nos da la nueva vida, la filiación adoptiva y el Espíritu con que clamamos Abba!, ¡Padre!. Ya solo queda en lontananza la consumación escatológica, cuando <<Dios sea todo en todos>>2.
4. Enseñanza de los Santos Padres
SAN JUAN CRISOSTOMO (344/354-407)
<<O es por no hacer ostentación de ello por lo que no permite que estén todos con El. Pero para tener después testigos de su divino poder, eligió a tres de sus principales discípulos y, como más necesarios que los demás, al padre y a la madre de la muchacha.
Sin embargo, da la vida a ésta con su mano y su palabra. «Y tomándola de la mano le dice: Thalitha cumi «, que debe interpretarse como: «Muchacha, levántate, yo te lo mando». La mano vivificadora de Jesús da vida al cuerpo de los muertos, y su voz los levanta. «Inmediatamente, prosigue, se puso en pie la muchacha, y echó a andar».>>
Catena Aurea
5. Oración
Señor y Dios nuestro, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, que resucitaste a tu Hijo de entre los muertos como signo manifiesto de su triunfo sobre el Pecado y la Muerte; haz que, fortalecidos con tu gracia, también nosotros participemos del triunfo de tu Hijo proclamado en su resurrección. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
1 Rom 10, 9
2 1 Cor 15, 28
Después de leer este artículo les recomendamos que se queden en nuestra sección de Espiritualidad
Les invitamos a seguir nuestros canal de youtube: MR
Nuestra recomendación en el Centro Pieper: El Apóstol Santiago, la Virgen del Pilar y la Evangelización de España
*Se prohíbe la reproducción de todo contenido de esta revista, salvo que se cite la fuente de procedencia y se nos enlace.
NO SE MARCHE SIN RECORRER NUESTRA WEB
Marchandoreligión no se hace responsable ni puede ser hecha responsable de:
- Los contenidos de cualquier tipo de sus articulistas y colaboradores y de sus posibles efectos o consecuencias. Su publicación en esta revista no supone que www.marchandoreligion.es se identifique necesariamente con tales contenidos.
- La responsabilidad del contenido de los artículos, colaboraciones, textos y escritos publicados en esta web es exclusivamente de su respectivo autor