MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO. Sumo Sacerdote de la nueva alianza. Rev. D. Vicente Ramón Escandell
MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
SUMO SACERDOTE DE LA NUEVA ALIANZA
1. Relato Evangélico (Jn 15, 1-8)
Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que no diere fruto en mí, lo quitará, y todo aquel que diere fruto, lo limpiará para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado.
Estad en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede de sí mismo llevar fruto si no estuviere en la vid, así ni vosotros si no estuviereis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: el que está en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. El que no estuviere en mí será echado fuera, así como el sarmiento, y se secará, y lo cogerán y lo meterán en el fuego y arderá. Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pediréis cuanto quisiereis y os será hecho.
En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y en que seáis mis discípulos.
2. Comentario exegético
El tema central de la pericopa es la necesidad de estar unidos a Cristo (v. 5). Pero hay dos modos de estar unidos a Cristo. Se habla de los fieles en general, tal como está redactado, aunque pudiera apuntar, originariamente a los apóstoles (v. 8)
Uno es por la fe, bautismo, pero sin obras. Al que así se comporta, el Padre lo <<cortara>> de la Vid – Cristo. El Padre, que ejerce el gobierno y providencia exterior, consumará la separación que, culpablemente, tenga ese sarmiento. Es efecto de la <<fe sin obras>>, que es <<fe muerta>> (Sant 2, 17). La fe que no <<opera por la caridad>> (Gal 5,6)
Así se anuncia el peligro trascendental en que están estos sarmientos. ¿Cuándo serán separados de Cristo? No se dice. En la muerte, por la pérdida de la fe, por una excomunión. Sin embargo, por la comparación literaria de textos de este mismo pasaje, en que se habla de los <<sarmientos cortados y echados al fuego>> (v. 6), acaso se refiera especialmente al juicio final, como se ve en los sinópticos (Mt 13, 40.42; 25,41). También se hacer ver la libertad del hombre y la culpabilidad de su no cooperación con la gracia (v. 5b-8).
La forma <<sapiencial>> en que es anunciado y el hablarse según la naturaleza de las cosas, no considera el caso en que el sarmiento desgajado pueda ser nuevamente injertado; lo que sería aquí el arrepentimiento y la penitencia.
3. Reflexión
Cristo, al presentarse como Sumo Sacerdote de los bienes futuros a través de un Tabernáculo más excelente y perfecto – no hecho por mano de hombre, es decir, no de este mundo creado – y a través de su propia sangre – no de la sangre de machos cabríos y becerros – entró de una vez para siempre en el Santuario y consiguió así una redención eterna1.
Consoladoras palabras las que dirige san Pablo a los cristianos procedentes del judaísmo, a fin de consolarles en medio de la prueba que atraviesan y de las dudas que suscita en ellos la nueva fe que profesan.
San Pablo se dirige a los cristianos procedentes del judaísmo, y en especial, a los que pertenecían a la clase sacerdotal, y que añoraban la magnificencia del culto del Templo y el sacerdocio de la Antigua Alianza. El Apóstol quiere fortalecer su fe y disipar en ellos toda nostalgia de un culto y un sacerdocio que han sido superados por el de la Nueva Alianza, más humilde, pero no por ello menos eficaz.
En un primer instante, el Apóstol recuerda a los antiguos sacerdotes el origen y misión de su antiguo ministerio: ellos fueron escogidos de entre los hombres, por Dios y consagrados según la Ley para ejercer la función mediadora, elevando suplicas y ofreciendo sacrificios por la santidad del Pueblo2. Sin embargo, a pesar de las buenas cualidades morales que la Ley exigía para el ejercicio del sacerdocio, y que brillaban en ellos, también se veían obligados a ofrecer sacrificios por la expiación de sus pecados, a fin de poder acceder al Santo de los Santos, y ofrecer sus oraciones y sacrificios por el Pueblo.
Con esto, san Pablo les recalca la imperfección del sacerdocio al que habían pertenecido, tanto por su origen, como por ellos mismos y por su incapacidad de satisfacer de modo perfecto por los pecados propios y del pueblo. El fundamento de su sacerdocio, aquel que ahora añoran, no estaba en sí mismo, sino en el de Aquel que es perfecto sacerdote y victima; pues, Cristo es la fuente de todo sacerdocio, pues el sacerdote de la antigua ley no era más que una figura de Cristo, mientras que el sacerdote de la nueva ley obra en su persona3.
Aquí, es donde san Pablo quiere centrar la atención de estos sacerdotes, nostálgicos de su antigua dignidad y de la aparente eficacia del sacerdocio según el rito de Aarón. Para él, a la luz de la revelación cristiana, el sacerdocio de la Antigua Alianza, aquel del que se sentían tan orgullosos, era una mera imagen, imperfecta como todas, del único sacerdocio perfecto y eficaz: el sacerdocio de Cristo. En Él, en Jesucristo sacerdote, se cumplen a la perfección, sin sombra alguna de deficiencia, las cualidades exigidas por Dios para todo sacerdote: ser hombre, llamado por Dios, consagrado para ejercer la función sacerdotal y poseedor de unas cualidades morales que lo hacen perfecto mediador sin mancha alguna de pecado que exija un sacrificio de expiación.
Jesucristo, que en su vida terrena actuó visiblemente como maestro y legislador, también ejerció, de un modo más oculto a los ojos de los hombres, la función sacerdotal desde el primer instante de su ser. Pues, en el mismo momento de su Encarnación, en el mismo instante en que su Madre pronunció su fiat al Arcángel san Gabriel, fue consagrado sacerdote por el Padre. Así, en cuanto hombre, Jesús ofreció sacrificios y oblaciones por la Humanidad, y en cuando Dios estas tuvieron un valor infinito, capaz de alcanzar el perdón de los pecados.
Esta función sacerdotal de Cristo, superior al sacerdocio de Aarón, que tanto añoran sus destinatarios, se prolonga más allá de su vida terrena y se extiende a la Eternidad: Tenemos un Sumo Sacerdote que ha entrado en los cielos – Jesús, el Hijo de Dios – mantengamos firme nuestra confesión de fe4. Con estas palabras, alentadoras por otra parte, el sacerdocio y sacrificio de Cristo en la tierra, que alcanza su cenit en la Cruz, queda así conectado con su resurrección. La Resurrección y la Ascensión de Cristo, no interrumpen su acción mediadora y sacerdotal, sino que se prolonga en la eternidad, ante el trono del Padre.
Esta es la clave de la esperanza que Pablo quiere suscitar entre los fieles: Cristo resucitado, con su gloriosa humanidad, sigue intercediendo por ellos, uniendo sus lamentos y suplicas a las que Él elevó en su vida terrena y a las que ahora Él sigue elevando ante el Padre: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que, de manera semejante a nosotros, ha sido probado en todo, excepto en el pecado. Por lo tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para que alcancemos misericordia y encontremos la gracia que nos ayude en el momento oportuno.
A San Pablo solo le resta exhortar a los antiguos levitas a que abandonen toda nostalgia, y comprendan la caducidad de su ministerio y se abran al inaugurado por Cristo. El sacerdocio de este es superior al que ellos han ejercido hasta su conversión, porque es eficaz y eterno, figurado en el sumo sacerdote Melquisedec que al no tener ni padre ni madre, ni genealogía, ni comienzo ni fin de vida, es hecho semejante al Hijo de Dios, y permanece sacerdote para siempre5. A ellos les toca ahora vivir un nuevo sacerdocio, el de la nueva ley, en el que obraran en la persona de Cristo6: Si algo perdono – les enseña el Apóstol –, por amor vuestro lo perdono en la persona de Cristo.
También a nosotros, queridos hermanos, nos ha hablado hoy el Apóstol, para que no perdamos la esperanza a pesar del tiempo que nos ha tocado vivir. El mismo Cristo que intercedía día y noche en la tierra, que ofreció su cuerpo como hostia reconciliadora ante el Padre en el ara de la Cruz, sigue intercediendo por nosotros y acogiendo en sus manos llagadas las plegarias y suplicas de los miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia.
4. Testimonio de la Tradición
ALCUINO DE YORK (c. 735-804)
<<Todo fruto de buena obra procede de aquella raíz que nos salvó con su gracia, que nos hace progresar con su auxilio para que podamos dar más fruto.>>
Catena Aurea.
5. Oración
Tú Señor, que, como verdadero Redentor, clavado en la Cruz, derramaste pródigamente tu sangre divina, como precio de nuestra redención; libra de la cruel muerte de la culpa a los que renacimos a la vida, para que seas eterno gozo y Pascua de nuestras almas. Que vives y reinas. Amén.
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
1 Heb 9, 11-12
2 Heb 5, 1.4; 4, 15; 2, 17
3 ST III, 22, 4
4 Heb 4, 14
5 Heb 7, 3
6 ST III, 22, 4
Después de leer este artículo les recomendamos que se queden en nuestra sección de Espiritualidad
Les invitamos a seguir nuestros canal de youtube: MR
*Se prohíbe la reproducción de todo contenido de esta revista, salvo que se cite la fuente de procedencia y se nos enlace.
NO SE MARCHE SIN RECORRER NUESTRA WEB
Marchandoreligión no se hace responsable ni puede ser hecha responsable de:
- Los contenidos de cualquier tipo de sus articulistas y colaboradores y de sus posibles efectos o consecuencias. Su publicación en esta revista no supone que www.marchandoreligion.es se identifique necesariamente con tales contenidos.
- La responsabilidad del contenido de los artículos, colaboraciones, textos y escritos publicados en esta web es exclusivamente de su respectivo autor