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Fundamentos de política católica. Sobre la sociedad y el orden político

Hoy reflexionaremos sobre la relación que existe entre el orden político y los principios y valores cristianos. Vivimos en una sociedad que está alejada de Dios y por lo tanto, rechaza de lleno todo fundamento y Verdad divina. La secularización y el laicismo hicieron que Estado y la política se auto-justifiquen y nieguen todo aquello que no provenga de sus ámbitos.

Fundamentos de política católica. Sobre la sociedad y el orden político. Un artículo de Leonardo Olivieri

Sobre la Sociedad y el Orden Político.

AL igual que el pensamiento político clásico, para la doctrina católica Dios hizo al hombre, social por naturaleza. Un hombre aislado no puede sobrevivir ni proporcionarse los medios necesarios para el desenvolvimiento de su vida.

Aristóteles encuentra el origen de la sociedad en los esfuerzos humanos encaminados a satisfacer deseos y necesidades individuales. Para este filósofo, El hombre sólo puede existir y llevar un vida plenamente humana, solamente dentro de una vida política y social; así, por naturaleza y definición, “el hombre es un animal político” (zoon politikon)

Para Bertrand de Jouvenel, el hombre aislado no es un hecho natural, sino un producto de abstracción intelectual. El hecho natural, en los dos sentidos de primitivo y necesario, es el grupo. Por lo tanto, la sociabilidad natural humana se manifiesta en los cuerpos intermedios, naturales, permanentes y espontáneos, a través de los cuales se ha desenvuelto la vida social en todos los tiempos.

La visión rousseauniana de la existencia de un hombre aislado en un estado de naturaleza, es empíricamente e históricamente inexistente. Siempre el ser humano se desenvolvió en una vida social en grupos. Y esa vida en grupos, tal como nos decía el Papa León XIII, implica necesariamente un ordenamiento jurídico- político con sus correspondientes autoridades.

Sin embargo, para la modernidad (y su ideología revolucionaria) la política adquiere otra significación completamente diferente. Esta ya no significa lo referente a un género de vida o comunidad (el hombre como ser social) , sino solo lo relativo a un instrumento potencialmente presente en cualquier actividad: el poder. O sea, se pasa de buscar formas perfectas de organización social a pensar toda actividad política desde la categoría del poder.

Por otra parte, como ya venimos mencionando, el ordenamiento social es conceptualizado como una pluralidad de dimensiones o esferas de actividad autónomas y separadas, cada una de las cuales constituye por su propia autonomía un espacio completamente diferente uno con respecto al otro. En esta perspectiva, la sociedad deja de aparecer como un todo vital y orgánico, y se constituye como un conjunto de ensambles de partes o elementos individuales. O sea, una sociedad es vista como una unión de partes y no como una totalidad en sí misma.

En cambio para la doctrina católica, la vida social de los hombres es mucho más que un mero ensamble de partes. Siguiendo a lo planteado en la Doctrina Social Católica de A Martin Artajo y Máximo Cuervo de 1939:

La vida humana se desenvuelve en cierto número de sociedades.

  1. La sociedad familiar, donde el hombre recibe la vida y la educación.
  2. La sociedad civil, que tiene por fin desarrollar la vida y provee al bien común de los miembros que la componen. En el seno de la sociedad civil o política se organizan sociedades de menor amplitud, científicas, artísticas, literarias, industriales. Lo que caracteriza a estas sociedades es que cada una de ellas tiene un fin particular, coordinado por lo demás al bien común.
  3. La sociedad profesional, que mantiene la vida mediante el trabajo organizado y regulado. Se desenvuelve en la sociedad civil.
  4. La Sociedad de las Naciones, que abarca las relaciones de unos pueblos con otros y las coordina para que todos disfruten de los beneficios de la civilización.
  5. Por último, la sociedad sobrenatural, o Iglesia, encargada de dar a las almas una vida infinitamente superior, la vida divina, mantenerla, desarrollarla y conducirla a su término supra-terrestre.

Vale aclarar lo siguiente, El Estado es una persona moral. Se compone, en verdad, de individuos substancialmente distintos; pero esos individuos forman un todo unificado por la convergencia de sus actividades razonables hacia el fin para el cual se han constituido en agrupación política. Asimismo, la autoridad del Estado no es de carácter ilimitado. Puede ordenar cuanto sea conforme al bien común de los miembros de la sociedad, y nada más.

Por ende, es primordial saber, que a diferencia del mundo moderno, el Estado no es exaltado como semi-dios o Leviatan. El aparato estatal y político tiene como límite un orden moral que lo trasciende, que va más allá.

Definamos por lo tanto en qué consisten los cuerpos intermedios. Para Michel Creuzet en su obra los Cuerpos Intermedios, nos ofrece una concisa definición: Los cuerpos intermedios son los grupos sociales que corresponden a las diversas libertades, autoridades, competencias, y les permite actuar por ser conformes con el orden natural querido por Dios. El orden social debe, por tanto, respetar y favorecer los cuerpos intermedios, sus libertades y sus derechos correspondientes.

En definitiva la perspectiva de los cuerpos intermedios se diferencia del atomismo social (liberalismo) es que para la primera los hombres formar grupos sociales en base a una condición natural del sociabilidad guiados por la razón. En cambio, para los contractualistas el hombre se constituye en sociedad por una decisión/voluntad individual en función de sus intereses singulares, puede ser el miedo (el hombre como lobo del hombre, según Hobbes), porque desea vivir mejor (según lo planteado por Locke) o por un deseo de libertad e igualdad (perspectiva progresista). En todos estos casos la base de toda sociedad es el individuo que por naturaleza nace aislado, libre de todo vínculo y ejerce a pleno su voluntad.

Todo lo contrario, cuando se afirma que el hombre es un ser social no sólo se resalta la aptitud del hombre para vivir en sociedad sino, más bien, que el hombre en tanto ser social necesita de la coexistencia vital con sus semejantes para su pleno desarrollo. Es el mismo ser humano que forja sus convicciones, creencias, valores, aptitudes, obligaciones y usos en la convivencia con sus semejantes: en la familia, relaciones vecinales, colegios profesionales, gremios y grupos de trabajadores, etc. Pero conviene siempre recalcar que esos principios se forjan en base al conocimiento racional de las leyes de un orden natural y objetivo. Asimismo, ese orden y sus leyes no escapan a la trascendencia de todos sus principios. Esa trascendencia es la Revelación de Dios.

Así es que, para la perspectiva católica, el orden social y político, además de poseer una condición objetiva en sí misma, posee un condicionamiento externo que lo justifica y legitima. Esto es, no es la política que se justifica así misma, sino que hay elementos externos que guían su desarrollo y la condicionan.

Los derechos de los ciudadanos son respetados como derechos inviolables y quedan defendidos bajo el patrocinio de las leyes divinas, naturales y humanas.

En la esfera política y civil las leyes se ordenan al bien común, y no son dictadas por el voto y el juicio falaces de la muchedumbre, sino por la verdad y la justicia.

Por otro parte, lo fundamental de un orden político es la sintonía que debe existir entre los principios y valores cristianos con respecto a las leyes y acciones del poder político y el estado. Todo intento de laicismo y secularización implica un alejamiento del ordenamiento político-jurídico y rechazo a lo sobrenatural y a la ley divina (principios objetivos y trascendentes).

Para finalizar citaremos un párrafo de la Doctrina Pontifica Volumen II, en donde se puede sintetizar lo expuesto hasta ahora: Aplicando la doctrina de su Divino Fundador, mantiene con ponderado equilibrio lo justo en todos los derechos y en todas las prerrogativas de la colectividad social. Y la igualdad que proclama, conserva intacta la distinción de los varios órdenes sociales, exigidos evidentemente por la naturaleza; la libertad que proporciona, a fin de impedir la anarquía de la razón emancipada de la fe y abandonada a sí misma, no lesiona los derechos de la verdad, que son superiores a los de la libertad; ni los derechos de la justicia, que son superiores a los del número y de la fuerza; ni los derechos de Dios, que son superiores a los del hombre.

Leonardo Olivieri

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Author: Leonardo Olivieri
Tradicionalista Catolico, Licenciado en Ciencia Potitica por la Universidad de Buenos Aires, posgrados en ecomonia e integracion regional. Además músico.