“Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”1 es la tentación concreta que hace el diablo a nuestros primeros padres. Y esto es muy significativo para ir analizando. Por eso iremos parte por parte para poder comprenderlo en su verdadera magnitud.
¿Por qué? Porque el grito se repite hoy día aunque manifestado de una manera diferente, aparentemente.
Seréis como dioses. 2ª parte. Un artículo de Alberto Mensi
“Seréis como dioses, CONSTRUCTORES del bien y del mal” es la versión actual de la primera tentación.
En primer lugar debemos tener presente que en nuestras acciones, es primero la inteligencia, que está naturalmente ordenada hacia la verdad, que busca la verdad, que no tolera la mentira, la que hará justamente eso: buscar qué es lo verdadero en su derredor y esa verdad la presentará a la voluntad.
La voluntad adhiere a la verdad que le ofrece la inteligencia pero la recibe en cuanto bien, la voluntad la considera un bien y trata de alcanzarlo.
Por eso es sumamente importante la recta formación de la inteligencia porque si no, está llamando verdad a la mentira y viceversa. Tenemos innumerables ejemplos de jóvenes educados bajo la tiranía soviético comunista que llamaban luz a la oscuridad, y oscuridad a la luz, hasta que… un día descubren a Dios, se les abren los ojos, se ilumina su inteligencia, se convierten y adhieren a la verdad aún a costa de la propia vida.
Por otra parte es sumamente importante la educación de la voluntad para que realice los esfuerzos que sean necesarios para alcanzar la Verdad, para alcanzar el Bien. De allí la perversidad de este estilo hedonista, pachorra, comodón con que se quiere “educar” a los jóvenes de hoy. Ningún esfuerzo, ninguna obligación, sólo derechos, sólo ser servidos por otros. Esos jóvenes si llegan a conocer la verdad tendrán su voluntad paralítica, anémica, para buscar ese bien que es la verdad, y se dejarán llevar por la corriente que lo lleva cuesta abajo, o al menos se les hará terriblemente difícil remontar la cuesta.
En segundo lugar debemos considerar la importancia y gravedad de la palabra y de la verdad. Dios nuestro Señor llama a las cosas por su nombre y esas cosas tienen existencia, comienzan a existir, maravillosa obra de la creación.
El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, cuando conoce las cosas creadas por Dios, las llama por su nombre, y esto se convierte en una como segunda creación. La palabra del hombre coincide con la palabra de Dios.
Esto nos advierte acerca de la gravedad, la perversidad de la mentira. Porque la mentira llama a las cosas con un nombre que no es su nombre. El hombre se quiere convertir en Dios y armar la creación a su conveniencia. Niega la palabra de Dios, niega que Dios llame a las cosas de tal manera y las llama de otra forma. Esta realidad metafísica está en el fondo de la mentira aún cuando cotidianamente las personas no tengan clara conciencia de ello.
Y aquí nos encontramos con otro problema, que es el problema de la idea y de la ideología. La idea es la adecuación de nuestro pensamiento con la realidad, por ejemplo: si considero al hombre como animal racional estoy considerando toda la realidad humana, el cuerpo y su alma.
A diferencia de ello la ideología toma algo de la realidad pero en base a ello (que es la trampa) construye una realidad que existe sólo en la mentalidad del ideólogo (considerado como tal no sólo al que piensa una ideología sino al que la sigue), por ejemplo: cuando considera al hombre como un animal superevolucionado. Parte de la realidad corporal del hombre (su animalidad) pero la construcción no considera su parte espiritual sino que se queda y sigue en la superevolución de su corporalidad.
Y así paso a paso llegamos a la nueva redacción de la tentación original actualizada para nosotros.
Seréis como dioses, constructores del bien y del mal. Al hombre revolucionario moderno no le interesa cómo es la realidad y por lo tanto no le interesa la verdad. Tan sólo le interesa el movimiento de cambio, cambiar la realidad, transformarla.
Por eso decimos que la sociedad moderna, más allá del barniz que tenga y que parezca, aún libertaria o anticomunista, en realidad es marxista: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” es lo que decía Carlos Marx2.
La sociedad moderna es netamente ideológica, no le interesa la verdad, quiere construir la verdad, quiere construir lo que es el bien y el mal. La sociedad moderna es netamente prometeica, se constituye en el verdadero Dios que crea todas las cosas, que decide lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer.
Por tener esa mentalidad ideológica, su fundamento de veracidad no es la realidad sino la propia ideología, por lo cual el ideólogo no le interesa conversar con la realidad para ver cuál es la verdad, como dice el refrán popular: “no hay peor ciego que el que no quiere ver, no hay peor sordo que el que no quiere oír, no hay peor ignorante que el que no quiere conocer”.
Pero no sólo esto, sino que tiene una mentalidad netamente maniquea, dividiendo al mundo en buenos y malos. Buenos serán los que adhieran a esa ideología. Malos serán los que no adhieran o se opongan a esa ideología. Por el sentimiento natural de supervivencia o por un sentimiento de superioridad o de ser los creadores del mundo, esos seguidores de la ideología se convierten en persecutores de quienes no adhieren a la ideología.
Por esto, el cambio de la primera tentación “seréis como dioses, CONOCEDORES del bien y del mal” a la versión ideológica del Nuevo Orden Mundial: “seréis como dioses, CONSTRUCTORES del bien y del mal” implica ya un cambio del hago lo que se me da la gana, a: hago lo que quiero y obligo a los demás a hacer lo que se me da la gana y tienen que hacer lo que yo quiero, o sea lo que Gran Hermano quiere, y si no lo hacen deben ser castigados y no tendrán ningún derecho político, civil o social, porque son los malos.
Esta tentación es el estribillo del himno humanista, ante el cual inclusive se postran algunas autoridades y fieles católicos pretendiendo hacer un mix de humanismo, catolicismo y otras yerbas, como lo hacía Maritain ese nefasto libro suyo “Humanismo integral” que influyó mucho en los años 60 y 70.
Frente a esta tentación tan sólo podemos decir: NON POSSUMUS, no podemos.
Y levantar bien alto nuestra bandera: la Santa Cruz de Cristo nuestro Señor-
¡¡María Santísima y San José, primeros adoradores del Verbo encarnado, rogad por nosotros!!
Alberto Mensi
1 Génesis 3, 5
2 Tesis sobre Feuerbach, Karl Marx
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