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San José, siervo bueno y fiel

Una semana más, el rev. D. Vicente Ramón nos lleva a adentrarnos en la vida de Cristo y a profundizar en el Evangelio

Un artículo del Rev. D. Vicente Ramón Escandell: » San José, siervo bueno y fiel»

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

San José, siervo bueno y fiel

Relato evangélico (Mt 1, 16.18-21. 24a)

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

 La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. 20 Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

Comentario al evangelio

Id a José y haced lo que él os diga leemos en el libro del Genesis (Gen 41, 55). La Sagrada Escritura nos presenta las figuras de José, hijo de Jacob, y de José, esposo de María. Ambos nos son presentados como hombres justos y sabios que, en medio de grandes dificultades y peligros, cumplieron sabiamente la voluntad de Dios y han quedado como modelos de servidores fieles. El primero de ellos, traicionado por sus propios hermanos, supo perdonar y acoger a los mismos convirtiéndose en causa de su salvación en tierra extranjera; el segundo, atento siempre a la voluntad de Dios, acepto humildemente acoger en su hogar, y en su corazón, a María y a Jesús, siendo para ellos, como su antepasado, protector y guardián frente a los peligros que los acechaban. Ambos fueron elegidos, contra todo pronóstico, para ser causa de salvación de su pueblo, cuando vivían rodeados de hombres más sabios, fuertes y astutos, que, a los ojos humanos, estaban más capacitados para llevar a cabo el plan de Dios sobre su pueblo. En ambos Él deposito su más preciada heredad, para que la custodiaran y no la dejaran caer en manos de sus enemigos: José, hijo de Jacob, salvo a Israel del hambre introduciéndolo en el fértil Egipto; José, el carpintero, custodio al Hijo Unigénito de Dios, hecho hombre en el seno de la Virgen María. Y, finalmente, ambos recibieron por su entrega y generosidad, por sus sacrificios y dolores, un puesto de honor entre los santos y justos de todas las edades, recibiéndolos Dios mismo en la puerta del paraíso con estas palabas: Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo del Señor (Mt 25, 22); a lo que ellos respondieron: No somos más que siervos; solo hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc 17, 10)

Reflexión

Y así como el [el hijo de Jacob] fue causa de la prosperidad de los intereses domésticos de su amo [egipcio] y a la vez brindo grandes servicios al reino entero, así también el segundo [el esposo de María], destinado a ser custodio de la religión cristiana, debe ser tenido como el protector y defensor de la Iglesia, que es verdaderamente la casa del Señor y el reino de Dios en la tierra, nos exhorta el Papa León XIII. (Carta Encíclica Quamquampluries, 15-VIII-1889)

Fue el Beato Pío IX quien, a mediados del siglo XIX, y para alentar a la Iglesia en medio de las fuertes persecuciones a la que era sometida, la puso bajo el patrocinio de san José, buscando en él la protección que había dispensado a la Sagrada Familia. Del mismo modo que él, con su silencio y obediencia a la voluntad de Dios, había socorrido a María y a Jesús, el Papa pedía a los cristianos que acudiesen a él en los momentos de peligro que viviera la Iglesia, ya procediera este de dentro o fuera de ella. Este patrocinio eclesial de san José estuvo siempre muy vivo en el corazón de los Papas y en el de todos los cristianos que, en esos momentos de peligro, han acudido con fervor a su protección para que alejara de la Esposa de Cristo toda división, toda corrupción y todo peligro. Hoy, cuando vemos con tristeza, las heridas sangrantes de nuestra Madre la Iglesia, que nosotros mismos le infringimos, fruto de las divisiones, de las luchas, de los pecados públicos y privados de sus fieles y pastores; nos vemos en la necesidad de acudir de nuevo a san José y hacer lo que él nos diga, que no es otra cosa que amar a la Iglesia, orar por sus pastores, ser fieles a la doctrina recibida, perdonarnos como somos perdonados…, en definitiva, mirar el Corazón de Cristo, que es el corazón de la Iglesia, para amarlo y consolarlo, tal y como san José hizo durante su vida mortal y sigue haciendo en la eternidad. 

La voz de la Tradición

San Bernardino de Siena (1380-1444)

Cuando la gracia divina elige a alguien para algún oficio especial o algún estado muy elevado, otorga todos los carismas que son necesarios a aquella persona así elegida, y que la adornan con profusión (…) Si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen Madre, ya que por medio de ella recibió a Cristo, de modo semejante le debe a san José, después de ella, una especial gratitud y reverencia.

Sermón 2 sobre san José.

Oración

Bienaventurado San José, custodio de la Sagrada Familia, cuyo corazón sufre con el de Jesús y María, por los pecados del mundo y de la Iglesia; intercede por nosotros ante Dios, nuestro Padre, para que, por los méritos de la pasión de Cristo, nos veamos libres de toda culpa y alcancemos los gozos eternos. Amen.

Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

Esperamos hayan disfrutado con esta meditación sobre «San José, siervo bueno y fiel» y les invitamos a quedarse en nuestra sección de: Espiritualidad


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Author: Rev. D. Vicente Ramon Escandell
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad: Nacido en 1978 y ordenado sacerdote en el año 2014, es Licenciado y Doctor en Historia; Diplomado en Ciencias Religiosas y Bachiller en Teología. Especializado en Historia Moderna, es autor de una tesis doctoral sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús en la Edad Moderna