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Por qué la música es tan importante

Por Peter Kwasniewski para TheImaginativeConservative.

Nota de la Traducción: Agradecemos a TheImaginativeConservative en la persona de su editor  Ph. D. Stephen M. Klugewicz, por permitirnos publicar los artículos de esta página traducidos al español por nuestro equipo. Recomendamos a quienes puedan leer en inglés directamente revisar los valiosos artículos de este sitio, cuyo propósito es nada menos que  preservar el Bien, la Verdad y la Belleza.

Artículo original en: https://theimaginativeconservative.org/2019/02/great-music-great-books-peter-kwasniewski-timeless.html

¿Por qué la “Gran Música” es tan importante como “los Grandes libros?”

“Tan importante es tener alguna noción de cómo funciona el noble arte del trabajo musical y tan importante es llegar a tener alguna familiaridad con al menos algunos de los grandes compositores de la tradición de Occidente, que todos los estudiantes del Wyoming CatholicCollege (donde yo enseño) son obligados a tomar dos semestres de Teoría e Historia musical. Si bien es cierto que esto es solamente apenas un comienzo, sin embargo, debe hacerse como un comienzo serio. Un comienzo que parta desde los ingredientes fundamentales de la música (ritmos en tiempos simples y compuestos, tonos en bajo y llave de sol, caracteres de clave, circulo de quinta, escalas e intervalos) todos en vistas a llegar a las más grandes piezas maestras del arte, coma la Misa del Papa Marcello de Palestrina y la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach.

A diferencia de las formas menos complejas de estimulación auditiva, la “música seria” – un término mejor que “música clásica” – necesita y merece recibir múltiples audiciones con total atención. Uno necesita dar a esta rica música la oportunidad de hablarle al alma para trasmitir su belleza a la mente, para moldear el corazón. No se supone que sea una gratificación instantánea. Hay más sustancia intelectual que eso.

Una caricatura, por ejemplo, dice de inmediato de qué se trata y uno se ríe por la broma. En contraste, una novela o una obra bien escrita requiere tiempo para adentrase en ella y apreciarla. Tal como el buen vino, este debe “respirar”. De hecho, una persona culta no iría con prisa a una cena gourmet francesa, sino que se tomaría su tiempo, saborearía cada plato y disfrutaría de todo el ambiente, y en especial de la conversación con los otros seres humanos.

Así como existen grandes libros, conocidos por ser grandes por el consenso común del pensamiento de las personas a través del tiempo, y como existen grandes pinturas y grandes esculturas, así también existen grandes obras musicales, conocidas y sentidas por ser tales por los profesores  y por los amantes de la música. Obras notables por sus profundos y nobles en sentimientos, y por su exquisita maestría. Para alguien que busca ser educado en la cultura Occidental (y católica) la ignorancia de estas obras es tan nociva como la ignorancia de Dante y Shakespeare en literatura, Platón y Aristóteles en filosofía, Agustín y Tomás de Aquino en teología.

Con frecuencia se escucha este falso reclamo: la música popular de hoy es “más emocional”, mientras que la música tradicional es “menos emocional”.

En realidad, las emociones evocadas hoy por la música popular son más crudas y monótonas. Al ser más intelectuales las emociones provocadas por la música de Palestrina, Bach o Mozart,  son, en realidad, más profundas y puras, por lo tanto, más variadas, sutiles y ricas. No hay expresión de alegría o de dolor tan profunda como la que se  encuentra en el motete de la Semana de Pasión de Victoria, en las cantatas de Bach, en los conciertos para piano de Mozart o en los cuartetos para cuerda de Beethoven. El placer intelectual es el mayor de los placeres, tal como lo nota Aristóteles, pero estar consciente de ello requiere un cierto proceso de maduración, el cual debe ser acompañado por una purificación de las pasiones. Entonces,  el resultado final de este viaje es la habilidad para experimentar pasiones que son más delicadas, más abarcadoras, y  más plenamente que lo que se supone son las pasiones. En este sentido, la mejor música es también la más satisfactoria emocionalmente.

Pondere la diferencia entre una gran expresión de emoción y la expresión de una gran emoción.

La primera es una expresión intelectualmente refinada o purificada. Uno podría decir emoción espiritualizada o conforme al logos, mientras que la segunda es un arranque crudo, una especie de exhibición de vitalidad animal. La cuestión es esta: ¿Cuál es más propia para el hombre como tal, al hombre como imago Dei, al hombre como redimido por la Sangre del Logos y santificado por presencia permanente de la Trinidad?

Un signo de la diferencia puede observarse comparando una real danza con los brincos aeróbicos que pasan por danza en la juventud anti-cultural. Puede rastrearse la diferencia con los estilos de música que acompañan aquellas actividades. Una gavota barroca, el clásico minueto, incluso, un vals de Strauss son la encarnación del orden, del modelo de simetría y de la gracia. Son ejemplos de movimiento disciplinado, que es más humano, más social y más estéticamente agradable que el giro individualista. ¿Cuál de estos ejercicios es más verdaderamente danza? El ballet, al fin y al cabo, es más bello, y requiere más fuerza, exhibe más plenamente la potencialidad del hombre y de la mujer, que la “danza” del rock o del pop. Al ser una actividad más racional y más unificada hace más perfecta a la actividad misma y a la persona que lo ejecuta. No es necesario decir que podemos aprender mucho de la naturaleza de la música misma observando las excelencias humanas o  las abominaciones que surgen de ahí.

Aunque uno no puede entrenar el oído en un día, o en una semana, o en un mes, o incluso en un año, se debe comenzar a desarrollar la habilidad de lo que podríamos llamar “una escucha atenta al sonido hermoso que es inherentemente digno de ser escuchado”. Esto es lo que intentamos hacer con nuestro currículo de música, y esta es ciertamente mi esperanza y rezo para que nuestros estudiantes se conviertan, con el tiempo, no solamente en testigos de lo que es la verdad y amen lo que es el bien, sino que también sean embajadores de la belleza, cautivados por el reflejo del rostro de la Eterna Belleza.

En este sentido honrarán con abundancia el legado del Papa Benedicto XVI, quien es probable  que posteriormente que sea recordado como el Papa de la Belleza.

El Papa es quien abrió nuevas fuentes de belleza en una Iglesia peregrina, seca y sedienta, caminando a través del desierto de la modernidad.

La versión anterior de este ensayo en nuestra serie de “Ensayos Eternos” fue primero publicada en septiembre de 2016. Fue republicada gracias al gentil permiso de ViewsfromtheChoirLoft (Marzo 2013)

Por Peter Kwasniewski para TheImaginativeConservative.

Esperamos que hayan disfrutado con este gran artículo en el que el profesor Kwasniewski nos explica el por qué la música es tan importante.

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