Robert Hugh Benson-MarchandoReligion

Robert Hugh Benson, recordando a un gigante olvidado.

Joseph Pearce nos acerca un poco más a la obra del autor del Señor del Mundo

Robert Hugh Benson, recordando a un gigante olvidado, por Joseph Pearce para The Imaginative Conservative.

Traducido por Beatrice Atherton para Marchando Religión

Tenemos la esperanza de que Robert Hugh Benson, un autor tanto tiempo abandonado, será visto una vez más entre las estrellas del firmamento literario, su propia estrella una vez más está en auge.

Robert Hugh Benson fue una de las luces más brillantes en el firmamento literario católico en los primeros años del siglo veinte. Su estrella creciente en el brillo de muchas de las novelas mejor vendidas y menguada, o mejor dicho, apagada por su prematura muerte

Nacido en 1871, Benson fue el más joven de los hijos de E.W. Benson, un distinguido clérigo anglicano que contaba entre sus más cercanos amigos al Primer Ministro, William Ewart Gladstone. En 1882, cuando Benson tenía once años, su padre se convirtió en el arzobispo de Canterbury. Habiendo él mismo tomado las órdenes anglicanas, fue Benson quien leyó las letanías en el funeral de su padre en la catedral de Canterbury en 1896. El hijo, sin embargo, no estaba destinado a seguir los pasos de su padre. En 1903, después de un periodo de consciente auto examinación, cuyos detalles están explicados magistralmente en su apología autobiográfica Confesiones de un Converso, Benson fue recibido en la Iglesia Católica.

Ninguna conversión desde la de Newman casi sesenta años antes había causado tal controversia, enviando ondas de choque sísmicas a través del establishment anglicano.

Posteriormente, por los siguientes once años hasta su muerte en 1914, él fue un incasable defensor de la Iglesia Católica y un prolifero novelista y hombre de letras.

 Benson perteneció a una notable familia, de eso no nos cabe ninguna duda. Aparte del ascenso de su padre a la prominencia y a la preeminencia dentro de la iglesia de Inglaterra, sus dos hermanos fueron miembros ilustrísimos de la literatura Eduardiana. A.C. Benson, su hermano mayor, fue master del Magdalene College en Cambridge y se consideró como un buen biógrafo, diarista, y crítico literario, escribiendo aclamadas biografías de Rossetti, Fitzgerald, Pater, Tennyson y Ruskin. El otro hermano, E.F. Benson, escribió prolíferamente y es el más conocido gracias a sus novelas satíricas Mapp y Lucía, las cuales han sido adaptadas exitosamente para la televisión. Sin embargo, R.H. Benson no fue eclipsado por sus hermanos mayores. Antes de su muerte, a la trágicamente joven edad de cuarenta y tres años, él escribiría quince muy exitosas novelas y, ordenado como sacerdote católico en 1904,  él serviría como capellán en Cambridge demostrando ser tan popular tanto como fiero predicador como escritor de ficción.

 La primera novela de Benson y la única escrita mientras él aún era anglicano fue La Luz Invisible, publicada en 1903 cuando él estaba en medio de las convulsiones de la conversión espiritual. El libro está inundado de misticismo emotivo, una confesión de fe en medio de la confusión de la duda. Habiendo alcanzado la claridad de la percepción católica, Benson consideró su primera novela teológicamente defectible. En 1912, él comentó que su  posterior popularidad parecía estar determinada por la denominación religiosa de aquellos que la leían. Fue “bastante significativo” el hecho que fuera más popular entre los anglicanos, mientras que los católicos la apreciaron en “un grado mucho menor”.

“La mayoría de los católicos, y yo mismo entre ellos, piensan que  Richard Raynal, Ermitaño, está mucho mejor escrita y es mucho más religiosa” 

Robert Hugh Benson, Confessions of a Convert, Sevenoaks, Kent: Fisher Press, 1991, p.52

Richard Raynal, Ermitaño, evoca con seductora belleza la profunda espiritualidad de la vida inglesa antes de la ruptura de la Reforma. Es una mini pieza maestra en la cual Benson teje a la perfección el arte del narrador moderno con el encanto caballeresco de la Edad Media.

Asemejándose a un equivalente moderno de la Florecillas de San Francisco, esta genial e ingeniosa mezcla de lo moderno y de lo medieval produce un héroe que combina el coraje y la santidad en igual medida.

 EL lector de encuentra en su casa a inicios del siglo quince en la Inglaterra de Richard Raynal y en presencia del colorido carácter de “Maese Richard”, disfrutando del tiempo que pasó con este santo ermitaño en su misión dada por Dios. Esta es literatura cristiana en su forma más hermosa,  que es a la vez edificante y eficaz. Su poder es purgatorio. Se purga.  Se limpia. Se hace entero. Por último, muestra que las raíces del romance están en Roma.

Tal vez la evidencia más clara del genio de Benson se encuentra en la facilidad con la que él cruzó los géneros literarios.

Además de sus novelas históricas, él se sentía en casa igualmente con novelas con un escenario contemporáneo, tal como Los Necromantes, una historia de advertencia sobre los peligros del espiritismo; o con una fantasía futurista, como la del Señor del Mundo.

Esta última novela es verdaderamente notable y merece estar al lado de Un mundo feliz, de Huxley y de Mil novecientos ochenta y cuatro de Orwell como un clásico de la ficción distópica. De hecho, aunque las modernas piezas maestras de Huxley y Orwell pueden merecer igual alabanza como trabajos literarios, ellos son claramente inferiores como obras de profecía.

Las dictaduras políticas que dieron a la novela pesadilla de Orwell una ominosa potencia han sido superadas. Hoy, su fábula de advertencia sirve meramente como un oportuno recordatorio de lo que sido y de lo que puede ser de nuevo si las advertencias de la historia no son atendidas.

La novela de pesadilla de Benson, por otro lado, está convirtiéndose en realidad  frente a nuestros ojos.

El mundo representado en el Señor del Mundo es uno donde el progresivo secularismo y el humanismo sin Dios ha triunfado sobre la religión y por sobre la moralidad tradicional. Es un mundo donde el relativismo filosófico ha triunfado sobre la objetividad; un mundo donde, en el nombre de la tolerancia, la doctrina religiosa no es tolerada. Es un mundo donde la eutanasia es practicada ampliamente y la religión casi no se practica. El señor de este mundo de pesadilla es un político de apariencia benigna que busca el poder en el nombre de la “paz” e intenta la destrucción de la religión en nombre de la “verdad”.

En un mundo así, solamente una pequeña y desafiante Iglesia permanece resueltamente en contra del demoniaco “Señor del Mundo”

 Si la producción literaria de Benson abarca múltiples temas históricos, contemporáneos, futuristas, él también se desvió hacia otras áreas con una consumada facilidad. Sus poemas, publicados en forma póstuma, ofrecen una profunda y seca espiritualidad que expresa, de manera formal,  una fe arraigada profundamente, aunque a veces es también árida.

La misma profunda y árida espiritualidad era evidente en las Cartas Espirituales para uno de sus Conversos, también publicadas póstumamente, que ofrecen la tentadora visión  de un intelecto profundo. Una serie de sermones predicados en Roma para la Pascua de 1913 y publicadas posteriormente como Las Paradojas del Catolicismo, ilustra porqué Benson fue tan popular como un predicador, atrayendo numerosas audiencias donde quiera que él hablara. Particularmente notable son las magistrales Confesiones de un Converso, las cuales pueden colocarse al lado de la Apología Pro Vita Sua de Newman y de la Eneida Espiritual de Ronald Knox como un clásico eterno de la literatura de conversión.

En Una Eneida Espiritual, Knox confiesa cándidamente que la influencia de Benson fue crucial en su propia conversión.

“Siempre lo miré como la guía que me condujo a la fe católica. No supe entonces que él solía rezar por mi conversión».

Ronald Knox, A Spiritual Aeneid, London: Burns Oates, 1958, p.161

La otra gran influencia en la conversión de Knox fue G.K Chesterton, y por eso es que no es sorprende que Benson fue un gran admirador de Chesterton. El biógrafo de Benson, el jesuita C.C. Martindale, quien fue él mismo también un converso, escribió que Los Papeles de un Paria era “notable” por su “calidad chestertoriana:

“El Sr. G.K. Chesterton nunca se ha cansado de decirnos que no vemos lo que miramos: que el único planeta sin descubrir es nuestra Tierra…y Benson leía mucho al Sr. Chesterton y le gustaba de una manera calificada.»


C. C. Martindale, The Life of Monsignor Robert Hugh Benson, Vol. Two, London: Longmans, Green & Co., 1916, p. 90

Se proporciona más evidencia de la influencia de Chesterton sobre Benson en su admiración por “Herejes” de Chesterton. Así le pregunto a alguien con el que se escribía en 1905:

“¿Has  leído un libro de G.K. Chesterton llamado “Herejes”?  Si no lo has hecho,  ve qué piensas de esto. Me parece que el espíritu que subyace en él es espléndido. Él no es católico, pero tiene el espíritu…No me había emocionado tanto desde hacía mucho…Él es un verdadero místico, pero de un modo raro”.

Ibid.

Chesterton no era católico en 1905, pero “Herejes” fue la primera clara evidencia de que, tal como Benson lo expresó, él “tenía el espíritu”.

En “¡Ven soga, ven potro!”, publicada primeramente en 1912, el periodo completo de la Reforma inglesa es llevado a la vida en forma espeluznante. Si el lector permite ser conducido hasta allí, verá que será transportado hasta fines del siglo dieciséis. El terror y la tensión de los tiempos que lo agarran con tanta fuerza como a los protagonistas, que son valerosos testigos de su fe en un ambiente hostil y mortal.

Según el jesuita, Philip Caraman, la novela

“rápidamente llegó a convertirse en un clásico católico”( …) y sigue siendo “tal vez la más conocida novela de Benson”.

Philip Caraman, s,j., Foreword to R.H. Benson, Come Rack! Come Rope!, Long Prairie, MN: Neumann Press, 1995, p.V

La inspiración para la novela vino del relato de la familia Fitzherbert en los Santuarios Olvidados de Dom Beda Camm, publicado en 1911 y de la propia visita de Benson, en el mismo año, a la casa de los Fitzherbert en Derbyshire donde él predicó en la peregrinación anual en honor de los sacerdotes católicos mártires, Beato Nicholas Garlick y el Beato Robert Ludlam, quienes fueron ejecutados en 1588. Desde la sangre de estos mártires surgió  la semilla de la historia de Benson. El título de la novela está tomado de la famosa promesa de San Edmund Campion,  que él se mantendría firme, “venga la soga, venga el potro”. Campion fue ejecutado en 1581.

En cuanto a su exactitud histórica, las opiniones parecen estar divididas. El padre Caraman escribió que Benson había “permanecido fiel a sus fuentes”. ( Ibid., p. vi) . Y Hugh Ross Williamson remarcó que “los personajes inventados de Benson” fueron creados “dentro de la orbita de la verdad conocida, dejándonos sentir correctamente, lo que ellos pudieron haber vivido y actuado tal como Benson los hace”. Williamson continua:

Toda la época salta a la vista y si algún lector llegara a objetar esta imagen de la Inglaterra católica bajo el terror Isabelino como un tanto melodramático, esta es la propia indiscutible respuesta del autor:

“Si el libro es muy sensacional, no es más sensacional que lo que fue la vida misma para la gente de Derbyshire entre 1579 y 1588”

HughRoss Williamson, Introduction to R.H. Benson, Come Rack! Come Rope!, London: Burns and Oates, 1959, p.6

Por otro lado, Hilarie Belloc se permitió discrepar. Aunque él fue la mayoría de las veces un gran admirador del trabajo de Benson, escribiendo en una ocasión que él creía que Benson seria,

“el hombre que algún día escribiría un libro  para darnos  una suerte de idea de lo ocurrido en Inglaterra entre 1520 y 1560.”

Martindale, o.c. p.45

Belloc se quejó de que la descripción de la vida cotidiana en ¡Ven soga! ¡Ven potro!  era inexacta y que se asemejaba más a la vida del siglo dieciocho y no la del siglo dieciséis.

Dejando de lado estas diferencias, la novela es en cualquier caso, mucho mas que una mera ficción histórica. Es un gran romance, una gran historia de amor. Es una historia que muestra el romance de Roma y verdadera grandeza de un noble y auto sacrificado amor entre un hombre y una mujer. El amor entre Robin y Marjorie, los principales protagonistas, es un amor lejos más grande que entre Romeo y Julieta. El amor del uno por el otro no tiene nada de la posesividad de los “contrariados amantes” de Shakespeare y toda la pureza y la pasión de Cordelia de Lear.  Si fuera tan solo como una historia de amor ¡Ven soga! ¡Ven potro! merece su lugar en el canon.

En cuanto al climax de la novela no queda más que estar de acuerdo con Hugh Ross Williamson que

“es imposible no conmoverse con el último capítulo”.

Williamson, p.c. pág 5.

Por la potencia y la intensidad, el momento culminante de la novela es comparable en estatura literaria  con el fatídico momento final de Lord Marchmain en la obra maestra de Waugh, Retorno a Brideshead. Y si el final de Benson carece de la sutileza del desenlace de Waugh, lo iguala en tensión dramática.

Uno se pregunta por qué la mini obra maestra de Benson, que tiene una comparación garantizada con las obras de Waugh, sigue siendo en gran parte desconocida.

Uno sospecha que esto tiene mucho que ver con los tiempos tristes, dolorosos, pecaminosos y cínicos  en los que vivimos. En tiempos más saludables, por los que podemos esperar y orar, será considerado como el clásico menor que es. En el intertanto, en los días oscuros en los cuales nos encontramos, debemos estar agradecidos de los dinámicos editores, tales como Cluny Media, que están llevando este significante e importante trabajo a una nueva generación de lectores. También podemos esperar que su autor, durante tanto tiempo descuidado, sea visto una vez más entre las estrellas del firmamento literario,  y  a su propia estrella una vez más en el ascendente.

Joseph Pearce

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Artículo original en https://theimaginativeconservative.org/2017/06/robert-hugh-benson-remembering-forgotten-giant-joseph-pearce.html


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