Retorno a Brideshead. La discreción de la gracia-MR

Retorno a Brideshead. La discreción de la gracia

«La mano invisible de la gracia es la que guía la trama, escribiendo derecho con los renglones y vidas torcidos de los personajes humanos estropeados». Joseph Pearce1.

El título de este artículo es tan audaz como la propuesta de Evelyn Waugh en Brideshead Revisited, una novela cuyo tema, en palabras del autor, es “la acción de la gracia divina sobre un grupo de personajes diferentes, pero íntimamente relacionados”. Siguiendo la clave dada por Waugh, Joseph Pearce dijo en una entrevista que Dios mismo es el personaje principal de la novela.

Pero la participación divina en Brideshead Revisited dista tanto de los activos dioses griegos en la Ilíada y en la Odisea como en los diálogos de Don Camilo con Nuestro Señor. Me aventuro a decir que, en esa novela, la participación divina es mucho más cercana a lo que experimentamos cotidianamente. Si pensáramos más a menudo en la Providencia, tal vez la veríamos como aparece en Brideshead Revisited.

El subtítulo de la novela es Memorias Sagradas y Profanas del Capitán Charles Ryder. Solo dos partes de la narración – el prólogo y el epílogo – están en el presente del narrador, precisamente en Inglaterra durante la segunda guerra mundial. Vemos al inicio un oficial inglés cansado de la guerra y del entusiasmo inicial por la defensa de su patria. Pero he aquí que necesita trasladarse con su compañía en la retaguardia; un movimiento que le era familiar se convirtió en ocasión para la narrativa: la compañía se alojó en Brideshead, un antiguo caserón aristocrático que Ryder frecuentó en la juventud.

El regreso a Brideshead despierta la memoria del personaje narrador. La historia está contada en tres partes: Et in Arcadia Ego, Adiós a Brideshead y Tirando del Hilo. Los acontecimientos vividos en Brideshead eran más que recuerdos de juventud, eran los sucesos más importantes de la vida de Charles Ryder.

Brideshead fue el anzuelo que Dios, a modo de pescador, le tendió a Charles. El aparentemente largo hilo entre la caña de pescar el anzuelo fueron los demás personajes de la novela: Sebastian, Julia, Lady Marchmain, Cordelia y Lord Marchmain. Esa antigua familia católica inglesa llena de defectos – que algunos personajes, como Lady Marchmain, intentaban combatir más que otros – le ha mostrado a Charles tanto la belleza de la creación como la fealdad del pecado. Pero Charles, testarudo como muchos de nosotros y además agnóstico, tardó en alcanzar el origen de la belleza que tanto le fascinaba.

Primero conoció a Sebastian y, por él, llegó a Brideshead. La amistad con Sebastian fue sí un primer amor en la vida de Charles, pero no una clase de amor como la que se insinúa; fue, según ha contado el personaje narrador, una nueva infancia. Sebastian le brindó amistad a la vez que le franqueó la puerta a la belleza y al gusto de la vida. Conviviendo con Sebastian, Charles empezó a dibujar.

Después fue cautivado por la belleza de la mansión: Brideshead le proporcionó innumerables bosquejos y al fin le confirmó en su vocación de pintor. Como la familia de Sebastian era tan fascinante (charming) como él mismo, en poco tiempo Charles se hizo amigo de todos. Tras un primer año de alegría en Arcadia, la cercanía entre Charles y Sebastian – contra mundum – empezó a menguar. Aunque ambos bebían mucho, sólo Charles lo hacía por diversión; Sebastian recurría al alcohol como fuga. Siendo católico, sabía qué era esperado de él en la vida – espera encarnada en la preocupación de su madre, Lady Marchmain – y no quería tomar la responsabilidad. En el fondo, se creía indigno tanto de misericordia como de amor.

Charles le diría a Julia años después que Sebastian había sido un precursor. Por entonces estaba enamorado de Julia y también tuvo que esperar mucho de ese amor – como de los anteriores – hasta darse cuenta de que era incompleto. No que fuera falso, sino porque estaba desordenado. Julia se percató de que también ella fue una precursora para Charles.

El amor por Julia fue el último tirón del hilo en que Charles estaba atrapado. Por ella, él se hincó de rodillas y decidió rogarle al Dios de cuya existencia tenía dudas; por ella hizo los mismos gestos que los católicos por quienes no tenía mucho aprecio. Lo hizo porque ella sufría al ver a su padre en la inminencia de la muerte y todavía abrazado al pecado; y porque a ella le agobiaba el peso de los pecados propios. Cuando al fin llegó la señal tan ardientemente pedida por Charles, su corazón se rompió; se rompió como el velo del templo.

Evelyn Waugh escribió que “hay un sentido pascal en que todas las cosas son hechas nuevas en el Cristo resucitado. Un pequeño atisbo de eso se puede ver en toda la verdadera obra de arte”. La Redención del hombre también es la recreación – como dicen los Padres de Oriente – de las cosas; recreación en el sentido de que, para el Dios que tomó carne humana, todas las cosas pueden ser instrumentos para que el hombre vaya poco a poco aceptando el amor de que todavía intenta huir, del que quiere ocultarse.

El hombre, todavía orgulloso a pesar de la novedad de la Encarnación, necesita, como Charles Ryder, que su corazón sea partido. Es la única manera. Como escribió Oscar Wilde, “Que sólo en un corazón roto/ puede albergarse Jesucristo”2. La providencia es discreta; discreta como una herida de amor que sólo nota el que la lleva.

Gilmar Siqueira

1 Joseph Pearce. “Brideshead Revisited in a Nutshell”. Crisis Magazine. Disponible en: https://www.crisismagazine.com/opinion/brideshead-revisited-in-a-nutshell.

2 Oscar Wilde. Balada de la Cárcel de Reading. Traducción de Enrique Quintero Valencia. Disponible en: http://biblio3.url.edu.gt/Libros/wilde/balada.pdf.

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Author: Gilmar Siqueira
Feo, católico y sentimental