Debemos trabajar por el Reinado de Cristo viviendo de acuerdo a sus enseñanzas y trasladándola a la vida cotidiana
Los católicos están llamados a hacer frente al mundo y a establecer el Reinado de Cristo, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
¿Qué clase de presencia es la que se supone que los cristianos deben tener en el mundo alrededor suyo? ¿Qué clase de influencia se supone que ellos deben tener en la vida cultural de la comunidad a la que pertenecen? ¿Cuál es la relación básica entre la sociedad “secular” y los cristianos que moran en ella como ciudadanos y, desde luego, recibiendo ciertos bienes de esta, pero también – y uno espera que más enérgicamente – dándole algo que, de otra manera, le faltaría para peligro suyo?
Para Pablo VI, en su Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, la cuestión sobre el cristianismo en el mundo se reduce a esto: que la firme voluntad de los cristianos, a pesar de su oposición y contratiempo, continúa paciente y valientemente dando testimonio de Cristo y de Su Evangelio, viviendo de acuerdo a su enseñanza y trasladándola lo mejor posible a los ritmos y estructuras de la vida cotidiana no excluyendo, pero tampoco identificándose con o colapsando en la política o en la sociedad política.
Hemos visto ambos errores en nuestra época: el error de los teólogos de la liberación, que toman su inspiración de Karl Marx; y el error, de un modo diferente, de los liberales clásicos, que hablan como si el florecimiento de los mercados y la extensión de los beneficios tecnológicos a tantas personas como sea posible fueran una respuesta a la difícil situación humana, una suerte de Evangelio secular que tiene el poder de liberar al hombre de la ignorancia y del vicio.
En contraste, Pablo VI escribe:
“lo que importa es evangelizar —no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces”.
Evangelii Nuntiandi, 20
Y continúa:
“(…) el reino que anuncia el Evangelio es vivido por hombres profundamente vinculados a una cultura, y la construcción del reino no puede por menos de tomar los elementos de la cultura y de las culturas humanas (…) La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas. De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o más exactamente de las culturas. Estas deben ser regeneradas por el encuentro con la Buena Nueva.”
Aquí hay un pequeño avance al rol de los laicos en el mundo, un gran tema del Vaticano II, pero aún descuidado en la Iglesia contemporánea, donde la “participación” ha sido interpretada como una labor parroquial y una clericalización más que a valientes intervenciones y esfuerzos concertados en las esferas culturales propias de los no-ordenados. Pablo VI entendió lo que se les pedía a los fieles laicos:
“Los seglares, cuya vocación específica los coloca en el corazón del mundo y a la guía de las más variadas tareas temporales, deben ejercer por lo mismo una forma singular de evangelización. Su tarea primera e inmediata no es la institución y el desarrollo de la comunidad eclesial —esa es la función específica de los Pastores—, sino el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc. Cuantos más seglares hayan impregnados del Evangelio, responsables de estas realidades y claramente comprometidos en ellas, competentes para promoverlas y conscientes de que es necesario desplegar su plena capacidad cristianas, tantas veces oculta y asfixiada, tanto más estas realidades —sin perder o sacrificar nada de su coeficiente humano, al contrario, manifestando una dimensión trascendente frecuentemente desconocida— estarán al servicio de la edificación del reino de Dios y, por consiguiente, de la salvación en Cristo Jesús.
Evangelii Nuntiandi, 70
Pablo VI se hace eco del Decreto sobre el Apostolado de los Laicos del Vaticano II en Apostolicam Actuositatem, llamando a los laicos católicos a una intensa participación en cada aspecto de la vida social, contrario a la dominante concepción contemporánea, trazada desde la Ilustración, de que la religión es un asunto privado que no debiera causar revuelo en la plaza pública. (La religión es como un sombrero o un abrigo: te lo sacas y lo cuelgas en la puerta antes de entrar a las oficinas del gobierno o a los negocios.)
Por el contrario, la vocación del cristiano es buscar transformar el mundo por el enérgico ejercicio de la moral y de las virtudes teológicas, no en solitario, como lo haría un ermitaño, sino en la sociedad, y como una actividad pública y testimonial. El Concilio no pidió que el Estado se separe aún más de la Iglesia (“equivalente a la separación de la legislación humana de la legislación cristiana y divina,” como León XIII puso sucintamente), sino más bien que los laicos infundan el espíritu del Evangelio en todas las realidades temporales. Así, Gaudium et Spes §43 exhorta a los laicos a “imprimir la ley divina en los asuntos de la ciudad terrenal.”
Apostolicam Actuositatem fue aun más preciso. En el §7, los Padres Conciliares, reconociendo el “valor intrínseco” de las realidades temporales, notan cómo fácilmente ellos pueden pervertirse hasta causar un gran daño a la humanidad, y hacen un llamado a los cristianos, especialmente a los laicos, a transformar el orden temporal de acuerdo con el Evangelio, sin, no hace falta decirlo, aspirar a la simple fusión de las sociedades temporales y espirituales, como ha ocurrido históricamente de muchas maneras: el Cesaropapismo de Bizancio, el Erastianismo de algunos estados de Oriente, el Galicanismo y Josefinismo de la Ilustración.
Seguramente los cristianos modernos se han ido al extremo opuesto, esto es, el divorcio de la convicción personal de la vida pública, lo cual es una actitud peligrosa. La conclusión en Apostolicam Actuositatem §7 es inequívoca:
“Es obligación de toda la Iglesia el trabajar para que los hombres se vuelvan capaces de restablecer rectamente el orden de los bienes temporales y de ordenarlos hacia Dios por Jesucristo. A los pastores atañe el manifestar claramente los principios sobre el fin de la creación y el uso del mundo, y prestar los auxilios morales y espirituales para instaurar en Cristo el orden de las cosas temporales.”
Apostolicam Actuositatem, 7
El mismo documento define el apostolado social como:
“el esfuerzo por llenar de espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes, y las estructuras de la comunidad en que uno vive”.
Apostolicam Actuositatem, 13
Estas son nuestras órdenes de marcha. La lucha es difícil, más difícil que nunca, pero debemos ser claros por lo que estamos luchando. No estamos buscando la tolerancia; no nos conformaremos con la libertad religiosa, ni estamos esperando el cielo en la tierra. Estamos buscando la paz de Cristo en el reino de Cristo, que ha existido aquí abajo, que aún existe en la Iglesia y en los católicos y que puede traer a todos los hombres a la sabiduría, justicia, misericordia y alegría que de otra manera ellos nunca conocerían.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/catholics-are-called-to-confront-the-secular-world-and-establish-christs-ki/
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