Pensé varias veces si el título de este artículo debía ser puesto de manera afirmativa: Rehacer la Cristiandad, o de esta manera interrogativa: ¿Rehacer la Cristiandad?
Y me decidí por el segundo. ¿Por qué?
¿Rehacer la cristiandad? Un artículo de Alberto Mensi
Planteando el problema
Cuando un jarrón de vidrio se rompe en pedazos podemos juntar las partes rotas, pegarlas y volverle a la forma inicial. Sin embargo el roto queda.
La otra posibilidad más dificultosa es fundir el vidrio y hacer un nuevo jarrón, con el mismo vidrio, la forma similar, pero es uno nuevo no es el de antes.
La Cristiandad desde la reforma Protestante ha venido sufriendo diversos rotos y trituraciones por parte de los revolucionarios y sus socios: los idiotas útiles, y aún de aquellos que se horrorizan con los postulados revolucionarios pero que llevan agua para su molino, y estratégicamente pueden ser llamados idiotas inútiles.1
Todo esto sumado a un vaciamiento constante del sentir popular realizado por la llamada revolución cultural, hacen que temas y conceptos que en una época tenían un sentido, hoy día se los entienda de una manera totalmente opuesta.
Ejemplo de ello lo tenemos en la palabra especular que define la contemplación, ver las realidades más sublimes como en un espejo (speculo); sin embargo hoy día si hablamos de especulación en la calle, la gente lo referirá a la acción más vulgar y menos contemplativa como es el manejo de plata y sus ganancias.
Por ello no podemos hablar gratuitamente de rehacer la Cristiandad pues se puede entender reinstalar modas, usos, costumbres de una época pretérita que cada uno la identificará con tal o cual momento.
Es indispensable rehabilitar las inteligencias en la contemplación de la verdad para luego sí, trabajar prudencialmente en el entramado social que desborda en el reconocimiento público de la Realeza de Cristo en todas las personas y en todos los ámbitos.
Nuestro motor no puede ser la posibilidad de éxito que pone su confianza en herramientas y alianzas caducas y perecederas; lo que nos mueve debe ser la Esperanza que pone su confianza en Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida, para hacer lo que Él quiera.
Vamos a valernos, para aclarar esto, del R.P. Alfredo Saenz quien en su obra “La Cristiandad. Una realidad histórica” 2 nos da una orientación bastante clara acerca de las diferentes actitudes ante la Revolución Moderna que va modelando este mundo, las relaciones entre personas y pueblos, la conciencia de las personas, y eso nos dará algunas orientaciones.
“Algunos se contentan con ser meros espectadores de los hechos, pensando que la historia tiene un curso poco menos que ineluctable, y que si se quiere ser «moderno» hay que aceptar el devenir de la historia, o dejarse llevar por lo que De Gaulle diera en llamar «le vent de l’histoire». Cosa evidentemente nefasta, y que pareciera presuponer la idea de que la historia es una especie de engranaje que se mueve por sí mismo, independientemente de los hombres, cuando en realidad la historia es algo humano, la hacemos los hombres, y su curso depende de la libertad humana, presupuesta, claro está, la Providencia de Dios”
Se comprende claramente, en base a lo que ya hemos venido diciendo anteriormente, que esta no es una actitud esperanzada sino una actitud netamente fatalista. Las cosas son así, hay que aceptarlas porque este es el designio histórico.
Es frecuente que nos digan que hay que flotar y dejarse llevar por el río de la historia pues si no, quienes se niegan, el mismo río los deja a un costado.
Podemos responderles que en las orillas quedan clavadas las espadas de los guerreros que lucharon, mientras el río se lleva flotando los excrementos de las ciudades.3
“Otros piensan que hay que aceptar las grandes ideas del mundo moderno, si bien complementándolas con elementos de la espiritualidad cristiana. Tal sería, en líneas generales, por supuesto, el proyecto de la «Nueva Cristiandad» esbozado por J. Maritain. Su posición, ha tenido gran influjo en amplios sectores de la Iglesia”.
Esto que presenta el P. Sáenz, podríamos complementarlo con escritos del P. Julio Meinvielle en el que analizó exhaustivamente los distintos componentes de esta ideología.4
Podemos definir la postura de esta etapa de Maritain, y del catolicismo progresista como: prenderle una vela a Dios y una al diablo.
En los ámbitos católicos, asediados por el avance como alud de las huestes revolucionarias, se les filtró una confianza humana en el éxito inmediato y de una manera involuntaria se quitó el eje pasándolo de la esperanza cristiana al optimismo mundano.
Si bien el optimismo es necesario en las personas para su trajinar diario, esta clase de optimismo es el optimismo psicológico que podríamos denominar como una especie de alegría o confianza al encarar las dificultades.
A lo que nos referimos más arriba es al optimismo como una doctrina inmanentista según la cual el desarrollo se da sola y exclusivamente aquí y ahora, y toda otra realidad no tiene absolutamente nada que ver con la vida de las personas.
Si tenemos presente lo que hemos presentado más arriba en cuanto a las diferencias entre la esperanza cristiana y el optimismo moderno vemos que el error de base que tiene Maritain y el modernismo es el de acotar el campo de la esperanza a lo meramente espiritual o piadoso y observar la realidad cotidiana con una mirada meramente pragmática. En base a tal presupuesto los tres estadios de la revolución: reforma protestante, revolución francesa y revolución comunista, no son más que una explicitación del crecimiento de la humanidad hacia una ¿plenitud?
Claro está, dicho con cierto humor: con las cosas propias de todo crecimiento, como sucede con los adolescentes, torpes que no saben medir su cuerpo que crece y rompe algún jarrón.
Aunque aquí no se trata de ningún jarrón sino de las guerras de religión iniciadas por Lutero y la ruptura de la unidad cristiana, los años del terror en Francia y las invasiones napoleónicas y finalmente el nazismo fruto de las filosofías idealistas y peor aún el marxismo con sus millones de inmolados para construir el paraíso en la tierra. Una especie de “daños colaterales” de un crecimiento exitoso de la humanidad.
¿Rehacer la Cristiandad?
Si, es necesario rehacer la Cristiandad pero para eso convertir nuestros corazones a Dios y como se le dijo a Recaredo: Quema lo que adoraste y adora lo que quemaste.
Adorar a Cristo, adorar la Santísima Trinidad.
Quemar el trilema revolucionario de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Volver a la Religión de Dios y dejar la Religión del hombre.
Que los sacerdotes vuelvan sus ojos a Dios y su cuerpo a Dios, y dejen de charlar con la gente.
Que se renueve el Santo Sacrificio de la Misa y dejemos de tantas cenas del Señor.
Rehacer la Cristiandad debe comenzar por una catarsis total, una conversión total, un cambio radical de rumbo.
Es un esfuerzo muy grande que está mas allá de nuestras fuerzas pero para Dios no hay nada imposible.
¡¡Salve Reina y Madre!!! Vuelve a nosotros esos Tus ojos misericordiosos.
Alberto Mensi
1 Del lat. idiōta, y este del gr. ἰδιώτης, engreído sin fundamento para ello, Diccionario de la Real Academia Española
2 Saenz RP Alfredo SJ “La Cristiandad. Una realidad histórica. Pamplona. Fundación Gratis date
3 Expresión que escuche de labios del Profesor Genta varias veces en su Clase Privada de Filosofía y Política en su casa de la calle Céspedes, C.A.B.A
4 Pueden verse algunas eximias obras del P. Julio Meinvielle como: “De Lammenais a Maritain”, “Critica de la concepción de Maritain sobre la persona humana”, “De la Cábala al Progresismo” y “La Iglesia y el mundo moderno. El progresismo en Congar y en otros teólogos modernos”.
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