¿Quién decís que soy yo. Carta a mi ahijado-Marchandoreligion.es

«¿Quién decís que soy yo?». Carta a mi ahijado

Recientemente tuve la fortuna de ser invitado como padrino de confirmación con un joven al que aprecio mucho. Con tal motivo le entregué una carta que ahora comparto con ustedes con algunas reflexiones que pueden ser de ayuda para entender dicho sacramento y sus implicaciones a lo largo de nuestra vida. Les dejo la carta deseando, que independientemente si hicieron su confirmación hace 10, 20 o 30 años o si por el contrario están por realizarla, sus palabras puedan ser de ayuda para acercarse más a Dios y comprender nuestro actuar como cristianos.

«¿Quién decís que soy yo?». Carta a mi ahijado. Un artículo del Dr. Mario Guzmán

Querido ahijado:

En la Biblia se dice que Jesús les preguntó a sus discípulos «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» a lo que Pedro contestó «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mateo 16,15-16) y hoy tú al igual que él, reconoces a Jesús como el Cristo y a la Iglesia Católica como a tu madre en la tierra.

Pero es importante meditar qué significa esto en tu vida diaria, en tu relación con tus padres, con tus amigos, en tu futura novia y en la que será algún día tu vocación y profesión. La palabra Cristo proviene del Griego χριστός (chrīstós) que significa “ungido” es un título reservado para el Mesías, quien los judíos creían vendría a salvarlos y a quien no supieron reconocer porque esperaban a alguien poderoso, a alguien que derribara a los romanos y exaltara al pueblo de Israel devolviéndole la gloria y esplendor del pasado, en cambio, Jesús, el Cristo, nació pobre, vivió pobre y murió pobre. Pero no solo eso, sino que además murió crucificado, una muerte extremadamente dolorosa y terrorífica reservada para los peores criminales del Imperio Romano.

Cuando uno ve la historia de Jesús con ojos humanos, es posible comprender por qué muchos judíos no creyeron en él, no vieron que él era el Mesías. Y es que nuestra naturaleza nos hace admirar a aquellos que han tenido logros importantes, a quienes se muestran poderosos, y a quienes sobresalen de los demás. En cambio, solemos no ver a aquellos que son mansos y humildes (Mateo 11,29), aquellos que ante los estándares humanos no son vistos como exitosos o ganadores. Eso es lo que les pasó a los judíos, al verlo colgado en la cruz, abatido y humillado lo evaluaron con los estándares humanos, como un fracasado, como alguien no exitoso, como alguien que no es un ganador.

Pero lo mismo nos puede pasar a ti y a mí, a todos. Podemos dejarnos llevar por los estándares humanos y creer que lo importante en la vida son los logros académicos, económicos, y el reconocimiento de los demás. Podemos creer que lo importante es tener éxito ante los ojos de los hombres y no ante los ojos de Dios.

Verás ahijado, el Cristo, en su vulnerabilidad, pobreza, humillación y sufrimiento fue agradable a los ojos de su Padre, de nuestro Padre, aunque no lo fue ante los ojos de los hombres. Y eso es a lo que él nos ha llamado a buscar ser agradable a los ojos de Dios, no a los de los hombres, y nos ha prometido que de ser así seremos bendecidos, llamados hijos de Dios y herederos de Su reino celestial. (Mateo 5, 2-11)

Con esto, no quiero desanimarte en esforzarte por lograr tus objetivos en la vida, al contrario, quiero invitarte a que día a día pongas tu máximo esfuerzo en ser la mejor versión de ti mismo. Que busques con trabajo arduo lograr lo que te propones, que lo hagas cultivando día a día las virtudes que hacen que uno deje de ser niño y se convierta en un hombre de verdad, esas virtudes son: la prudencia, la fortaleza, la justicia, la templanza, la fe, la esperanza y el amor. Estoy seguro de que con los grandes dones que Dios te ha dado como es tu inteligencia, tu carisma y tu amabilidad, más estas siete virtudes lograrás lo que te propongas. Pero es importante recordar que ningún logro es valioso por sí mismo, no importa la cuenta bancaria, los títulos universitarios o cualquier otro logro si estos no están orientados hacia Dios y hacia la ayuda al prójimo (Mateo 22,36-40), y no solo eso, sin dicha orientación pueden convertirse en una maldición en lugar de una bendición. Es solo cuando orientamos nuestra existencia hacia Dios y al prójimo que nuestros logros tienen sentido, pues reconocemos que en realidad no son nuestros logros, sino los de Él. Y es ahí, en la humildad de reconocerte su obrero, que Él sabrá recompensarte en esta vida o en la que viene, pues él nos ha dicho «Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.» (Mateo 6,33)

Quiero invitarte a reflexionar en algo más. ¿Te fijaste que inicié mi carta haciendo referencia a Pedro como el primero de los discípulos que reconoció a Jesús como el Cristo?, bien, ¿pues qué crees? Pedro también fue el primero en negarlo y abandonarlo (después de Judas el Iscariote). La Biblia nos dice:

«Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: «También tú estabas con Jesús el Galileo.» Pero él lo negó delante de todos: «No sé qué dices.» Cuando salía al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el Nazareno.» Y de nuevo lo negó con juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues además tu misma habla te descubre!» Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Inmediatamente cantó un gallo. Y Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.» Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.» (Mateo 26, 69-75)

Recuerda que Jesús le llamó a Pedro la piedra con la cual edificaría su Iglesia. Él, Pedro, quien lo reconoció como el Cristo también lo negó cobardemente en tres ocasiones. Pedro, el primero de los papas, el amigo cercano de Jesús, el que le juró que lo defendería y lo acompañaría hasta la muerte, quien lo vio hacer milagros a su propia suegra, a enfermos, a ciegos, a endemoniados, él, el mismísimo Pedro lo negó y con mayor razón tú y yo y cualquiera lo puede negar y por eso hemos de ser cautos, no podemos bajar la guardia. Hay alguien que quiere que vivamos con temor, que neguemos al Cristo, que busquemos la aprobación del mundo y no la de Dios. Yo he estado ahí, yo he sido Pedro y al igual que él he negado al Cristo en más de una ocasión y he terminado llorando amargamente. Por lo que te invito a que no te confíes y que te mantengas siempre fuerte, espiritualmente fuerte.

Tal vez te preguntarás “¿cómo puedo adquirir esa fortaleza?”, ¿pues qué crees? ¿Recuerdas que te dije que la Iglesia es nuestra madre en la tierra? Pues como buena madre nos provee el alimento que necesitamos, ella nos ha dado la Biblia que contiene la Palabra de Dios, nos administra los sacramentos para vivir cerca de Él y nos enseña con su Tradición y Magisterio el cómo podemos llevar una vida plenamente cristiana. Te invito pues a estar cerca de la Iglesia, de sus sacramentos y de la lectura de la Biblia. Es por eso por lo que el regalo que te doy hoy, el día de tu confirmación, es una Biblia, para que en ella descubras lo que Dios tiene que decirte a ti, pues no es algo que dijo hace 2,000 años a alguien en Medio Oriente, es algo que te dice a ti directamente. El papa Benedicto XVI nos enseñó que eso es lo que en la Iglesia se llama Lectio Divina, una hermosa forma de hacer oración y que te invito a que la desarrolles como una práctica diaria en tu vida.

También te regalo una copia de mi libro de Lucas 24 porque quiero invitarte a que te des la oportunidad de en esta Cuaresma leer dicho evangelio que consta de 24 capítulos. Es un evangelio ágil y muy interesante, donde se narra la vida y obra de Jesús. Puedes leer un capítulo al día y después leer la reflexión que he escrito para cada uno de los capítulos. Así podrás prepararte para comprender la fecha más importante para nosotros los católicos que es el Domingo de Resurrección con el que recordamos que nuestro Señor venció a la muerte.

Finalmente, quiero darte las gracias por haber pensado en mí para ser tu padrino de confirmación. Es un enorme honor poder acompañarte en este momento en que como Pedro tú también dices “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». No te olvides que siempre cuentas conmigo y que ser tu padrino también me da la responsabilidad de velar por ti, así que te estaré buscando para ver cómo vas con tu vida cristiana y tu relación con Dios.

Que Dios te bendiga y te permita un día verlo frente a frente.

Tu padrino

Mario Guzmán Sescosse

Les envío un fuerte abrazo y si aún no adquieren mi libro sobre el evangelio de Lucas los invito a hacerlo en www.librolucas24.com y mi libro de la adolescencia en www.latransformaciondeladolescente.com

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Author: Mario Guzmán
Dr. Mario Guzmán Sescosse es profesor e investigador de tiempo completo en Trinity Christian College en la ciudad de Chicago en EUA. Es doctor en psicología y cuenta con dos maestrías en psicología y psicoterapia, además de la licenciatura en psicología y estudios en filosofía. Es autor del libro "La Transformación del adolescente", de diversas obras científicas y capítulos de libro. Tiene más de 17 años de experiencia como terapeuta. Sus intereses académicos son psicología y religión, psicoterapia, psicopatología y desarrollo humano. Además, está casado y tiene 3 hijos junto con su esposa. https://www.drmarioguzman.com/