«Jesús enseña siempre a no desesperar en la oración, a confiar en que Dios atenderá las suplicas de sus devotos» ¿Mantenemos nosotros esa perseverancia en el día a día?
«Perseverancia», Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
Relato evangélico (Lc 18, 1-8)
En aquel tiempo, Jesús les decía una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’».
Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará
justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace
esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre
venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».
Comentario al Evangelio
La historia del Pueblo de Israel no es solo una historia de infidelidad e ingratitud, sino también de fe y confianza en el poder salvador de Dios. Esta confianza fue expresada a través de una profunda vida de piedad, puesta a prueba en numerosas ocasiones, que buscaba alimentar la confianza en Dios en medio de las más complejas situaciones. La esclavitud en Egipto, la destrucción de Jerusalén y el destierro en Babilonia pusieron a prueba la confianza del pueblo en su Dios, que parecía haberles abandonado e indiferente ante su oración desesperada. Sin embargo, en todo momento Dios escucho su voz e intervino a su favor en el momento por Él previsto, desembocando en el envío de su Hijo Unigénito, respuesta suprema a sus oraciones. Por ello, Jesús enseña siempre a no desesperar en la oración, a confiar en que Dios atenderá las suplicas de sus devotos, a pesar del aparente silencio del Padre. La parábola del Juez Inicuo ilustra esta enseñanza: si quien ejerce el poder de modo arbitrario termina por atender al justo que sufre, no de buena gana sino para terminar con su acoso, que no hará Dios que no se cansa de escuchar nuestras suplicas y las termina atendiendo, no por cansancio, sino por amor.
Reflexión
Muchas veces me mueven pensamientos de ir a los estudios (…), dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, (…), diciendo (…) a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: «¡Cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos!». Y así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta que Dios, nuestro Señor, les demandará de ellas, y del talento que les tiene dado muchos de ellos se moverían, (…) para conocer y sentir dentro de sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias afecciones, diciendo: «Aquí estoy, Señor, ¿qué debo hacer? Envíame adonde quieras»[1], escribía san Francisco Javier en una de sus cartas a Roma.
El lamento de san Francisco Javier resuena hoy en nuestros oídos como resonó en su época por toda la Cristiandad. Para el santo patrón de las misiones resultaba lamentable que hubiese cristianos que, dotados de grandes talentos por Dios para el servicio de las almas, aspirasen simplemente a puestos cómodos en él. Hoy podemos sufrir también la tentación de aspirar a un servicio cómodo a Dios y a las almas, pensando que la misión es solo obligación de los misioneros y necesaria en los países de misión, cuando actualmente la antigua Cristiandad es también “tierra de misión”. Hoy se hace necesario en Occidente una opción misionera decidida, que involucre a todos los miembros de la Iglesia, y que lleve a Cristo a las calles, plazas, escuelas, universidades, parlamentos…, a todos aquellos ambientes que le han cerrado sus puertas y en donde el cristiano ha tenido que ocultar su identidad sino quería ser marginado. Pero ello no a cualquier precio: no puede sacrificarse la fe, la doctrina y la moral cristiana para tener esa presencia en la sociedad actual, para caer bien y ser aceptados; lo que debe distinguir al cristiano es su fidelidad al mensaje de Cristo en su radical integridad, que fue, al fin y al cabo, lo que conquistó al mundo pagano y lo abrió a la salvación cristiana. Hoy como entonces, el mundo necesita misioneros configurados con Cristo, fieles a su mensaje, intrépidos, sin complejos y dispuestos a todo por llevar su salvación a las almas, como lo fueron san Francisco Javier, santa Teresita del Niño Jesús, san Damián de Molokai, la Madre Teresa de Calcula y tantos y tantos misioneros anónimos enamorados de Cristo y de las almas.
Testimonio de los Santos Padres
San Jerónimo (c. 340-420)
El banquete preparado, los toros y los animales cebados ya muertos, representan, en sentido metafórico, las riquezas del rey, para que por medio de las cosas materiales se venga en conocimiento de las espirituales. Además, la magnificencia de los dogmas, y la doctrina del Señor, pueden conocerse de una manera evidente en la plenitud de la ley.
Catena aurea
Oracion
Señor y Dios Nuestro, escucha solicito las suplicar de tu
pueblo, que te pide incesantemente tu gracia y perdón para servirte cada día
mejor; acuérdate de aquellos que no te conocen o rechazan, y envíales
mensajeros que les anuncien la Buena Nueva de tu Salvación. Por Jesucristo
Nuestro Señor. Amen.
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
Nuestro artículo recomendado: Agradecimiento
[1]Cartas 4 [1542]… y 5 [1544]
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