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A Dios sea la Gloria, un himno de Fanny Crosby

Hoy, nuestro querido Miguel, pone un poco de música en el panorama, que falta hace, tal y como está todo. ¿Se animan a escuchar un himno de Fanny Crosby? ¡Preparen los oídos!

«A Dios sea la Gloria, un himno de Fanny Crosby», Miguel Toledano

La liturgia de hoy comienza con el capítulo 5 del Apocalipsis:  Digno es el Cordero, que ha sido inmolado, de recibir el poder y la divinidad y la sabiduría y la fortaleza y el honor.  E, inmediatamente después, la Misa remite al capítulo 1 del mismo libro a cargo de San Juan:  Al mismo sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos.

Pues bien, dichos dos versículos le sirvieron de inspiración, hace siglo y medio, a la puritana norteamericana Fanny Crosby para escribir uno de sus himnos más conocidos, que lleva por título el mismo de este artículo, tomado directamente del citado versículo del texto de la Revelación.

Digamos unas breves palabras sobre la autora, prolífica escritora y compositora, que contó con la amistad personal de varios presidentes de los Estados Unidos a lo largo del siglo XIX, incluido el renombrado Abraham Lincoln, cuya causa abrazó entusiásticamente en la Guerra de Secesión, oponiéndose como lo estaba al mantenimiento de la esclavitud.

Quedó ciega al mes y medio de edad, merced a que sus padres le aplicaron un sinapismo en una infección ocular, con la consecuencia de que la cataplasma de harina de mostaza resultó fatal para el bebé.  Este rasgo más o menos anecdótico lo consigno porque me he encontrado a veces con personajes que, confundiendo la gimnasia con la magnesia, identifican la doctrina tradicional de la iglesia con un catálogo de normas más o menos moralizantes, entre las que se encuentra la aversión por los avances de la medicina y el recurso torpe a la curandería alternativa.  Esto, que igualaría ecuménicamente a sedicentes católicos con las sectas amish del protestantismo anglosajón, no deja de ser una adulteración caricaturesca de nuestra Fe, que la convierte en ideología y tiene fatales consecuencias, tanto corpóreas como psicológicas y morales.  En el caso de la Srta. Crosby, convirtió un simple orzuelo en un problema de orden existencial.  Entonces, el escaso avance de la ciencia podía justificar el estropicio; ahora, no.

Nuestra autora merece también ser recordada como infatigable defensora de los pobres. 

Pudiendo disfrutar por su éxito de una situación más que aseada, prefirió siempre la compañía de los más desfavorecidos, de los desechados por la sociedad.  Vemos aquí interesantes conexiones con el pontificado actual y asimismo con el espíritu salesiano, que señala la preferencia del Rey del Universo por los humildes.

A los treinta y nueve años sufrió una nueva cruz en su azarosa vida, cuando perdió a su única hija, recién nacida.  Este episodio terrible nos permite comprobar que ella creía en la majestad de Cristo, puesto que afirmó que “Dios le había regalado a ella y a su marido un tierno bebé pero los ángeles bajaron y se llevaron a su niña hacia Dios y Su trono”.

Sin embargo, como es habitual en la mentalidad protestante, la realeza de Dios queda significativamente diluida en su doctrina y praxis y, así, comprobamos que el himno “A Dios sea la gloria” se centra en otros elementos divinos, pero no tanto en ese poder, fortaleza, honor e imperio a que se refiere la Sagrada Escritura.

La primera estrofa, en efecto, recuerda al autor de la creación, su amor hacia nosotros al engendrar al Hijo y la entrega de Éste por nuestra causa, como dice el Credo niceno-constantinopolitano.  La segunda nos diferencia más del espíritu reformado, toda vez que el perdón de nuestras ofensas, incluso el de las más viles, se produce en el mismo momento en que el pecador “cree realmente”; sólo la Fe importa al calvinismo y quedan por tanto sin sentido los sacramentos de la Iglesia y, entre ellos, el básico de la confesión ante el sacerdote.  La tercera y última estrofa está dedicada a Dios como maestro (la Iglesia vuelve a desaparecer en tal faceta) y a Cristo como objeto último de nuestra admiración cuando podamos contemplarlo cara a cara.

Hasta aquí, el reconocimiento de la Monarquía divina resulta pospuesto a los últimos días, pero el estribillo expresa el honor debido al Rey:  “¡Alabad al Señor!  ¡Dejad que la tierra escuche su voz!  ¡Dadle la gloria!”  Es una pena que no se saquen las debidas consecuencias a esas invocaciones al Señor del Universo, por el característico sentimentalismo que, en buena medida, Fanny Crosby contribuyó a desplegar en las confesiones americanas, hoy extendido a tantos otros lugares del orbe.

La métrica del himno, como ocurría con “Inmortal, invisible” según ya conocen los lectores de Marchando Religión, se basa en una estructura de cuartetos endecasílabos, rimando el primero de los versos con el segundo y el tercero con el cuarto.  Pero lo que verdaderamente otorgó a la pieza su popularidad original, conservada hasta nuestros días, es la brillante melodía que para el texto compuso William H. Doane, inventor, industrial y filántropo además de músico religioso.  La partitura está escrita en la tonalidad de sol mayor, asociada típicamente a los caracteres de alegría y vivacidad.  Por eso, su incorporación dentro de la liturgica católica cuadraría bien en la festividad de Cristo Rey, subsanada la deficiencia apreciada en la segunda estrofa y reemplazada por alguna referencia a la Iglesia apostólica.

Quienes quieran disfrutarla en casa pueden hacerlo en este enlace, que incluye la letra y una versión coral relativamente aseada; los especialistas del órgano gustarán de esta interpretación instrumental que las nuevas tecnologías muestran como si de una clase magistral se tratara.

Miguel Toledano Lanza

Fiesta de Nuestro Señor Jesucristo Rey, 2019

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.