Los tiempos que vivimos son tiempos de lucha decisiva entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás, entre la Iglesia Católica y el amontonamiento del Anticristo.
Tiempos son estos de grandes decisiones, de ánimos prontos, de inteligencias despiertas, de voluntades firmes.
Y todo ello lo encontramos en las tranquilas pampas argentinas una vez pasado el crudo invierno con una Peregrinación de jóvenes que marchan hacia la Casa de nuestra Madre en Luján como modernos cruzados que caminan fatigosamente hacia Jerusalén, la Peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad.
Nuestra Señora de la Cristiandad. Un artículo de Alberto Mensi
Los ojos y los ánimos de quienes ya hemos pasado de la mitad del siglo de vida recobran fuerza al ver los retoños crecer, reverdecer, florecer, mostrándose algunos ya como árboles fuertes, como robles enhiestos.
Nuestra tarea en esta vida es la de sembrar. Uno siembra y otro cosecha. Por ello recuperamos aliento al ver que hay muchos brazos juveniles y vigorosos de chicos y chicas que toman los estandartes, el arma del Rosario y con ánimo pronto se ponen en marcha. Cantos viriles sacudirán la monotonía de las pampas, cantos litúrgicos elevaran los corazones, cantos folklóricos de nuestro acervo cultural acariciarán los fogones atemperando los corazones para el descanso nocturno.
A partir de esta entrega trataremos, dentro de nuestras limitaciones, de hacerles vivir, de alguna manera, esos días de cielo en la tierra, y así comenzaremos en una plaza provinciana, el sábado por la mañana.
PLAZA PROVINCIANA
Primeras horas de un sábado gris. Mientras camino por la calle solitaria de este pueblo provinciano el sol trata de romper la pesada capa de nubes. El suelo de la Plaza es hollado por pies que se suman momento a momento y se mueven febrilmente de un lado a otro.
El silencio de la madrugada se va rompiendo con órdenes, preguntas, indicaciones y saludos, cada vez más saludos. Saludos de cortesía, saludos de reencuentros, saludos apresurados, saludos que se perpetúan en fuerte y alegre abrazo.
Vamos llegando. Ya pasó un año y es como un ayer.
Cada uno va buscando su lugar, el bolsón donde pondremos la mochila, la carpa, las cosas nuestras con las que nos reencontraremos al atardecer cuando armemos el campamento en búsqueda del merecido y necesario descanso.
Pero ahora, la curiosidad se abre paso entre la modorra y el cansancio de días pasados en el estudio o el trabajo.
Curiosidad por ver quién viene.
Curiosidad por captar novedades de este año.
Curiosidad oteando el cielo en busca de señales acerca del tiempo.
Curiosidad y nerviosismo. Expectativa de cómo serán estos días, de cuándo daré ese paso que me delate la aparición de una ampolla.
Curiosidad de… ¿qué me tendrá preparado el buen Dios para esta marcha?, ¿qué me dirá?, ¿cuándo será eso?, ¿cómo será?, ¿será?, o ¿simplemente es un engaño, un entusiasmo pasajero, esos entusiasmos que brotan en la juventud y de repente no sabemos para qué o por qué hacemos lo que hacemos?
Torbellino de ideas, de preguntas… que se disipan cuando recibo ese cariñoso saludo que me saca de la nube negra en que me había metido, sin saber cómo, y que empezaba a asfixiarme, a cegarme.
No tengo tiempo para perder en eso, no estoy dispuesto a desperdiciar esta buena oportunidad que Dios me da.
Deseo con todas las fuerzas de mi corazón vivir intensamente cada momento, cada instante de esta experiencia única y decisiva, que ya ha marcado huella en mi alma.
¡No estoy aquí porque yo lo he decidido! ¡Estoy aquí porque el buen Dios me ha traído, porque tiene preparado algo para mí, porque ha diseñado este encuentro conmigo desde toda la eternidad!
Y ese pensamiento que se abre paso en mi corazón me enciende en un fuego suave y tremendo que me da fuerzas para afrontar todo lo que tenga por delante.
La ansiedad general comienza a aquietarse cuando en el altar, armado a un lado de la Plaza, se expone el Santísimo Sacramento.
Cristo Jesús, Dios encarnado, congrega en torno suyo a los seguidores del camino, a los peregrinos que caminarán tres días hacia la casa de la Madre.
El me recuerda cómo caminó hacia el Calvario, cómo caminó por tres años la Tierra santa luego de estar treinta años en un pueblo provinciano.
Pero peregrinar no es sólo caminar.
No es sólo rezar.
No es sólo confesarnos de nuestros pecados.
No es sólo sacrificarnos y compartir con los otros.
No es sólo el cansancio, las ampollas, el frío, el calor.
Peregrinar es todo eso pero amalgamado en una nueva realidad que transforma todas las cosas.
Quien ha peregrinado tiene un antes y un después.
No sólo cronológicamente.
Quien ha peregrinado no sale igual que como llegó.
Con toda devoción recibimos la Bendición Eucarística. El cielo baja a nuestros corazones a través de esa señal de la cruz que traza sobre nuestras cabezas.
Cantos sagrados, oraciones fervorosas, silencio fecundo que se agiganta en esa bendición eucarística.
Ahora hay que levantarse.
Hay que empezar a caminar.
La aventura de la Fe comienza.
Ánimo peregrino, desprendete del hombre viejo, déjalo tirado en el camino.
Nuestra Madre te espera en Su Santuario con nuevas ropas, te pondrá el anillo en tu dedo y te hará pasar al Banquete que Su Divino Hijo tiene preparado para ti.
NOS CUM PROLE PÍA, BENEDICAT VIRGO MARÍA
Alberto Mensi
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