¿Como debe ser la relación entre los novios cristianos y cuánto tiempo debe durar? Todas estas cuestiones sobre el noviazgo verdaderamente cristiano quedan resueltas en este artículo que les invitamos a leer y a difundir.
Por un noviazgo verdaderamente Cristiano
Fuente: Seminario Internacional Nuestra Señora Corredentora
C. C. 308 – 1744 Moreno, Pcia. de Buenos Aires. Hojitas de Fe
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Ya hace tiempo, gracias a Dios, que entre nuestras filas empezaron a darse numerosos noviazgos, que muchas veces culminaron en feliz matrimonio.
Pero, inevitablemente, un gran peligro acecha a estos noviazgos, y es la mentalidad moderna, que lleva a veces a nuestras parejas a contraerlos como se contraen en el mundo, con criterios y actitudes censurables. Todos sentimos, en efecto, cómo el mundo moderno bombardea, en particular a la juventud, con toda una mirada libre y pecaminosa sobre el amor, a través de series y películas, del internet y del celular, y de las costumbres adoptadas hoy por la gran mayoría de la gente. Y es muy difícil que esa mirada libre y pecaminosa no se nos pegue a nosotros, como una pez difícil de sacar. Y, sin embargo, el noviazgo es crucial para encarar debidamente un porvenir de matrimonio que compromete la vida entera de los que lo abrazan; razón por la cual es apremiante protegerse contra toda esta mirada pagana y deshonesta que nos presenta el mundo, a fin de llevar el noviazgo según los criterios indicados por la Iglesia y por toda una experiencia cristiana de la vida.
Por eso parece conveniente, antes de ofrecer –tanto a padres como a jóvenes– toda una serie de Hojitas de Fe sobre el noviazgo, recordar las pautas que todo sacerdote no dejará de dar a un par de jóvenes cuando desean contraer un noviazgo fructuoso y bendecido por la gracia de Dios.
Estas pautas pueden resumirse a tres: • precaverse contra un noviazgo precoz; • asegurar la seriedad que reclama el mismo noviazgo, como preparación inmediata al matrimonio; • y atenerse a una triple cautela para proteger la virtud de la pureza.
Peligros de los noviazgos en temprana edad.
Uno de los puntos en que puede infiltrarse la mentalidad moderna en
nuestras filas es en la moda, introducida ya desde hace tiempo, de ponerse
de novios desde muy pronto. El chico quiere, ya desde la escuela, buscarse
una novia, y la chica encontrarse un novio. ¿Por qué? Porque así lo hacen
todos, porque así se estila, y el que no lo hace queda descalificado o ridiculizado delante de los demás. Cuando, justamente, la primera pauta a observar en un noviazgo es la de no contraerlo antes de tiempo.
La razón es que el noviazgo es una preparación próxima al matrimonio;
y esta preparación exige toda una seriedad, reflexión y madurez, que no se
tiene a los catorce, quince o dieciséis años. En particular, el noviazgo precoz incurre en cinco peligros:
1º El primero es la inmadurez psicológica, tanto en la mujer como en el varón.
A la edad de catorce, quince o dieciséis años, el adolescente carga aún con
una gran inestabilidad emocional y afectiva, y está sufriendo toda una serie de cambios fisiológicos que van a determinar la psicología de su personalidad, pero que para ese entonces son una gran novedad; razón por la cual experimenta un descontrol de las pasiones que supone necesariamente un inmenso peligro para la virtud de la pureza.
Es como darle un fósforo a un chico dentro de un polvorín: se expone a perder muy fácilmente la gracia de Dios.
2º Esta inmadurez psicológica hace imposible la seriedad y serenidad que reclama el noviazgo, y de las que el adolescente todavía no es capaz.
Durante el noviazgo se deben reflexionar y ponderar temas importantísimos, y establecer las bases mismas del hogar que se pretende formar. Siendo la preparación del porvenir de toda una vida, no puede transformarse en un pasatiempo.
3º Piénsese, además, que el noviazgo en temprana edad trastorna totalmente el empleo de un tiempo que, por el momento, se debe al estudio y a la adquisición de aquellos elementos que permitirán construir luego un sólido futuro;
ya que toda la atención del chico o de la chica se verá absorbida por el pensamiento de su parejita, por la necesidad de hablarle, de comunicarse y salir con ella, desviándose así del presente deber de estado.
4º Un nuevo peligro es la duración que necesariamente deberá tener un noviazgo comenzado tan pronto, con todos los riesgos que conlleva este alargamiento.
La Iglesia nunca ha recomendado los noviazgos largos; su criterio siempre
ha sido que se realice en un tiempo reducido, porque es una preparación próxima al matrimonio, y no una preparación remota. Que dure un año por lo menos, para que ambas partes puedan conocerse suficientemente, pero no más de dos, para no prolongar indebidamente un tiempo de suyo delicado, eso es lo razonable. Las eventuales excepciones a esta norma son sólo eso, excepciones.
5º Finalmente, un noviazgo precoz puede impedir una posible vocación.
Si hoy no hay tantas vocaciones sacerdotales o religiosas, no es porque Dios no llame. San Juan Bosco decía que Dios suele llamar a uno de cada tres jóvenes. Aunque el criterio de este santo no sea dogma de fe, nos recuerda que Dios sigue llamando a operarios para la mies; mas los noviazgos prematuros bloquean el deseo de una vida más elevada, o hacen que el joven, desalentado por saberse ya manchado, o espantado de la idea de una consagración a Dios por haberse hecho más carnal su corazón, no se atreva a responder a este llamamiento.
Seriedad que reclama el noviazgo.
Débese insistir en que el noviazgo no es, ni puede ser, un juego, que es como se encara hoy entre los jóvenes. Es una preparación y un verdadero «noviciado» para el matrimonio. En el noviciado, el candidato examina si reúne los requisitos para poder abrazar la vida religiosa en la congregación que lo recibe, y si podrá perseverar en ella hasta el fin de sus días. Del mismo modo, durante el noviazgo los novios deben examinar seriamente si reúnen los requisitos para casarse el uno con el otro con garantías de acierto y de fidelidad mutua para toda la vida. Para eso han de estudiar si podrán ayudarse mutuamente a su santificación y salvación eterna, y en vistas a ello, si abrigan esperanzas de completarse y armonizarse en una vida de familia, y si podrán y sabrán llevar las cargas y obligaciones del matrimonio. Este «noviciado», por tanto, exige mucho de los novios. Entre los puntos que deben considerar durante este tiempo, y de los que deben alcanzar una verdadera certeza moral para adentrarse prudentemente en el matrimonio, están los siguientes:
1º Ante todo, la perfecta concordancia en materia de religión.
Si quieren contraer matrimonio, es sobre todo para transmitir a los hijos que Dios les conceda el inestimable tesoro de la vida, así natural como sobrenatural, con la fe y la gracia que, en los planes de Dios, es el fin último del hombre y, por ende, también de la familia cristiana. • Puesto que al varón le corresponde dar los principios y orientaciones que guiarán al hogar, debe la joven verificar que su novio está firme en las verdades de la fe, que con ellas intenta dirigir su vida, y que podrá apoyarse en él en todo lo referente a la fe y a la gracia. • Y puesto que a la mujer le corresponde traducir estas directivas de fe en educación de los hijos, debe el joven verificar que su novia reúne las debidas condiciones para ser esa madre y educadora sobrenatural de los hijos que tenga de ella.
2º Luego, la adecuada complementariedad entre ambos, en temperamento, en cualidades, en talentos, que les haga llevadera la vida en familia.
No puede ni debe exigirse una igualdad en sus modos de ser, pero sí una total compatibilidad, o verificar al menos que no se da aquella contrariedad u oposición que les haría muy cuesta arriba la convivencia familiar para toda la vida.
3º Asimismo, la generosa práctica de la virtud, que les ofrezca garantías de que lograrán ayudarse mutuamente en la búsqueda de la salvación y de la santidad.
La belleza pasa, pero la virtud permanece. La belleza es el cebo, con la virtud se convive. El chico que se enamora de su novia más por sus virtudes
interiores que por su belleza exterior, ha encontrado un tesoro en la tierra. Durante este tiempo de noviazgo, por lo tanto, los novios deben demostrarse mutuamente que saben dominar sus pasiones, sobrellevarse con caridad y paciencia, y tratarse el uno al otro con la debida deferencia y respeto.
4º Finalmente, la adquisición de aquellos bienes, tanto materiales como sobre todo espirituales, que constituirán la dote y herencia que quieren legar a sus hijos.
En este sentido, los novios han de empezar a hacer provisiones de fe, de
oración, de pureza, de amor a Jesús y a María, de práctica frecuente de sacramentos, de observancia de las leyes de Dios y de la Iglesia, pues eso mismo es lo que quieren comunicar a sus hijos, lo que los hijos deben ver presente en el hogar desde que se despierten al uso de razón. Nadie da lo que no tiene; no podrán los padres transmitir este tesoro a sus hijos si no se han aplicado a adquirirlo; y el tiempo para empezar a hacerlo es justamente el tiempo de noviazgo.
Resumiendo, no es el noviazgo un tiempo para malgastar, como la cigarra de la fábula, en músicas, bailes y diversiones, sino un tiempo de esfuerzo para hacer acopio, como la hormiga de la misma fábula, de todo lo que será necesario para formar el hogar y la familia con esperanzas de éxito, y de éxito sobrenatural, pues lo que está en juego en el matrimonio es la salvación eterna de los esposos y de los hijos.
Pureza que hay que guardar en el noviazgo.
Gran desgracia es que lo que más naufraga en los noviazgos modernos, juntamente con los intereses sobrenaturales del matrimonio, sea la preciada virtud de la pureza. El libertinaje que se ha instalado hoy entre los jóvenes hace que esta virtud sea la gran desconocida de los matrimonios, por habérsela perdido en los primeros encuentros del noviazgo. Ahora bien, sólo hay un medio para preservar el matrimonio de los terribles espectros de la infidelidad, de las sospechas y de los celos, y es que ambos novios confíen totalmente el uno en el otro, por haberse probado durante el noviazgo que saben dominarse y conservar sin tacha la virtud de la pureza.
Pues bien, esta virtud la conservarán infaliblemente, según la experiencia lo confirma, los novios que se atengan a estas tres cautelas: • en la medida de lo posible, no estar nunca a solas; • no verse de noche sino de día; • no permitirse aquellas muestras de cariño reservadas a los casados.
1º No estar nunca a solas.
La soledad, entre novios, es mala consejera, porque incita a dar rienda suelta al atractivo mutuo que ambos sienten entre sí. Por supuesto que durante el noviazgo se impone entre los novios una cierta privacidad, pero esa privacidad no está reñida con tratar de sus cosas en ambientes abiertos, donde pueden ser observados, a lo menos desde lejos, por los demás.
2º No verse de noche sino de día.
También la noche, entre novios, es mala consejera. Siempre lo ha sido, según testimonio de la Escritura, en todo lo referente a la pureza. Los novios cristianos son hijos de la luz, y es durante el tiempo de luz que tratan entre sí de sus asuntos.
3º No permitirse muestras de cariño propias de los casados.
Los novios todavía no se pertenecen, sino que están en etapa de ver si pueden entregarse y pertenecerse el uno al otro. Trátense, pues, como hermano y hermana, con esa misma delicadeza y respeto. ¡Qué pena da pensar que tantos chicos y chicas sólo logran llegar al matrimonio después de haber pasado por varias manos, esto es, después de haberse permitido con otros, a los que acabaron dejando, una gran cantidad de intimidades y libertades!
Fuente: Seminario Internacional Nuestra Señora Corredentora
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