Que Cristo reine en nuestros hogares, recemos por las familias cristianas. Hoy en nuestro artículo hablamos del matrimonio católico, proponemos la santidad en el matrimonio y lo hacemos de la mano de Monseñor Schneider
El matrimonio católico. La Santidad en el matrimonio. Extractos de Christus Vincit de M. A. Schneider
La santidad en el matrimonio: Dios ha de ser el primero en ser servido, así el amor a sí mismo es completamente abandonado y rendido por el amor a Dios.
*Con el permiso de Mons. Schneider (Del libro Christus Vincit de Monseñor A. Schneider entrevistado por Diane Montagna)
Preparación de los textos: Grupo Hijos de María.
La belleza del matrimonio católico.
“El matrimonio es una vocación en la que debe estar presente Dios en todas las circunstancias del amor. La conciliación y el aflojamiento de la tensión son posibles únicamente en quienes saben que se precisan tres sujetos para amar. Sólo Dios puede dar lo que el corazón desea. En el amor cristiano verdadero, el marido y la mujer ven a Dios a través de su propio amor. (“Son tres los que se casan”. A. F.J. Sheen).
Monseñor Schneider, en su obra Christus Vincit nos recuerda que el primer y más santo objetivo y finalidad del matrimonio es engendrar ciudadanos del Cielo. Y también que la familia es el primer lugar donde se debe enseñar a los hijos la integridad y belleza de la fe católica.
Nos enseña Monseñor, que para poder vivir el matrimonio en santidad, los esposos deben en primer lugar, poner a Cristo en el centro de su amor: Cristo ha de ser lo primero en su corazón y en su vida. Deben desterrar todo egoísmo y abrirse generosamente a dar vida a los posibles nuevos ciudadanos del cielo, arraigarse en la fe católica mediante el estudio del Catecismo y catequizar a sus hijos como la tarea principal. También nos recuerda Monseñor que los esposos pidan a Dios la gracia de aceptar las cruces de esta vida por amor a Él y que también practiquen la caridad cristiana hacia los pobres y necesitados.
“El matrimonio, en cuanto es la unión del hombre y de la mujer en orden a la generación y educación de la prole para el culto divino, es un sacramento de la Iglesia (…) por este sacramento se confiere a los contrayentes la gracia que les hace pertenecer a la unión de Cristo y de la Iglesia(…).Ahora bien, la unión de Cristo con la Iglesia es de uno con una y para siempre: la Iglesia es una, y jamás se separará de Cristo, porque Él mismo dice:” Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del tiempo”. En consecuencia, es necesario que el matrimonio como sacramento de la Iglesia, sea para siempre. Y esto pertenece a la fidelidad que hombre y mujer mutuamente se obligan. Luego tres son los bienes del matrimonio como sacramento de la Iglesia, a saber: la prole, que ha de ser recibida y educada para el culto divino; la fidelidad, en cuanto que un solo hombre se compromete con una sola mujer, y el sacramento tal, que da a la unión conyugal la indisolubilidad, por ser sacramento de la unión de Cristo con la Iglesia.” (Suma contra gentiles, Santo Tomás, CAPITULO LXXVIII Del sacramento del matrimonio).
Cristo, lo primero en el corazón de los esposos.
“ La jornada comenzaba así: Misa y Comunión, juntos. ..Al salir de la Iglesia me decía “buenos días”, como si sólo entonces la jornada hubiese recibido su razonable comienzo. Y era verdad. (…). Nos reencontrábamos a la hora de cenar. ¡Con cuánta alegría esperaba y oía cómo metía su llave en la cerradura de la puerta, todos los días, bendiciendo siempre con toda el alma al Señor! (M. Beltrame Quattrocchi, L´ordito e la trama. Radiografía di un matrimonio, 226-227).
“Qué día el domingo…! Era la fiesta de Dios! Toda la familia iba a Misa… Prestaba mucha atención a los sermones, aunque no entendía casi nada. El primero que entendí, que me impresionó profundamente, fue uno sobre la Pasión; tenía cinco años y medio, y desde entonces entendía y apreciaba las homilías. Cuando el predicador hablaba de santa Teresa, papá se inclinaba y me decía muy bajito: “Escucha bien, reinecita, está hablando de tu santa patrona.” Y yo escuchaba bien, pero miraba más a papá que al predicador. ¡Me decía tantas cosas con su hermoso rostro! A veces se le llenaban los ojos de lágrimas que trataba en vano de contener. Tanto le gustaba a su alma abismarse en las verdades eternas que parecía no ser ya de este mundo. Sin embargo, su carrera estaba aún muy lejos de terminar; tenían que pasar todavía largos años antes de que el hermoso Cielo se abriera y el Señor enjugara las lágrimas de su servidor fiel”(Historia de un alma, Santa Teresita del niño Jesús).
Monseñor recuerda a los esposos que para poder vivir el matrimonio en santidad, deben poner a Cristo en el centro de su amor. Y nos recuerda que la oración común debe tener un lugar central en la vida familiar. Como decía Pio XII en unos de los discursos a las parejas recién casadas: “Les rogamos se tomen a pecho el mantener esta hermosa tradición de las familias cristianas: la oración en común de la noche. La familia se reúne al final de cada día para implorar la bendición divina y para honrar a la Virgen Inmaculada a través del rezo del Rosario(…). El centro de vuestra casa debe ser el Crucificado o la imagen del Sagrado Corazón de Jesús: Que Cristo reine en vuestros hogares y los reúna alrededor Suyo cada día”.
Dar vida a los posibles nuevos ciudadanos del cielo.
“Desde el nacimiento del primero, nos entregamos a ellos, olvidándonos en ellos. (…). Sentimos que teníamos una tremenda responsabilidad sobre aquellas almas ante el mismo Dios, que nos las había confiado. Los educamos en la fe, para que conocieran a Dios y lo amaran. Y fue este conocimiento el que los atrajo, el que pudo inspirar en ellos, las respectivas “llamadas”.(M. Beltrame Quattrocchi, L´ordito e la trama. Radiografía di un matrimonio, 226-227)
“Cada embarazo es una alegría, cada nuevo hijo un regalo del cielo. (…) Así yo deseaba tener muchos hijos con el fin de educarles para el cielo. (Carta de santa Celia Martin a su hija Pauline)
Según nos va explicando Monseñor en su libro Christus Vincit, el acto de la transmisión de la vida humana tiene que llevarse a cabo como Dios lo pensó y lo creó. Dios en su eterna e infinita sabiduría estableció la estructura y el orden de la sexualidad humana. El significado del acto sexual es por su naturaleza procreador, debe ser transmisor de vida.
Según explica Monseñor, la apertura a la vida protege a la pareja del egoísmo en su unión sexual. El egoísmo es el veneno mortal del amor. Dios, en su sabiduría, concibió el acto de dar vida en la procreación de forma inseparable al hecho marital para proteger el amor conyugal. La naturaleza humana está herida por el pecado original. La herida del pecado original también toca el encuentro sexual entre el hombre y la mujer. No son inmaculados. No fueron concebidos sin pecado. Arrastran las consecuencias del pecado original, que ha dejado su impronta también en el encuentro sexual. En verdad, la apertura a la vida protege a los esposos de las consecuencias negativas y egoístas del pecado original.
Según Monseñor, hay que ser muy cuidadoso con la expresión paternidad responsable porque se usa mal a menudo y se presta al malentendido, y a los criterios subjetivos. Contiene el peligro de caer en una mentalidad contraceptiva, incluso aunque se usen métodos naturales, que Dios ha provisto en el ciclo del cuerpo de una mujer y que pueden usarse en casos extremadamente difíciles, como puede ser una enfermedad, pero deben ser casos extremadamente graves.
El fin primero del matrimonio, esto es, la procreación, representa el primer mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas, porque durante el acto de la procreación, Dios es el más importante, dado que Él crea en ese momento una nueva alma inmortal, siendo los esposos instrumentos y colaboradores conscientes y llenos de amor en la transmisión de una nueva vida. La explicación de esta verdad es crucial para preparar a la gente joven para el matrimonio, “os casaréis para ser generosos, y esto implica hacer sacrificios para crear vida”.
Y si un matrimonio no pudiese concebir un hijo, debe aceptar esta situación con fe como una cruz. Y deben seguir siendo generosos de muchas otras formas.
Primera tarea de los padres: ser maestros de fe para sus hijos.
“Como los pajarillos aprenden a cantar oyendo a sus padres, de la misma manera, los niños aprenden la ciencia de las virtudes, el canto sublime del Amor Divino; cerca de las almas encargadas de formarlas a la vida” Santa Teresita, Historia de un alma.
“Amadísimo hijo: el primer precepto que te encomiendo es que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y todas tus fuerzas. De otro modo no hay salvación. Guárdate, hijo mío, de todo lo que sabes que desagrada a Dios, esto es, de todo pecado mortal. Antes de permitirte cometer un pecado mortal permítete ser atormentado de toda suerte de martirio. […] Ocúpate en eliminar todo pecado de tu reino, sobre todo la blasfemia y la herejía”.(Carta de San Luis IX, rey de Francia a su hijo).
Monseñor nos recuerda la principal y hermosa tarea de los padres, la de ser maestros de fe para sus propios hijos y formar una Iglesia doméstica, y darles ejemplo con su forma de vida.
Que los esposos pidan a Dios la gracia de aceptar las cruces de esta vida por amor a ÉL .
“Todavía veo en el salón el pequeño ataúd. Mamá le había puesto una corona de rosas blancas, y mirándole, había dicho: ¡Dios Mio será necesario introducirla en la tierra! Pero si así lo queréis hágase Vuestra Voluntad. “(Carta de Marie, hija de los santos esposos Martin a su hermana después de la muerte de la pequeña Helene.)
“Si el buen Dios quiere curarme, me alegraría mucho, porque en el fondo, deseo vivir, me cuesta dejar a mi marido y a mis hijas. Pero, por otro lado, me digo, si no me curo es porque para ellos puede ser mas útil que yo me vaya… “(Santa Celia Martin)
“De mamá amaba la sonrisa. Su mirada profunda parecía decir: voy a ir al cielo azul a ver a Dios y a encontrarme con mis cuatro angelitos tan llorados..”. Escritos de Santa Teresita, después de la muerte de su querida madre.
“La jornada del 10 de enero fue el triunfo de mi rey. Yo lo comparo a la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos. Su gloria como la de nuestro divino Maestro, fue seguida de una pasión dolorosa, y esa pasión no fue sólo para él. Así como los dolores de Jesús atravesaron con una espada el corazón de su divina Madre, así también nuestros corazones sintieron los sufrimientos de aquel a quien más tiernamente amábamos en la tierra…Algún día, en el cielo, nos gustará hablar de nuestras gloriosas tribulaciones, ¿no nos alegramos ya ahora de haberlas sufrido? Sí, los tres años del martirio de papá me parecen los más preciosos, los más fructíferos de toda nuestra vida (…).¡ Madre mía querida, qué hermosa ha sido nuestra gran tribulación, ya que de todos nuestros corazones no brotaron más que suspiros de amor y gratitud! Y que maravillas operó el dolor en el alma de mi Celina querida..! ¿Y quién sería capaz de describir las conversaciones que teníamos juntas en el locutorio? Las rejas del Carmelo, lejos de separarnos, unían todavía más estrechamente nuestras almas, Teníamos las dos los mismos pensamientos, el mismo amor a Jesús y a las almas…). ( Historia de un alma, cap VII, primeros años del Carmelo, la enfermedad de papá).
Monseñor explica en la entrevista que los esposos deben pedir a Dios la gracia de aceptar las cruces de esta vida por amor a ÉL y como medio de intercesión y expiación para la salvación eterna de todos los miembros de la familia.
Que los esposos practiquen la caridad cristiana hacia los pobres y necesitados.
“Te he hablado de un pobre hombre que conocemos que está en la más profunda miseria… Tu padre lo trajo a casa y le rogó que viniera cada vez que necesitara algo…” (Carta de santa Celia a una de sus hijas).
“Durante la Segunda Guerra Mundial, se puede decir que no hay en casa menos de dos fugitivos a la vez. Son acogidos también tres bebés, cuyos padres mueren a causa de la gripe española. Nadie es capaz de cuantificar qué sucede en casa de los Beltrame Quattocchi, siempre abierta de par en par: se trata de un verdadero refugio para decenas y decenas de personas, y un lugar de coloquios salvadores para almas alejadas de Dios.”(M. Beltrame Quattrocchi, L´ordito e la trama. Radiografía di un matrimonio).
Monseñor Schneider nos recuerda en su libro Christus Vincit que los esposos deben practicar la caridad hacia los pobres y necesitados.
También llama a las familias, para que estudien y divulguen las verdades católicas para que sean el gran baluarte contra la gran apostasía actual. También hace una llamada a construir una cruzada de oraciones de gran alcance entre familias católicas y fieles laicos, sacerdotes y obispos bajo la protección del Inmaculado Corazón de María y de los santos ángeles, implorando el fin de la crisis en la Iglesia.
Grupo Hijos de María.
*Con el permiso de Monseñor Scheider
Pueden visitar la página de Monseñor Schneider: Gloria Dei
Pueden leer todos los artículos de esta serie en: Monseñor Schneider en Marchando Religion
Fuentes doctrinales:
“Hay ciertos propagadores y conservadores de la vida espiritual sólo según el ministerio espiritual, al cual pertenece el sacramento del orden, y también según lo corporal y espiritual juntamente, que se realiza por el sacramento del matrimonio, por el cual el hombre y la mujer se unen para engendrar y educar la prole para el culto divino.”(Suma contra gentiles, IV, 58).
“El matrimonio es por mandato divino y ley natural la unión indisoluble de un varón y una mujer (cf. Gén 2,24; Mc 10, 7-9; Ef 5, 31-32). “ Por su índole natural, la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con las que se ciñen como con su corona propia” (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 48).
“Todo marido o esposa que se haya divorciado del cónyuge con quien estaba válidamente casado y contraiga después matrimonio civil con otra persona mientras aún vive su cónyuge legítimo, conviviendo maritalmente con su pareja civil, y que opte por vivir en ese estado con pleno conocimiento de la naturaleza de este acto y pleno consentimiento de la voluntad a este acto, está en pecado mortal y no puede por tanto recibir la gracia santificante ni crecer en la caridad. Así, estos cristianos, a no ser que vivan como “hermana o hermano”, no pueden recibir la Sagrada Comunión “ (/cf. Juan Pablo II, exhortación apostólica Familiaris Consortio, 84)
“Por ello el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de «paternidad responsable» sobre la que hoy tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente. En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido.(Humanae Vitae)
En la misión de transmitir la vida, los esposos no quedan, por tanto, libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios, manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos y constantemente enseñada por la Iglesia (Humanae Vitae).
“ Usar este don divino destruyendo su significado y su finalidad, aun sólo parcialmente, es contradecir la naturaleza del hombre y de la mujer y sus más íntimas relaciones, y por lo mismo es contradecir también el plan de Dios y su voluntad. Usufructuar, en cambio, el don del amor conyugal respetando las leyes del proceso generador significa reconocerse no árbitros de las fuentes de la vida humana, sino más bien administradores del plan establecido por el Creador. En efecto, al igual que el hombre no tiene un dominio ilimitado sobre su cuerpo en general, del mismo modo tampoco lo tiene, con más razón, sobre las facultades generadoras en cuanto tales, en virtud de su ordenación intrínseca a originar la vida, de la que Dios es principio. «La vida humana es sagrada —recordaba Juan XXIII—; desde su comienzo, compromete directamente la acción creadora de Dios» (Humanae Vitae)
“La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que “está en favor de la vida” , enseña que todo “acto matrimonial en sí mismo debe quedar abierto a la transmisión de la vida. “Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador” (HV 12; cf Pío XI, Carta enc. Casti connubii). (Catecismo Iglesia Católica).
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