¿Tenía Juan Pablo II razón con su Teología del cuerpo?
Teología del cuerpo: ¿el cuerpo humano es parte de la “imagen de Dios”?, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
Durante los últimos veinte años he notado una interesante tendencia respecto a la recepción eclesial sobre la «teología del cuerpo» del Papa Juan Pablo II en las Audiencias Generales. Al principio entre los católicos que buscan ser fieles a la Humanae Vitae (de hecho, las audiencias de Wojtyla estaban destinadas a proporcionar una base más profunda a esta encíclica) existió una sensación de entusiasmo frenético, ya que por fin aquí estaba la respuesta definitiva a las críticas de la enseñanza de la Iglesia.
Una verdadera industria se levantó alrededor de la promoción de la “teología del cuerpo”: libros, artículos, panfletos, talleres, conferencias, programas diocesanos. Y creo que está fuera de toda duda que mucho de este material realmente hizo un gran bien al ayudar a conducir a los católicos atrapados en una mentalidad materialista o reduccionista a una perspectiva más acorde con los principios morales cristianos y la ley natural.
Por otro lado, están los críticos que se preguntaron:
a) si los divulgadores estaban allanando el camino a una forma más sutil de sensualidad o luxuria, el vicio de la lujuria, al colocar una apariencia católica a la moderna preocupación occidental por todo lo sexual;
b) si la respuesta de Juan Pablo II fue adecuada a la hidra naturaleza de los problemas que enfrentan los católicos modernos, los cuales no solo son morales, sino también doctrinales y litúrgicos, de modo tal que el credo y el culto católicos están constantemente socavando los esfuerzos de la probidad moral.
c) si existe o no tal cosa como la “teología” del cuerpo, considerando que la teología trata primariamente con Dios, que es espíritu; y secundariamente con el hombre, porque (como los ángeles) él es “hecho a imagen de Dios”, de acuerpo a su naturaleza intelectual y tiene a Dios como su último fin. Los otros animales que viven en la tierra, que son corporales y sexuales, sin embargo, no están hechos a imagen de Dios. No son como Él en personalidad, y tampoco son capaces de alcanzar el conocimiento ni el amor de Él.
Para ser honesto, simpatizo con ambos lados. Cuando leo las audiencias reales de Juan Pablo II en una traducción correcta, con una excelente introducción y notas, a diferencia de los fragmentos de sonido en línea o los materiales hiper exagerados de los divulgadores, encuentro un montón de contenido profundo, seriamente fundamentado en la filosofía aristotélica y en la teología tomista. Vale la pena estudiarlo y tomarlo en serio, no tanto porque sea de un Papa (ya que tiene poca autoridad magisterial) sino por su perspicacia.
Por otra parte, creo que la mayoría de los católicos casados con el tiempo se beneficiarían más de una rutina regular de oración y penitencia; leyendo la Biblia y a los grandes maestros de espiritualidad y asistiendo a una liturgia solemne y bella. Recuerdo estar leyendo un artículo en el que una pareja señalaba cómo sus problemas matrimoniales eventualmente se alejaban cuando ambos hacían un esfuerzo en dejar de enfocarse en sus contratiempos, y en vez de eso tomar la decisión (a pesar de todos los sentimientos en contra) de ir a Misa y rezar juntos con regularidad. Sé de la sanación a la que se llega a través de la prolongada adoración Eucarística en mi propia vida y en la de otros.
Esto no significa que debemos ignorar la correcta solución a los problemas particulares. Es simplemente reiterar que existe una jerarquía establecida en todo lo que somos y hacemos: primero, Dios; segundo, el alma; tercero, el prójimo; y por último, el cuerpo. Este es el clásico “orden de la caridad.”
Habiendo dicho todo lo anterior, no debemos adelantarnos a decir que la noción de una “teología del cuerpo” está absolutamente ausente o es una antítesis al pensamiento de Santo Tomás de Aquino. Existen unos pocos sugestivos textos en la primera parte de la Summa theologiae, cuestión 93, que apuntan a una relación del cuerpo con la imagen
“Podemos hablar de imagen de Dios en un doble sentido. 1) Primero, en cuanto a aquello en lo que se considera ante todo la razón de imagen: la naturaleza intelectual. Considerada así, la imagen de Dios se da más en el ángel que en el hombre, porque en el primero es más perfecta la naturaleza intelectual, como se dijo (q.58 a.3; q.75 a.7 ad 3; q.79 a.8). 2) Segundo, puede considerarse la imagen de Dios en el hombre en su elemento secundario, es decir, en cuanto que en el hombre se da cierta imitación de Dios, ya que hombre procede de hombre, como Dios de Dios; y en cuanto que el alma humana está toda en todo el cuerpo y toda en cada una de sus partes, como Dios respecto del mundo. En cuanto a esto y a otros aspectos semejantes, se encuentra la imagen de Dios más plenamente en el hombre que en el ángel. Pero esto no cuenta para el porqué de imagen divina en el hombre, a no ser que se presuponga la primera imitación por la naturaleza intelectual; pues, de no ser así, también las bestias serían a imagen de Dios. Por tanto, como en lo referente a la naturaleza intelectual el ángel es más a imagen de Dios que el hombre, hay que admitir absolutamente que el ángel es más plenamente imagen divina; y el hombre lo es más en algún aspecto.”
Santo Tomás está diciendo que absoluta y propiamente, la imagen, que está en el intelecto, se encuentra de modo más perfecto en los ángeles, porque ellos son seres intelectualmente superiores, pero en ciertos respectos, el hombre, como un compuesto hilefórmico de alma y cuerpo, imita ciertas cosas que son verdaderas respecto de Dios y que los ángeles no pueden hacer.
Es sorprendente que cuando un padre humano engendra a un hijo, él está imitando a Dios Padre de este particular modo, algo que es extraño a los incorpóreos, a los ángeles no generativos. La persona humana, en su naturaleza corporal, imita a Dios de este modo, no a causa de la corporalidad como tal, sino que el cuerpo está informado, por así decirlo, del alma racional. Al menos esto sugiere que se puede dar una explicación teológica de cómo nuestra corporalidad distintivamente racional/humana es pertinente y se incluye, dentro de la imagen, en el intelecto y en la voluntad. Después de todo, en la metafísica del Aquinate el hombre no es tanto un “intelecto encarnado” (una expresión con un trasfondo en Orígenes) como un “cuerpo intelectualizado” (una manera más aristotélica de decirlo).
En consecuencia, podemos esperar que el cuerpo del hombre revele algo acerca de su alma espiritual, como de hecho lo admite el Aquinate:
“Aunque la imagen de Dios en el hombre no se tome por la figura corpórea, debemos decir como Agustín, en el libro Octoginta trium quaest.: El cuerpo humano, por ser el único entre los animales terrestres que no está encorvado sobre su vientre, sino que está dispuesto para contemplar mejor el cielo, puede con razón parecer hecho más a semejanza de Dios que los cuerpos de los demás animales. Esto no indica que en el cuerpo humano resida la imagen de Dios, sino que la misma figura del hombre es una huella que representa la imagen de Dios en el alma.”
Suma Teológica, I, q.93, a. 6, ad 3
Si bien una “huella” (vestigium) no es una imagen o una forma específica, sin embargo, es una consideración pertinente al observar cómo el hombre, como compuesto alma-cuerpo, refleja a Dios de una manera en que otros organismos vivos no pueden hacerlo.
Esta sutil interacción se encuentra bien expresada en el Catecismo de la Iglesia Católica:
“El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la «imagen de Dios»: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu (cf. 1 Co 6,19-20; 15,44-45):
«Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día» (GS 14,1).
Catecismo de la Iglesia Católica, 364
La última “promoción corporativa” de la dignidad del cuerpo humano y su habilidad para reflejar lo divino ocurre en la Encarnación. Debido a la unión hipostática el cuerpo de Cristo puede decirse ahora que es “cuerpo de Dios”, por tanto, esta carne humana no es solamente un instrumento del alma racional, sino un instrumento y manifestación de una divina Persona. Ya que Cristo es la causa ejemplar de nuestra regeneración espiritual en el bautismo y, al final, de nuestra resurrección corporal al fin de los tiempos, es razonable sostener que la imagen del Hijo de Dios está nuevamente presente en y a través de nuestros cuerpos, por cuanto ellos están conformados al cuerpo de Su humildad y de Su gloria.
Luego, las raíces de un tratamiento teológico del cuerpo (incluso si uno prefiere evitar la expresión “teología del cuerpo”) están claramente fundadas en estos y otros textos del Doctor Angélico. Un digno esfuerzo es la indagación de Juan Pablo II acerca del significado de estas raíces, aunque también debemos ser cautos sobre exagerar su mensaje y olvidar que es lo primero y más fundamental en las vidas de los católicos.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/is-the-human-body-part-of-the-image-of-god/
Te invitamos a revisar este artículo
*Se prohíbe la reproducción de todo contenido de esta revista, salvo que se cite la fuente de procedencia y se nos enlace.
NO SE MARCHE SIN RECORRER NUESTRA WEB
Marchandoreligión no se hace responsable ni puede ser hecha responsable de:
- Los contenidos de cualquier tipo de sus articulistas y colaboradores y de sus posibles efectos o consecuencias. Su publicación en esta revista no supone que www.marchandoreligion.es se identifique necesariamente con tales contenidos.
- La responsabilidad del contenido de los artículos, colaboraciones, textos y escritos publicados en esta web es exclusivamente de su respectivo autor