Comenzamos nuestro anterior artículo diciendo que: Para ser verdaderamente libres nuestra voluntad debe estar totalmente indeterminada a cosa alguna, ni por atracción ni por repulsión debe orientarse a esto o a aquello. Debe tener la posibilidad de poder determinarse a uno o a otro sin ser compelida obligatoriamente. Y quien le dará la señal, el dato para determinarse hacia donde, es la inteligencia cuyo objeto propio es la verdad. De allí la importancia tremenda de educar a la inteligencia en la verdad, formarla, instruirla, enseñarla.
Y ante el cuadro tremendo que se nos presenta en el mundo actual recomendamos acudir a Nuestra Señora rezando diariamente las 7 Ave Marías en reparación y desagravio de sus principales dolores.
Los dolores de María Santísima. Un artículo de Alberto Mensi
La Santísima Virgen vino a Fátima y manifestó explícitamente que quería establecer en el mundo la devoción a Su Corazón Inmaculado. Más aún, nos ha advertido de todos los males que estamos sufriendo hoy día, y los que se vienen, pero Ella que ya ha aplastado la cabeza de la serpiente infernal exclama como grito de guerra y de triunfo: ¡POR FIN MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARÁ!
Ese Corazón Inmaculado lleno del amor de Dios que lo ha ido colmando cada día más y se ha expandido cada día más, mientras se encontraba en el transcurso de esta vida terrenal sufrió tremendos dolores, los cuales ofrecía uniéndolos a los dolores de nuestro Divino Redentor por la mayor gloria de Dios y por la salvación de las almas.
Cada uno de sus principales dolores, en los cuales están cifrados como los peldaños de ascenso en el amor de Dios, nos van dejando enseñanzas tremendas que hoy simplemente vamos a dar una como pequeña orientación. En la medida que cada uno de ustedes rece estas Ave Marías, será Ella quien les conduzca a un mayor conocimiento de todos ellos y adhesión a la Santa Voluntad de Dios.
A los 40 días de su nacimiento San José y María Santísima, cumpliendo la Ley del pueblo de Israel presentan al Niño Jesús en el Templo, el Señor del Templo llega al Templo del Señor, la Virgen Inmaculada cumple la formalidad de la purificación. Podemos ver en el Evangelio según San Lucas 2, 21 a 35 el relato de este hecho el cual culmina con la profecía de Simeón: “Este es puesto para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y para ser una señal de contradicción, y a tu misma alma una espada la traspasará”.
Poco tiempo después, luego de que los Santos Reyes Magos adoraran al Niño, el ángel del Señor les avisa que se vayan por otro lado porque Herodes quiere matar al Niño, y a San José el mismo ángel le avisa que tome al Niño y a Su Madre y huya a Egipto. Qué dolor terrible debería sufrir María Santísima viendo que ese hermoso y tierno niño ya era objeto del odio diabólico que trataba de impedir la Redención, que dolor debe de sufrir hoy día con el asesinato de tantos niños por el aborto, niños que quizás tenían para su vida posibilidades de ser grandes hombres y mujeres para bien de sus semejantes.
Habiendo regresado de Egipto y establecidos en Nazareth, cuando el Niño cumple 12 años y es presentado en el Templo como varón de Israel, al regresar de Jerusalén en esas caravanas donde hombres y mujeres viajaban separados y donde un niño de esa edad podía ir con su madre y tambien podía ir con su padre, en la primer noche José y María se encuentran que el Niño no está, habrá quedado en Jerusalén, el lugar donde debía morir el Mesías, debía morir Él. Con que dolor lo buscarían hasta hallarlo al tercer día entre los Doctores de la ley, respondiéndoles y preguntándoles con Sabiduría.
Al termino de su vida pública y habiendo llegado la Hora de Jesús, es capturado, juzgado, azotado, coronado de espinas y condenado a muerte. El varón de dolores, del cual el profeta Isaías viéndolo caminando hacia el tormento por las calles de Jerusalén decía de él que “como cordero es llevado al matadero” (vale leer todo el capítulo 53 de Isaías donde lo describe), en ese camino se encuentra la Madre Dolorosísima con aquel a quien el profeta llama “el desecho de los hombres” y en su dolor inimaginable vuelve a ofrecer a Su Divino Hijo como ofrenda al Padre por su gloria y rogando por la conversión y la salvación de las almas.
Finalmente al llegar a la cima del Monte Calvario Jesús es crucificado. Al pie de la Cruz está Su Madre quien sobre la patena de Su Corazón Inmaculado ofrece al Padre la victima propiciatoria de Su Hijo amado. Allí al pie de la Cruz Jesús nos entrega a Ella por hijos y nos la entrega formalmente por madre. Esta entrega no es cualquier palabra de un moribundo, es la Palabra de Dios que consume toda su obra. Una piadosa costumbre que aprendí hace años es llevar a nuestros hijos y nietos ante una imagen de la Virgen y consagrarlos a Ella diciéndole esas mismas palabras: Madre aquí tienes a tu hijo; Hijo aquí tienes a tu Madre.
Ya todo está consumado, Cristo ha derrotado al demonio, al pecado y a la muerte con su muerte. María santísima aprieta contra Su Corazón Dolorosísimo el cuerpo yacente del Hijo de Dios, su Hijo, nuestro Señor. Y nos mira a los ojos con ternura y dolor diciéndonos: mira cuánto costó tu salvación, y vos ¿qué vas a hacer por Él?
Del monte Calvario llevan el cuerpo de Jesús a la sepultura. Ni siquiera ya el Cuerpo le queda a la Madre, todo lo ha entregado, de todo se ha desprendido, todo lo dio por amor a Dios, por amor a vos, por amor a mí. Madre desprende mi corazón de todas las cosas de manera tal que sólo haya en él amor a Vos, amor a Dios.
Y para que todo esto se refuerce en mi corazón quiero leer nuevamente las promesas que hiciste a Santa Brígida a favor de quien devotamente recen las 7 Ave Marías en desagravio de Tus siete principales Dolores:
1º. Pondré paz en sus familias.
2º. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3º. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4º. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
5º. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.
6º. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
7º. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”.
¡OH MARÍA MADRE DE DOLOR, DE JESUCRISTO LAS LLAGAS GRABAD EN MI CORAZÓN!
Alberto Mensi
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