Existe una razón y una manera por la que los católicos deben arrodillarse cuando están en presencia de la Sagrada Eucaristía
Cómo y por qué los católicos deben arrodillarse cuando entran a una iglesia, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
En el último jueves de la fiesta de Corpus Christi escribí sobre la urgencia de mantener las iglesias abiertas y cuan bueno es para los fieles hacer visitas regulares al Santísimo Sacramento.
Histórica y actualmente existen dos formas básicas de adoración eucarística en la Iglesia Católica.
Primero, existe la que podría ser llamada la adoración simple, que es cuando los fieles adoran al Señor real, verdadera y substancialmente presente en el Santísimo Sacramento, en el ciborio reservado en el tabernáculo. Si se puede asegurar la presencia de los fieles, las puertas del tabernáculo pueden dejarse abiertas o el ciborio sacado y colocado sobre un corporal en al altar. En este escenario el ciborio mismo debería ser cubierto con un velo. (A veces la gente se refiere a esto con el nombre de exposición simple.)
Segundo, existe la adoración solemne o (solemne) exposición del Santísimo Sacramento, cuando una gran hostia es colocada en una luneta de vidrio y esta, a su vez, es puesta en la custodia, usualmente hecho de oro o plata. Por último, seis candelabros se ponen alrededor de la custodia y se mantienen encendidos durante la exposición. Tal exposición puede ser hecha en cualquier momento cuando se garantice la presencia de los fieles (la custodia nunca puede ser dejada desatendida), pero se coloca especialmente en la Fiesta de Corpus Christi, durante la octava del Corpus Christi y en otras grandes fiestas del año litúrgico de la Iglesia.
Cada vez que entramos en la nave de una iglesia católica, debemos inmediatamente hacer una genuflexión hacia el Santísimo Sacramento. Felizmente, el tabernáculo está casi siempre sobre o detrás del altar mayor, así que nuestras genuflexiones se convierten en una simultánea reverencia de la Presencia Real del Señor y un reconocimiento del altar, el más grande (simple) símbolo de Cristo en la Iglesia. Sin embargo, si ocurre que el tabernáculo está localizado en alguna otra parte que en el altar principal, no deberíamos hacer una genuflexión hacia el altar, sino más bien hacia el tabernáculo.
(En la parroquia local donde iba a misa mientras crecía, una renovación hecha en los años de 1970 había destruido la integridad del edificio al arrancar el altar mayor, reconstruyendo la nave “en redondo” y poniendo el tabernáculo a un lado, en medio de un montón de sillas acolchadas para asientos rebosados. Yo nunca llegué a experimentar la forma original de la iglesia, aunque la vi una vez en una conmovedora fotografía en blanco y negro, y recuerdo a mis padres decir que ellos no podían entender porqué había sido hecho. Pensando en mi infancia, me estremezco al pensar en cuantas irreverencias fueron cometidas por la simple razón de que el tabernáculo estaba absolutamente mal ubicado y era básicamente ignorado por todos. En un “signo de los tiempos”, esta iglesia ha sido recientemente renovada una vez más y restaurada en una disposición más católica. Una historia como esta inevitablemente apunta a la cuestión: ¿Por qué se tuvo que desperdiciar tanto dinero para arruinar una preciosa iglesia gótica y luego se gasta más dinero para restaurarla en algo que no era siquiera igual a su antigua gloria?)
Tradicionalmente, la genuflexión hacia el tabernáculo debiera ser sobre la rodilla derecha.
Para la exposición simple también es suficiente hacer la genuflexión sobre una rodilla. Durante las liturgias, los ministros también se colocan sobre su rodilla derecha cada vez que hacen una genuflexión, incluso hacia el prelado que preside. Algunas personas siguen la costumbre de usar la rodilla izquierda cuando se arrodillan frente a un obispo o un cardenal para besar su anillo, o ante un sacerdote para recibir una bendición. Esto no debe ni ordenarse ni tampoco despreciarse. Lo que es importante es entender la diferencia en el simbolismo: nos arrodillamos frente al Santísimo Sacramento en adoración o latría directa a Dios, mientras que nos arrodillamos frente a un sucesor de los apóstoles para darle honor (pero no adoración) a alguien que representa a Cristo ante nosotros.
En la exposición solemne sin embargo, una costumbre de especial veneración ha prevalecido por largo tiempo. El creyente cae sobre sus rodillas y hace una profunda reverencia hacia el suelo, incluso al punto de estar tocando el suelo con su cabeza.
En las desacralizadoras tendencias de los años ’70s se intentó terminar con esta especial forma de genuflexión. Parece que las personas estaban extrañamente avergonzadas de humillarse ente Dios. Las palabras del Señor deben de haber desaparecido de sus mentes: “Quien haya tenido vergüenza de Mí y de mis palabras, el Hijo del hombre tendrá vergüenza de él, cuando venga en su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles” (Lucas 9, 26). Así en 1973 leemos en el documento Sagrada Comunión y Adoración de la Eucaristía fuera de la Misa: “Se hace una única genuflexión en presencia del Santísimo Sacramento, ya sea que esté reservado en el tabernáculo o expuesto para la adoración pública [Coram sanctissimi Sacramento, sive in tabernaculo asservato sive publicae adorationi exposito, unico genu flectitur]” (n. 84).
El padre Edward McNamara, un liturgista de tendencia conservadora en el Regina Apostolorum y un corresponsal por largo tiempo de ZENIT, intenta defender este moderno reduccionismo:
“Ya que la genuflexión es, per se, un acto de adoración, las normas litúrgicas en general ya no hacen ninguna distinción entre el modo de adorar a Cristo reservado en el tabernáculo o expuesto en el altar. La genuflexión simple en una rodilla puede ser usada en todos los casos. Sin embargo, algunas de las conferencias episcopales han votado por conservar el uso de la genuflexión doble para el Santísimo Sacramento expuesto, y en esos países se requeriría así. En este caso, aquellos que hacen la doble genuflexión se arrodillan brevemente sobre ambas rodillas e inclinan reverentemente la cabeza con las manos juntas. No hace falta decir que la genuflexión simple no debiera nunca ser reducida a un brusco espasmo en la rodilla derecha. La rodilla derecha debe tocar el lugar el lugar donde estaba el pie derecho mientras la cabeza y la espalda permanecen rectas. El gesto de adoración debe ser ejecutado con la debida pausa. Cuando yo era joven un sabio sacerdote me enseñó a recitar la invocación “Jesús mío, yo te adoro en el sacramento de tu amor”, para así medir un tiempo razonable para permanecer de rodillas. Uno puede permanecer quizás más tiempo, pero es una regla práctica bastante segura.”
Con todo el debido respeto por el padre McNamara, esto suena como tratar de hacer limonada con limones especialmente agrios y sin azúcar.
La cuestión de una doble genuflexión ante la custodia surgió por una buena razón.
La exposición solemne nos permite el privilegio de cierta cercanía física con el Señor que está presente verdaderamente bajo el velo de la humilde apariencia de pan. La cercanía es menor que en la Sagrada Comunión, pero nos estimula a hacer actos de fe, confianza y adoración que nos preparan mejor para recibir a Jesús en la comunión. Puesto de esta manera: a medida que tu corazón se expande, así también lo hace tu capacidad de recibir todo lo que Él dará.
La diferencia entre la Eucaristía en el tabernáculo y la Eucaristía en la custodia no tiene nada que ver con la presencia del Señor porque Él está completamente presente si el Sacramento está expuesto para nuestra contemplación o si está escondido. La diferencia está en el modo o en la manera: fuera de vista, salvaguardado, reservado, frente a nuestra vista, disponible a nuestros sentidos, honrado públicamente con la presencia garantizada de alguien orando. Cuando el Señor está expuesto en la custodia es el Dios escondido entre nosotros en el signo visible del Pan que da vida.
Esta es la obvia y significante diferencia en el modo lo que justifica y exige la doble justificación. Piénsese en la diferencia entre el Papa en sus habitaciones privadas y el Papa en una audiencia general, o la diferencia en cómo pensamos en una iglesia al otro lado de la ciudad comparado con cómo actuamos mientras pasamos por una iglesia o entramos en ella. La manera en la cual una realidad está presente para nosotros, la proximidad con el signo mismo también importa, no solo la realidad que está presente, ambas demandan nuestro deber.
La actitud que debemos tener ante la Sagrada Eucaristía, actitud tan bien captada en la doble genuflexión con la cabeza colocada contra la tierra en homenaje, está descrita con incomparable viveza por la Madre Matilde del Santísimo Sacramento (1614 – 1698):
“Cuando estamos ante el Santísimo Sacramento, no debemos contentarnos meramente con adorarlo con palabras ambiguas; necesitamos sumergirnos en un profundo vacío de uno mismo y reconocer que no somos nada, que somos menos que nada y, en esta disposición, ofrecer al Cordero inmaculado que se inmoló a Sí mismo por la salvación del mundo no solo un sacrificio de adoración y de acción de gracias, sino también un sacrificio de sumisión, de abandono y de consagración. Adhirámonos a Su divina voluntad, separémonos de las criaturas y renunciemos a toda consolación humana, para así vivir solo en Jesús y solo para Jesús”
Misterio del Amor Incomprensible, p. 21
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo en su original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/why-catholics-should-kneel-when-entering-a-church
Frente al Santísimo Sacramento los católicos deben arrodillarse movidos por un corazón lleno de amor que adora a su Señor, para ahondar más sobre el misterio de la Eucaristía te invitamos a leer este artículo
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