Si bien la Teología puede parecer complicada, sabemos que Dios revela sus misterios no solo a los inteligentes, sino también a los más pequeños y humildes.
La teología puede parecer complicada, pero en realidad es un juego de niños, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
El 6 de diciembre de 1273, fiesta de San Nicolás de Myra, Santo Tomás de Aquino, el más grande intelectual de la Iglesia Católica jamás conocido, experimentó una experiencia mística que le cambió la vida y que le dejó incapaz de proseguir con sus proyectos teológicos y, de hecho, marcó el comienzo del fin de su carrera. Moriría tres meses después en compañía de los monjes cistercienses de Fossanova el 7 de marzo, fecha que continúa siendo su fiesta tradicional.
Los cristianos que saben que cada circunstancia, grande y pequeña, cae dentro del plan de la Providencia Divina pueden preguntar razonablemente: ¿Por qué el Doctor Angélico experimentó el momento de apogeo de su vida en la fiesta de un santo bajo cuyo patrocinio se dan obsequios a los niños pequeños cada invierno?
La respuesta está implícita en los relatos de los últimos días de Tomás que, como lo comenta el padre John Saward, “son conmovedores de leer”:
“El enorme hombre fuerte, tan silente y quieto como un bebé dormido; el intelectual al fin sin su pluma. Podemos ver juntos a Tomás y Reginald, el amigo ansioso, pero finalmente aceptándolo; el santo perdido en la contemplación de la belleza divina. Por el “fiel testimonio” de Reginald podemos decir que la última confesión de Tomás fue como la de un “niño de cinco años” indicando no solo la pureza de la infancia, sino también la infantil confianza encomendada por el Señor que revela sus misterios no solo a los inteligentes, sino también a los bebés.»
En el invierno del peregrinaje de su vida, la oscuridad invernal desde donde el eterno verano del cielo parece a una distancia imposible, Dios llega con luz y calor a los hombres y mujeres que son, en sus corazones, niños pequeños, que se fían en Él y confían en Él sin importar lo que el clima de la estación pueda traer.
Dios derrama Su riqueza de amor paternal más abundantemente sobre los más infantiles, que atraen Su mirada por la maravilla de sus ojos abiertos, por su segura confianza, por su interminable flujo de preguntas y por su inocente alegría.
El padre Brian Davies escribe que Santo Tomás:
«Se movía de cuestión en cuestión con un entusiasmo impresionante. Es el que siempre está preguntando “¿Por qué?” o “¿Qué?”. Se podría decir que la totalidad del sistema del Aquinate descansa sobre una cuestión…Dios, para él, es una respuesta al desconcierto (admiratio), una respuesta que nos deja todavía con más preguntas.»
¿Qué más típico en un niño normal que ser un manantial de preguntas que se agotan solo cuando los adultos se inquietan o no pueden pensar en qué decir? El modelo del niño confiado o inquisitivo que “pregunta, busca y llama” es el punto de partida tanto para descubrir a Dios, como el punto de llegada al reino celestial donde quien llame será respondido, el que busca encontrará y el que llama se le abrirá la puerta.
El padre Saward comenta una vez más:
“En el ejercicio de su ciencia, como en la conducta de su vida, el teólogo debe convertirse y llegar a ser como un niño, recuperando y preservado un sentido de admiración ante la grandeza de lo que Dios ha revelado en Su Hijo.”
El Salvador sella Su pacto nupcial con el puro de corazón que busca la única cosa necesaria. Ser un teólogo es estar enamorado de la verdad de Dios, para darse a uno mismo confiada y humildemente a esa verdad que nos anticipa a cada paso. El padre Thomas Gilby nos recuerda de la presencia personal que da a la teología su gran significado:
“El Verbo y el Espíritu del amor nos son enviados, y todas las palabras de la ciencia de la fe y todos los afectos dentro de la amistad divina son muchos de los ecos y de las refracciones de su presencia.”
El modelo y el cumplimiento de la teología es la visión beatífica; una visión de lo que es infinitamente grande por lo que es infinitamente pequeño; del Creador que es Padre por la criatura que es Su hijo; del Salvador que es el esposo por la santa que es Su esposa.
Un biógrafo de Santo Tomás, el padre Martin Grabmann, intenta expresar en palabras esta “teología de los santos”:
“Su total conocimiento y amor son ordenados ininterrumpidamente en un acto continuo hacia Dios, el divino Amor develado, a quien ellos contemplan cara a cara. Su completa actividad y vida son una eterno, inefablemente brillante, ardiente y bendito éxtasis de amor en esta visión, disfrute y abrazo del infinito Dios trino.»
En sus sermones sobre el Credo de los Apóstoles, Santo Tomás define la vida eterna como la unión definitiva del hombre con Dios, lo cual significa estar viendo a Dios cara a cara, dándole una perfecta alabanza, disfrutando el superabundante cumplimiento de todo deseo y un inconcebible deleite, “conociendo todas las naturalezas de todas las cosas, toda la verdad y todo lo que deseamos saber, así como también poseyendo todo lo que deseamos poseer.” Esto trae consigo perfecta seguridad, sin dolor, fatiga o miedo, y la agradable compañía de todos los santos, magnificando el gozo de cada uno en el gozo de todos.
Este es el paraíso que San Nicolás de Bari ganó practicando la misericordia, humildad y fidelidad que Dios había derramado en su corazón. Este es el paraíso que Santo Tomás de Aquino ganó viviendo las mismas virtudes. Cada uno en su debido momento se convirtió en un gran santo y predicador de la sabiduría volviéndose un niño pequeño y un tonto por Cristo. Pueda que nosotros, haciendo lo mismo aquí y ahora, disfrutemos de esos dos alegres hombres en su eterno regocijo.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/theology-might-seem-complicated-but-its-really-childs-play
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