Breve catecismo de las madres. La educación de las hijas. Por el presbítero Gabino Chávez
(Preparación de los textos: Augusto Pozuelos)
—¿Y de las hijas en particular, qué nos dicen las Sagradas Letras?
—Dicen así: “ En la hija que no se recata afirma el cuidado, no sea que hallada la ocasión, abuse de sí.” (Eccli. XXVI. 13.) Quiere decir, si tienes una hija que no se aparte de las miradas y trato de los jóvenes, sino que a todos libremente mire, y todo lo observe, y todo lo recorra, atiéndela y guárdala, para que dada la ocasión, no abuse de su libertad entregándose a la lasciva, incontinencia, y liviandad.
—¿Y no insiste en ello el Libro sagrado como en lo de los hijos?
—Sí, varias veces en el mismo libro: por ejemplo, en el capítulo séptimo dice: “ si tienes hijos, edúcalos y doblégalos desde su juventud; si tienes hijas, guarda su cuerpo y no les muestres rostro alegre.»(Eccli. VII. 27.)
—¿Y cómo puede hacerse esto?
—Dice un docto intérprete: “esto harás, si las contienes en su casa, si las apartas de los jóvenes, de los convites, de los bailes y de los teatros. Además, si tu hija siempre tiene a su madre por compañera, si sus sirvientes son castos y púdicos, si nunca escucha palabras indecentes, si continuamente se le inculca el amor a la pureza y al pudor, y el más grande horror a la impureza, entonces se le guarda su cuerpo según este consejo del Espíritu Santo.” (Cornelio a Lapide)
—¿Mas no es extraño que recomiende ponerles
a las hijas mal semblante?
—Esto se hace, (dice el mismo piadoso autor,) tanto para reprimirles la ligereza, libertad y osadía, con la severidad del semblante, cuanto para inspírales respeto y pudor, a fin de que no se atrevan a ofenderte; y también para que con las caricias y blandura de su mismo padre, no se acostumbren a aficionarse a los hombres,
haciéndose más libres e inverecundas con ellos.
—¿Decís que varias veces repite la misma recomendación?
—Varias veces, para que mejor se conozca su importancia: en otra parte dice: “Asegura el cuidado sobre tu hija liviana, no sea que te haga venir a ser el oprobio de los enemigos por la murmuración de la ciudad, y la oposición del pueblo, y te avergüence entre la multitud de la gente” (Eccli. XLII. 11.) Es decir, como explica
siempre Cornelio a Lapide, que a la hija procaz, impudente, ligera y propensa a la liviandad, es preciso guardarla con mucho cuidado porque si se le permite tratar libremente con los jóvenes, se perderá y llenará de oprobio á sus padres, haciéndolos la burla y el escarnio del vulgo.
—Y en cuanto á permitirles á las hijas desposarse- ¿nó dice algo1 la Sagrada Escritura?
—Dice: “Entrega tu hija a un hombre sensato, y harás una obra grande” (Eccli. V I I . ’27;). Llámala obra grande, explica Comedio, porque es una cosa difícil y útil, tanto a los padres que se libran de grandes molestias y responsabilidades colocando a sus hijas, como a estas, cuyo pudor se asegura poniéndolas en estado honesto, y a la república que con la prole crece en número, oficios y méritos” Mas adviértase que se trata de darla a un varón sensato, y esa es la dificultad, y por eso se llama obra grande.
—¿Y si la hija no es llamada al matrimonio?
—Entonces puede entenderse el texto en sentido figurado, y el Varón sensato a quien se entrega, será Jesucristo, Esposo de las Vírgenes, siendo entonces la obra tanto más» grande, cuanto más grande es Dios que los hombres, y cuanto más grande es la virginidad que el matrimonio.
—¿De suerte que el consejo de la Escritura, no se reduce precisamente a dar a las hijas el estado del matrimonio?
—No: sino que1 se les ha de dar oportunamente el estado que elijan y a que se sientan inclinadas, o como dice el Catecismo, a darle estado no contrario a su voluntad.
Francisco Chávez, Pbro. 1892, con licencia del ordinario
Breve catecismo de las madres. La educación de las hijas. Por el presbítero Gabino Chávez
(Preparación de los textos: Augusto Pozuelos)
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