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El pesebre nos grita

La Santa Misa, los fines de la misma, nuestra actitud ante Jesús, ¿El pesebre nos grita a ti y a mi para que nos acerquemos al recién nacido?

El pesebre nos grita. Un artículo de Alberto Mensi

Si vivimos en la Navidad del año 2020 es simplemente porque hace 2020 años, en Belén de Judá, nació Cristo Jesús nuestro Divino Redentor, y esto más allá de precisiones acerca de si se hizo bien el cálculo o hay algún año de diferencia, que sabemos que lo hay.

Y el número del año en que vivimos nos interpela acerca del acontecimiento que generó esta numeración: el nacimiento del Niño Dios.

Por eso resulta absurda la forma en que nuestros contemporáneos celebran la Navidad.

¿Fiesta del Nacimiento del Niño Dios? ¿Fiesta religiosa por excelencia?

Y no hablo de gente ignorante o sumida en sus vicios. Hablo de personas formadas y, más aún, formadas en la Fe Católica que participan de los sacramentos, etc.

Como mucho, viven la Navidad con un mero cumplimiento (cumplo y miento) de la Misa, para luego dejar en el olvido y abandono al homenajeado de la fecha: el Divino Niño Jesús.

Por eso eran mucho más coherentes los masones revolucionarios franceses que cambiaron el calendario haciendo desaparecer todo rastro de cristianismo en un pagano culto de la naturaleza.

El 5 de octubre de 1793 la Convención Nacional Francesa creó por decreto el nuevo Calendario que fue puesto en vigencia el 24 de octubre; delirio que duró hasta el 1 de enero de 1806, delirio que era coherente con su ideario masónico.

Así se fijó el inicio de este calendario revolucionario el 22 de setiembre de 1792, por lo cual el año que iniciaba ese día fue el “Año Uno de la Revolución”. Y repito: coherentes con su ideario, ya que si para ellos el cristianismo debía ser desterrado y lo único válido era su sangrienta Revolución, allí debía comenzar la historia.

Al modificarse los nombres de los meses y de los días, el mes en que cae la Navidad, o sea diciembre, va a ser llamado en adelante Nivôse (nevado) y el día de la Navidad, el 25, va a ser llamado el día de chien (el perro).

Y vuelvo a plantearme: ese conciliábulo nefasto fue mucho más coherente que muchos cristianos de hoy día. Aquellos no quieren a Cristo, sacan toda referencia suya. Estos conservan las fiestas cristianas tan sólo por una cuestión de “buenas costumbres”, de “correctos modales” o por ser una “fecha culturalmente aceptada”. Esta forma de pensar surge cuando Dios deja de ser el centro y es el hombre el que se pone en el centro, es uno de los frutos descompuestos del “liberalismo católico”, aunque esta expresión sea una contradicción en sus términos, o eres católico o eres liberal.

Recuerdo cuando era chico, y ahora he podido volver a vivirlo: estar en la Santa Misa, arrodillado, y delante de nosotros el sacerdote vuelto hacia el Señor elevando el Santo Sacrificio del Hijo al Padre. Y allí ser elevadas nuestras almas por ese sacerdote que actúa in persona Christi, allí los que estamos presentes somos llevados naturalmente con oraciones precisas y silencios necesarios a la Adoración de la Divinidad.

Esto me ha hecho pensar que los cuatro fines del Santo Sacrificio de la Misa nos servirán a vivir cristianamente esta Navidad: la Adoración, la Acción de Gracias, la Reparación y la Súplica.

En primer lugar: la Navidad es un momento para Adorar a Dios. Por encima de las comidas, por encima de los encuentros, por encima de la música y bailes, por encima de todo: humilde y sencilla Adoración a Dios que se nos presenta en este misterio adorable en las carnes débiles de un pequeño niño. Como los santos pastores dejamos todo y nos arrodillamos en adoración al Niño en brazos de Su Madre.

Si adoramos a Dios, todo lo demás será puesto en su lugar, todo estará en su quicio.

En segundo lugar: la Navidad es un momento para dar gracias a Dios por todo lo que nos concede: la vida natural, la vida de gracia, y una por una cada una de las cosas con las que nos ha beneficiado. Todo es don de Dios. Dar gracias a Dios por todo y por cada cosa nos saca a nosotros de ser el centro del mundo. Dios nos bendice de tantas maneras porque “El nos amó primero”1. Por eso es gracia, gratis data, dado gratuitamente.

En tercer lugar: la Navidad es un momento para pedir perdón a Dios por tantas veces que lo hemos ofendido, por las veces que hemos sido cobardes y no dimos testimonio de Él, por la veces que nos hemos puesto en el centro de la escena como “si fuéramos dioses”2; por todos los pecados cometidos. El Divino Niño en los brazos de Su Madre debe enternecer nuestros corazones. El Eterno se ha hecho un niño para mi salvación y yo lo rechazo con cada uno de mis pecados, y a pesar de ello, sigue mirándome con su mirada amorosa y tierna invitándome a seguirlo.

En cuarto lugar: la Navidad es el momento de pedirle a Dios sus gracias y favores. Pero pedirle puestos de rodillas ante el Divino Infante y en una conversación muy personal, necesito esto y esto otro y aquello. Quizás, si hacemos silencio, podremos escucharlo decirnos: ¿y tal cosa no me pides? o ¿tal cosa que me pides es más importante que tal otra? Cara a cara, corazón a corazón, con toda sinceridad.

Y cuando no sepamos cómo conversar con el Niño Jesús, acudamos a Su Madre y a San José para que sean ellos quienes nos ayuden a tener ese contacto íntimo, amoroso y fiel con nuestro Dios hecho Niño.

Empecemos a preparar ese momento desde ahora.

Alberto Mensi

1 1 Jn. 4, 19

2 Gen. 3, 5

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Author: Alberto Mensi
Alberto Antonio Mensi (13 julio 1955) Egresado del Liceo Militar Gral. San Martín Profesor de Filosofía Profesor de Ciencias Sagradas Diplomado Universitario en Pensamiento Tomista (Universidad FASTA) Recibió el espaldarazo caballeresco como Caballero de María Reina el 15 de agosto de 1975 Maestro Scout y Formador Scout Católico Casado con María Pía Sernani Padre de cuatro hijos Abuelo de cinco nietos (por ahora)