MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
La Santísima Trinidad, Rev. D. Vicente Ramón Escandell
1. Relato evangélico (Jn 16, 12-15)
Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará.
2. Comentario al Evangelio
Cuando Jesús se despide de sus discípulos antes de ascender a los cielos, les confía una misión: predicar la Buena Nueva de la Salvación y bautizar a aquellos que la acojan. El Bautismo que Jesús encarga a sus apóstoles no es el mismo que practicaba Juan el Bautista: no es un bautismo penitencial, sino de renacimiento, de incorporación al misterio de Dios que se ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por el Bautismo de la Nueva Alianza el hombre queda incorporado a la vida íntima de Dios, una vida de comunión y de amor, y no de soledad. Jesús encomienda esta misión a sus apóstoles a quienes ha revelado lo más íntimo del ser de Dios a través de sus palabras y acciones. No en vano, en el contexto de la Ultima Cena, Jesús revela, con estas palabras, esa realidad misteriosa del ser de Dios: El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él (…) [y] el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviara el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho[1].
3. Reflexión
Que nuestra vida tenga su centro en nuestro interior, donde Cristo habita[2] nos exhorta san Bernardo de Claraval.
Tres son las vocaciones o estados de vida a los que Dios llama al cristiano para desarrollar su vocación bautismal: sacerdocio, vida consagrada y matrimonio. Todas ellas son esenciales para la vida de la Iglesia, y ninguna puede sobreponerse a las otras: tan necesarios son los sacerdotes como los consagrados o los matrimonios, para el desarrollo de la misión encomendada por Dios a la Iglesia. Sin embargo, algunos, dominados por una mentalidad utilitarista, consideran que la vida consagrada, en especial, aquellos que la viven en la clausura, no aportan nada a la vida de la Iglesia y de la sociedad. Llevados por esta mentalidad mundana, solo piensa que la actividad hace mover a la Iglesia, mientras que la oración, la contemplación, es una evasión de los problemas del mundo. Sin embargo, olvidan que todo cristiano está llamado a una existencia que es, al mismo tiempo, contemplativa y activa. La misma vida de Nuestro Señor Jesucristo se organizó en torno a este doble eje, como lo manifiestan los evangelistas y la Tradición de la Iglesia: se retiraba para orar al Padre antes de tomar una decisión o de enfrentarse a una situación, dejándonos un ejemplo a seguir. Por ello, se equivocan quienes menosprecian la contemplación en beneficio de un activismo exacerbado, y no siguen con ello el ejemplo de Nuestro Señor. La contemplación no es una huida de los problemas del mundo, sino ponerlos ante Dios y buscar en Él las soluciones o las fuerzas para afrontarlos. Aunque la tentación del aislamiento en nuestro interior siempre este ahí, no por ello debemos rechazar el silencio y la soledad para buscar a Dios, sino saberlo compaginar con la actividad, y llevar a la oración la acción y la acción a la oración.
Testimonio de los Santos Padres
San Atanasio (c. 295-373)
[Dios] Lo trasciende todo, en cuanto Padre, principio y fuente; lo penetra todo, por su Palabra; lo invade todo, en el Espíritu Santo. {…} donde está la luz, allí está también el resplandor; y donde está el resplandor, allí está también su eficiencia y su gracia esplendorosa.
Carta 1 a Serapióm (28-30)
Oración
Señor y Dios nuestro, que has
querido revelarnos en tu Hijo amado el misterio de tu ser, danos la gracia para
comprenderlo y vivirlo; que en el silencio de nuestra oración encontremos las
fuerzas para seguir peregrinando por este valle de lágrimas y alcanzar la
patria celestial. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
[1]Jn 14, 23.26
[2]Sermón 5
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
Les invitamos a leer el artículo anterior de D. Vicente: Pentecostés
Esperamos que hayan podido profundizar en este tema: La Santísima Trinidad . Les invitamos a quedarse en nuestra sección de:
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