Con la santidad no significa que Dios corrija cada imperfección natural de la mente o del cuerpo; algunas veces deja ciertas imperfecciones como debilidades a través las cuales Su poder puede triunfar.
No debiéramos tomar la santidad como una aprobación general de todo: hasta los santos tienen sus puntos débiles, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews.
Una revista americana publicó en-línea un artículo de Michael Seay titulado “El beato Carlo Acutis veía “Pókemon.” Ese es mi tipo de santo.”
Dos días antes yo había publicado un artículo en OnePeterFive en el cual justo había predicho ese tipo de desafortunado encabezado:
“Cuando se trata de santos que tuvieron que vivir bajo la nueva barbarie cultural de nuestros tiempos, tenemos que ser cuidadosos de no “canonizar” junto a su santidad algo que es incidental a sus vidas modernas. Esto pasará con demasiada frecuencia a partir de ahora en adelante. “¡Oh, el Beato Bobby estaba muy metido con la música pop! ¿No es grandioso que la música pop sea parte de la santidad ahora y que no importe lo que tú escuches o lo que bailes?” o “¡A Santa Suzy le encantaba salir en pantalones deportivos con una playera rosada! Supongo que realmente no importa más como te vistas cuando se trata de ser santo.” Uno puede imaginar todo tipo de escenarios y de falsas inferencias tales como esas.»
Mucha veces los profesores entran en contacto con estudiantes que dicen, o al menos lo hacen implícitamente, que todo lo relacionado con un santo (o con una persona santa) debe ser imitado o visto como ideal. “A Fulano de Tal le gustaba la música cristiana contemporánea, los himnos melosos, las películas sentimentales, las pinturas de Thomas Kinkade, los comics manga, etc, etc, y él era un santo. Así que, tales cosas deben ser geniales y no puede decir nada contra ellas.»
Dios obra con lo que nosotros somos, con nuestra naturaleza humana dada en cualquier tiempo. Él obra con las características, habilidades y talentos que tenemos. Dios toma nuestra naturaleza humana con sus imperfecciones y, si nosotros lo deseamos, santifica nuestras almas, lo cual no significa estar corrigiendo cada imperfección natural de la mente o del cuerpo, y a veces significa dejar ciertas imperfecciones como debilidades a través de las cuales Su poder puede triunfar. De hecho, hasta el gran Apóstol Pablo habla de un “aguijón en su carne” y él rogaba al Señor para que lo librara de él, pero Dios no lo haría (ver 2 Corintios 12, 6-7). Sobre este punto en cuestión, si alguien tiene poco o ningún gusto por la música, arte o por la literatura, o una educación limitada, sabemos que Dios puede aún conducir a esa persona hacia Él mismo, obrando con esas limitaciones, no gracias a ellas. Nótese bien: simplemente porque no son impedimentos para la acción de Dios, eso no los hace dejar de ser impedimentos, es decir, privaciones de la debida perfección en una naturaleza humana perfectible.
Tal santo-en-progreso será con gradualidad apartado de cualquiera atracción que sea inherentemente pecaminosa, pero Dios por lo general no convierte a un analfabeto en un erudito de Rhodas o en un artista consumado, por muy generoso que sea con Sus dones de gracia actual y santificante. Incluso con un santo-en-proceso se requeriría una educación real de la naturaleza humana de esa persona y un real esfuerzo de su parte para lograr avances en esas áreas. Y al menos eso no es trabajo de la gracia necesariamente.
Tomar a una persona con una reputación de santidad como modelo (o una excusa) en cada respecto resulta de una mezcla de naturaleza y gracia, una negación de la gratuidad del orden sobrenatural, que es bastante común en nuestros tiempos, habiendo esto entrado en el flujo sanguíneo eclesial desde Lubac y Rahner. Los Lubacianos y los Rahnerianos colapsan la distinción al estar viendo la gracia en todas partes, en todas las cosas. No se puede encontrar ninguna realidad que no esté “ya siempre” orientada al Reino. Sobre esta optimista lectura llega a ser difícil, si no imposible, distinguir entre lo que es propio al orden de la fe, esperanza y caridad, y lo que es propio a la virtud moral e intelectual, o al de las bellas artes y a la vida cultural (incluyendo las habilidades artísticas y el buen gusto). Es obvio a partir de la historia humana que estos órdenes son independientes: algunos de los más grandes genios han sido paganos (Sócrates, Platón, Aristóteles), mientras que algunos de los más grandes santos han sido analfabetos y personas simples (porteros, mendigos, soldados, etc).
La distinción no es difícil de hacer una vez que ves que las facultades del alma son perfeccionadas por los hábitos que vienen en dos variedades, adquiridas e infusas, y que la virtud intelectual conocida como arte puede desarrollarse y existir bastante independientemente de las virtudes morales, y viceversa (como lo explico aquí). Esa es la razón de porqué podemos tener destacadas obras de arte que provienen de increíbles hedonistas y a su vez trivialidades de tercera categoría en bien intencionados creyentes.
A pesar de ello, hay una conexión “subterránea” en la que las personas de santidad, como regla, sentirán que les repele todo lo que es atrozmente feo o indigno de Dios.
Por ejemplo, mientras que una persona santa podría llegar a tolerar algunas canciones folclóricas interpretadas en una guitarra, rehuiría de hacer “moshing” en un concierto de música punk; así como estaría dispuesto a ver algunas películas clásicas, nunca contaminaría su alma con una película semi-pornográfica y violenta que se han convertido en la norma de este decadente Occidente moderno. Mientras podría entablar una conversación amigable con protestantes con la esperanza de llevarlos al catolicismo, él despreciaría el ecumenismo del periodo postconciliar; creería en el carácter único y necesario de la Iglesia Católica y entendería el error del relativismo y del indiferentismo. Tendría la más profunda veneración por la tradición litúrgica, en la medida que la entendiera, y nunca podría realmente despreciarla, tal como lo hicieron los reformadores litúrgicos de la década de 1960. Es por razones como esta que algunas de las beatificaciones y canonizaciones de las reciente décadas presentan problemas para los católicos tradicionales. En una era de confusión doctrinal, nos apoyamos en aquello que es cierto y claro por encima de lo que es tenue y ambiguo. De modo similar, los católicos debieran mirar primariamente a aquellos santos ejemplares e intercesores cuya santidad es de una magnitud heroica, de luminoso brillo, confirmado por muchos grandes milagros, y cuyo carácter humano se distingue por su bien informado juicio de los bienes y males mundanos.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo sobre la santidad en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/we-shouldnt-take-holiness-as-blanket-approval-even-saints-have-their-blind-spots
Nuestra recomendación de lectura para este artículo
*Se prohíbe la reproducción de todo contenido de esta revista, salvo que se cite la fuente de procedencia y se nos enlace.
NO SE MARCHE SIN RECORRER NUESTRA WEB
Marchandoreligión no se hace responsable ni puede ser hecha responsable de:
- Los contenidos de cualquier tipo de sus articulistas y colaboradores y de sus posibles efectos o consecuencias. Su publicación en esta revista no supone que www.marchandoreligion.es se identifique necesariamente con tales contenidos.
- La responsabilidad del contenido de los artículos, colaboraciones, textos y escritos publicados en esta web es exclusivamente de su respectivo autor