Hay mucho escrito sobre la globalización, su impacto y consecuencias en relación, no sólo en el sistema económico, sino también en los aspectos de la vida social de los hombres. Lo religioso, y en particular, lo católico no permanece excluido de los embates del proceso de globalización. Es en este proceso en donde los principios y doctrina católica son re-significados, con una pérdida significativa de objetividad y Verdad. Se vuelve una verdad más entre tantas.
Catolicismo y política. La religión de la Globalización. Un artículo de Leonardo Olivieri
En realidad el proceso de mayor interdependencia entre distintos países y sus sociedades que componen el planeta, es un esquema complejo en donde se manifiestan distintos procesos y dinámicas que afectan sensiblemente las distintas áreas de la vida humana. El desarrollo de los medios de comunicación, las nuevas tecnologías, los cambios en los medios de transporte, la internacionalización de empresas, la liberación del capital financiero, el problema ambiental, los procesos de integración regional, constituyen algunos aspectos de la realidad de la globalización.
Todo esto implica que no asistimos solamente a una mayor integración de las economías nacionales, sino que es un proceso que implica cambios culturales, sociales y hasta religiosos. Así es que vemos el nacimiento de nievas concepciones teológicas referidas a este mundo cada vez más interdependiente. Vemos como la tecnología y la ecología, por citar dos elementos que componen este globalismo cultural, adquieren preponderancia incluso en documentos religiosos.
Pero vayamos a la noción de aldea global. Los medios masivos de comunicación gracias a los adelantos tecnológicos, rompen y rebasan las fronteras nacionales, tanto físicas como culturales. Por lo tanto, se forma una cultura de masas de carácter mundial que implica la primacía de productos culturales desarrollados y difundidos a gran escala. Esta cultura de masas, sin embargo, no es de carácter homogénea sino que pone a la luz una multiplicidad cultural presente en cada conjunto social. Esta heterogeneidad no sólo afecta los aspectos culturales y nos introduce al multiculturalismo, sino que también impone un relativismo religioso.
En la diversidad cultural hay también numerosos dioses en donde todos son verdaderos según cada credo. De esta manera, no hay una única Verdad, sino un dialogo entre varias verdades o cosmovisiones religiosas. En este punto, es el diálogo libre, democrático e igualitario entre cosmovisiones religiosas, lo que construye un credo universal de fraternidad humana. Se resaltan valores o principios, que parecen ser comunes a los distintos credos rechazando todo dogmatismo o fidelidad a la tradición. En el caso del cristianismo vemos como la figura de Jesucristo está siendo reducida a cambio de ideas como hermandad, humanidad, solidaridad, ecologismo, entre otros. Principios abstractos sin alusión a una Verdad sino que son simplemente formas o maneras por las cuales los hombres debemos ordenar nuestras vidas. Los principios y valores no son trascendentes ni guardan ya relación con una Verdad última y objetiva.
Hay una idea de dios, pero no de Dios. Estos dioses con minúscula, son simplemente interpretaciones simbólicas sociales de los divino y por consiguiente, el resultado del multiculturalismo. Cada sociedad, cada cultura, cada época histórica, construye a sus propios dioses, buscando así conectarse con lo divino, pero sin lograrlo conocer concretamente.
Este relativismo es bueno si permanece encerrado, por así decirlo, en el interior de la conciencia subjetiva de cada sujeto. Para los aspectos sociales, no valen los valores religiosos en su totalidad, salvo aquellos que están relacionados con esos principios abstractos que mencionamos en párrafos anteriores. La creencia religiosa es buena si permanece en el sujeto, si no busca conformarse y establecerse como fundamento o Verdad última.
Resulta evidente que un Jesús Rey y Salvador del mundo, es una figura peligrosa para este relativismo globalista. Mejor es pensarlo como modelo de un “buen hombre”, ejemplo de “caridad y filantropía”, de “persona abierta a la diversidad”, que no “juzga”, sino “que ama sin condiciones a todos por igual”. No necesita de una Iglesia, no necesita de interpretaciones doctrinales, no necesita de que su Palabra sea predicada, solamente se necesita que se lo tome como un modelo de “buena persona”.
La libertad absoluta del hombre es otro punto importante de esta cultura de la globalización. Se produce una exaltación de la libertad negativa y del individualismo posesivo como centro de todo orden socio-político. Los movimientos sociales, y la ideología de género son un reflejo de la radicalización del antropocentrismo voluntarista a favor de una autonomía absoluta. El derecho decidir de quién se quiere ser es el principio fundamental de estos movimientos. No hay condicionamientos externos más allá de la libere decisión y del ejercicio de la voluntad.
El mundo no es un todo ordenado, ni el hombre es un ser que es unidad, todo lo contrario, hay conflicto y tensión, todo se traduce en relaciones de poder y dominación. Lo único valioso es la lucha por la libertad en contra de un sistema que por naturales, es opresivo. O sea, toda unidad es opresión, por lo tanto la subversión y el cuestionamiento constante son los únicos movimientos del espíritu humano. Someterse a un Dios, y a una Verdad objetiva, implicaría rendirse ante la opresión. La lucha contra la Iglesia es el reflejo de este principio.
Pero entonces ¿cómo será posible lograr una cierta convivencia entre los seres humanos?. La respuesta ya la dijimos antes, y consiste en fomentar e imponer principios universales abstractos que no contradigan a esta radicalización de la libertad, pero que pongan un cierto orden. La idea de una hermandad universal encaja perfecto. No se niega la pluralidad y multiplicidad de verdades, sino que lo se persigue es buscar y establecer puntos comunes o acuerdos. La fraternidad expresa también la multiplicidad y diferencia que hay entre los seres humanos. Su expresión es la pluralidad religiosa.
El centro entonces no es Dios, sino la familia humana y la dignidad de la persona. No se puede conocer al Dios Verdadero, sino lo que se presenta son distintos credos y concepciones de dios. Pero sí se puede fijar el centro en la humanidad, en el carácter universal del ser humano, como depositario de esa divinidad que no se conoce y que es plural, o sea los dioses.
Lo que queda claro hasta ahora es que esta globalización que estamos viviendo es contraria al Reinado de Jesucristo. Prácticamente se lo termina por destronar y reducir a una suerte de relativismo conceptual, para así someterlo a los principios de un humanismo sin dios.
Ser cristianos hoy en día implica resistir y mantenerse firmes, afianzando la fe, creciendo en la formación, poniendo en práctica los principios de una vida cristiana. Hay una única Verdad, un único camino, y es Jesús, nuestro Salvador y Rey.
Leonardo Olivieri
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