En el artículo de esta semana trataremos el concepto de libertad fundada en el subjetivismo y lo compararemos con la perspectiva catolica
La Libertad en la sociedad actual. Un artículo de Leonardo Olivieri
Las diferencias son notables, el mundo nos plantea una libertad individual y de carácter subjetivo en donde prácticamente el ser humano desconoce la soberanía de Dios y las disposiciones del orden natural.
Etimológicamente el término libertad es una palabra derivada del latín libertas y libertātis, que significa ‘el que jurídica y políticamente es libre’. De esta manera, el término aludía al que era libre de nacimiento o aquél que había obtenido la libertad habiendo nacido esclavo
En los tiempos que corren, la libertad humana es un tema central y recurrente en los amplios aspectos discursivos del mundo de la política y recorre transversalmente a los diversos movimientos y partidos políticos.
Por ejemplo, es frecuente que se mencione a la libertad en las organizaciones sociales a favor de la ideología de género, que basan su lucha por la derechos de libre autopercepción. Además, hacen uso de ese término las fuerzas políticas libertarias que centran su foco en la exigencia de un Estado mínimo que no se entrometa en los intereses individuales y asegurar así la libre disposición de los bienes. También están los sectores críticos a las políticas sanitarias de cuarentena y de restricciones referidas a la pandemia Covid 19, quienes acusan que se están violando las libertades básicas de una sociedad democrática. Como se puede apreciar, el concepto de libertad cruza a casi todas las fuerzas políticas.
Básicamente se entiende por libertad como la facultad o capacidad que posee el ser humano de actuar según sus valores, criterios, razón y voluntad, sin más limitaciones que el respeto a la libertad de los demás y las restricciones que establece el marco normativo positivo.
El punto central de esta idea de libertad es el individuo. Por lo tanto hay un carácter subjetivista del concepto de porque se centra en el individuo y sus decisiones con respecto a su voluntad, sus deseos, y su idea singular de lo que es bueno para él.
Haciendo un poco de historia y en líneas generales, este concepto de libertad tuvo su origen en el Renacimiento y logra constituirse como filosofía en la Ilustración en su vertiente humanista. Bajo esta concepción, los seres humanos deciden tomar las riendas de su destino y convertir el bienestar de la humanidad en objetivo último de sus actos.
Tal como lo desarrolla Tzvetan Todorjov en su obra El espíritu de la Ilustración, la característica distintiva y constitutiva del pensamiento de la Ilustración consiste fundamentalmente en poner en primer lugar a las elecciones y las decisiones personales en detrimento de lo que nos llega impuesto por una autoridad ajena a nosotros. Y esa preferencia comporta dos facetas: una crítica y otra constructiva. Es preciso librarse de toda tutela impuesta a los hombres desde fuera y dejarse guiar por las leyes, las normas y las reglas que desean los que deben cumplirlas. «Emancipación» y «autonomía» son los términos que designan las dos fases, igualmente indispensables, de un mismo proceso.
Esta idea de libertad implica la muerte de Dios, una separación profunda entre el hombre y lo divino. El ser humano necesita y debe disponerse de total libertad para analizar,criticar y fomentar lazos de ruptura con el pensamiento tradicional. Se acabaron los dogmas y las instituciones sagradas y todo orden en base a la revelación divina. Una consecuencia importante es la restricción que se impone a todo tipo de autoridad. La autoridad debe ser propia y común a los hombres, es decir no sobrenatural, sino natural.
De esta forma lo fundamentalmente viene rechazado bajo esta perspectiva es la sumisión de la sociedad o del individuo a preceptos cuya única legitimidad procede de una Verdad divina revelada y de la tradición.
Esta idea de libertad nos dice que es el mismo ser humano que se crea a sí mismo. El puede ser lo que desea ser. Su libertad consiste en ser dueño y señor de sí mismo,rechazando todo principio que lo trasciende. La fe y la creencia en Dios es un simple acto subjetivo librado a la conciencia interior de cada uno.
La libertad así entendida se constituye como reemplazante de Dios ocupando el rol de divinidad y de culto. Todo ello lleva en el fondo implícito el auge de un antropocentrismo extremo,fundado en una concepción inmanentista , materialista e individualista del hombre. Nada hay fuera del individuo y es por ello que los sectores de la sociedad tienden a convertirse en laicos, aun cuando los individuos sigan teniendo algún tipo de creencia.
Además, la libertad debe ser entendida también como un movimiento constante de desnaturalización y de subversión de lo instituido. Como se mencionó más arriba,la ruptura con una Verdad trascendente implica que todo lo que se postula como verdadero es una construcción social. El ser humano debe ser consciente de ello y libre de poder cuestionar y subvertir las formas sociales instituidas.
En realidad, el hombre en sí se construye como sujeto en ese proceso de libertad subversiva y creadora. Si hay una esencia humana es el devenir de la fuerza de la libertad.
En cambio, el concepto de libertad católica,se diferencia de esta idea subjetivista y de ruptura con lo trascendente. El Papa Leon XIII en su Encíclica Libertas Praestantissimum define a la libertad como el don excelente de la Naturaleza, propio y exclusivo de los seres racionales, confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío y de ser dueño de sus acciones. Pero lo más importante en esta dignidad es el modo de su ejercicio, porque del uso de la libertad nacen los mayores bienes y los mayores males. Sin duda alguna, el hombre puede obedecer a la razón, practicar el bien moral, tender por el camino recto a su último fin. Pero el hombre puede también seguir una dirección totalmente contraria y, yendo tras el espejismo de unas ilusorias apariencias, perturbar el orden debido y correr a su perdición voluntaria.
De este párrafo que acabamos de citar podemos definir la relación que existe entre el. libre albedrío propio del hombre racional y la existencia de un orden natural con sus leyes y principios morales cuya fuente es la Ley de Dios. La libertad no puede desconocer tal relación, a costa de un desarraigo y una separación con lo bueno y conveniente para la vida del hombre.
Es cierto que el hombre es libre pero esa libertad no implica que sea superior a los principios trascendentes y a la Verdad. La acción humana varía, por ejemplo los adelantos técnicos en los medios de transporte que son distintos en determinada época histórica. Sin embargo, lo particular de la inventiva del hombre no lleva a la inexistencia de principios objetivos, trascendentes e inmutables ni mucho menos negar la Ley de Dios. Es la idea del Bien y del Mal, que permanece inmutable en un mundo que cambia.
El hombre tiene la facultad de decidir, de elegir, de aplicar la razón para guiar sus propias acciones en la consecución de sus fines. Existe una multiplicidad de acciones correspondientes a una diversidad de fines individuales. Pero esa multiplicidad no puede imponerse sobre el conjunto de ideas y principios superiores. Y son estas ideas las que brindan cohesión a las sociedades y reflejan la esencia y la unidad objetiva.
No se es libre por el mero hecho de decidir ser y obrar como cada uno quiere. Las decisiones individuales correctas, los intereses particulares no corresponden a toda la esencia humana. A lo individual le corresponde pertenecer a una totalidad que la engloba y la contiene. Y no hay totalidad sin la Ley de Dios.
Y es esta Ley de Dios el marco de referencia de valores, preceptos morales, dogmas de fe y guía para la conducta de todos los hombres. Lo importante es que sin ella, no existiría libertad alguna.
El pensamiento actual se enfoca en lo particular, lo contingente y accidental, reduciendo a la mera abstracción a todo lo trascendente y objetivo. Incluso lo considera una intromisión que coarta la libertad.
Esa libertad que persigue desligarse de los vínculos morales, trascendentes, del orden natural y de los dogmas religiosos, para León XIII se trata de una inmensa impostura, de un gran error. Ello se debe a que la libertad humana es defectible porque el entendimiento puede errar y la voluntad puede tender al mal. Ni el engaño ni el mal perfeccionan la libertad sino que la desvirtúan y la corrompen. La voluntad que libremente se deja llevar por el mal -es decir, elige el bien inferior posponiendo el bien superior- se vuelve esclava de los bienes inferiores.
De ahí el concepto de libertad moral expuesto por el propio León XIII que puede ser entendida como la “libertad para elegir el bien”. Lo que implica seguir a Dios antes que a los hombres, cuando los poderes o leyes humanas ordenan algo contrario a los mandatos divinos.
De esta manera, la verdadera libertad no es solamente la ausencia de restricciones externas con respecto a las decisiones subjetivas. La libertad es, en su esencia más íntima, la real capacidad de responder a la llamada de Dios creador, en someter voluntariamente lo individual al plan de Dios y hacer así Su Voluntad. La libertad plena se alcanza en la Verdad de Dios, en direcciones las acciones humanas con respecto a los principios de esa Verdad revelada, fundamento del orden natural de todo lo que existe.
A diferencia de esta perspectiva moderna y liberal, el Papa León XIII fija su estructura de pensamiento en una crítica a este subjetivismo exacerbado y nos recuerda que más allá del espejismo de esta falsa libertad, es importante saber que de su ejercicio nacen los mayores bienes y los mayores males. En sus elecciones libres el hombre vive acorde a la Ley de Dios, o va recorriendo un camino de inequidad y disolución social.
En síntesis: 1) La libertad moderna es de base subjetiva y antropométrica. El ser humano es más libre cuando afirma su subjetividad y autonomía, emancipandose de toda limitación externa. 2) Ello implica necesariamente una ruptura con lo divino y decretar la muerte de Dios. Ya no hay un ser superior que guía la conducta de los hombres, no hay una definición de Bien que sea externa a las decisiones del hombre. 3) Tanto los valores morales como el marco normativo institucional,son un artificio ( de naturaleza artificial) fruto de la libertad del hombre. 4) Por lo tanto no hay una naturaleza objetiva de las cosas sino todo lo que existe es una construcción social. La libertad es de esta forma, lo único constante, es movimiento de resignificación y emancipación de lo instituido.
En próximos artículos nos explicaremos más específicamente sobre las características de un orden socio- político católico y ahí desarrollaremos más concretamente el concepto de libertad cristiana.
Leonardo Olivieri
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