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La catedral de Colonia

Cuántas veces nos encontramos en una catedral y al empezar a observar nos preguntamos qué secretos ocultarán esas piedras. Hoy nos adentramos en la catedral de Colonia de la mano de nuestro querido Miguel

«La catedral de Colonia», Miguel Toledano

Este impresionante templo de estilo gótico y neogótico, que recibe seis millones de visitantes anuales, tardó nada menos que 632 años en ser construido, contando desde la colocación de su primera piedra, en 1248, hasta su finalización por Guillermo I Hohenzollern en 1880, en plena “Kulturkampf” contra los católicos.

A raíz del edicto de Milán del año 313, una comunidad cristiana se reunía en el mismo emplazamiento que hoy ocupa la sede primada de Alemania.  Se conocen restos de una primitiva iglesia entre los siglos V y VIII; a comienzos del siglo IX se inició la construcción de una primera catedral, conocida como catedral vieja, finalizada en siete décadas y de la que actualmente queda el gran Crucifijo del Arzobispo Gero, de tiempos de los Otones.

En 1164 fueron trasladados de Milán a Colonia, como botín de guerra autorizado por Federico Barbarroja, los huesos de los Reyes Magos, que entonces como ahora atraen la devoción de innumerables peregrinos.

En 1794, las tropas revolucionarias de la Convención ocupan la ciudad del Rin para apropiarse de esa región, frecuentemente codiciada por la Francia moderna.  La catedral es profanada y destinada a prisión y almacén de piensos.  El ejército liberal también se apresta a cerrar la universidad. 

El culto público se reanuda en 1801 a través de un concordato firmado con Bonaparte, quien no obstante se asegura de que quede disuelto el arzobispado, lo que los mismos jacobinos no habían logrado.  El gran templo queda reducido a iglesia parroquial.  Tras el Congreso de Viena, el Papa Pío VII firma la bula “De salute animarum” de 1821, lo que permitirá al nuevo Arzobispo de Colonia regresar a la cátedra renana.

El 15 de octubre de 1880 se colocó la última piedra sobre el florón de la torre sur, a la friolera de 157 metros de altura (la torre de la Catedral de Toledo mide 92 metros).  A ras de tierra, las dimensiones de este edificio religioso se demuestran verdaderamente sobrehumanas.  El viajero que, como yo, acude en verano a la “Domplatte” y se acerca a la afamada tienda de agua de colonia “4711”, se encuentra en la plaza con una réplica a tamaño natural de uno de los dos florones, fabricada en hormigón en 1991, de ocho metros de alto y cinco de ancho, junto a alguna disparatada reunión de animalistas que nunca ha de faltar en las principales localidades de la República Federal.

La torre sur alberga a “Pedro el Gordo”, hasta 2016 la mayor campana del mundo, con sus 24 toneladas de aleación de Turingia.  Cuando dobla o repica, Pedro el Gordo realiza generalmente un solo de diez minutos, desplegando su ronco tañido de apenas dieciséis hercios, al que se unen después las otras campanas de la catedral, todas ellas de tesitura más aguda.  En el capítulo de exageraciones cabe añadir que el do de contraoctava que Pedro se permite entonar unas veinte veces al año, en las principales solemnidades eclesiásticas, es el más grave de todos los campanarios que existen sobre la tierra.

Se conserva aún el proyecto medieval de fachada de inicios del siglo XIV, la mayor jamás ejecutada por el hombre en honor a Dios; el pergamino sobre el que está dibujado dicho proyecto mide más de cuatro metros.  Sobrevivió a la revolución protestante y a las dos guerras mundiales; particularmente devastadores fueron los bombardeos británicos de 2 de marzo de 1945, pero la solidez impresionante de la estructura -sin perjuicio de las gracias especiales conferidas por la providencia divina- resistió las ondas expansivas y las sacudidas ocasionadas por las explosiones, de tal forma que cuando las tropas estadounidenses entraban en la ciudad sólo cuatro días más tarde, la catedral seguía erguida en medio de un paisaje dantesco de ruinas.

En la capilla de San Juan Bautista se encuentra la tumba de la Beata Riquilda de Lorena, primera reina de Polonia.  A unos pocos metros reposan igualmente los restos de Santa Irmingardis, condesa soberana de Aspel.  Asimismo puede el peregrino venerar las reliquias del obispo San Agigulfo, cuya santidad acreditó hace siglos un halcón que se puso a cantar ante la mayúscula sorpresa de un caballero andante descreído.

Por cierto, que el prospecto que los turistas hispánicos reciben -editado por la Archidiócesis- contiene, respecto a los santos, una cita que denota una significativa contaminación protestante:

“Los santos y, por supuesto, las imágenes que los representan, no son objeto de adoración.  Su conmemoración, así como la representación de textos bíblicos, ayuda a una mejor comprensión del misterio de Dios invisible.  Asimismo, la conservación de reliquias -restos mortales de los santos- es expresión física de la relación personal con los santos que, para los fieles, permanecen vivos en Dios.”

La veneración de dichas reliquias e imágenes, fundamentada en el dogma católico de la comunión de los santos, resulta así diluida.  Su importancia queda relegada a una “conmemoración”, a la comprensión intelectualizante de Dios, a la “expresión” de una relación personal limitada a los fieles.  Afortunadamente, la devoción popular acredita la realización de múltiples milagros merced a la veneración del Crucifijo de Gero, el relicario de los Reyes Magos o la imagen de la Virgen de Milán ubicada en la zona meridional de la girola.

En el haber positivo de las disposiciones de la autoridad arzobispal, se aconseja a los visitantes descubrirse, en el caso de los hombres, y lo contrario, en el de las mujeres, tratamiento de respeto en la indumentaria que conserva la modestia católica perdida en otras ocasiones.  No obstante, se autoriza la dispensa de tal norma a hindúes con turbante, judíos con kipá o dignatarios “de las diversas confesiones cristianas”, cuyos titulares masculinos pueden por consiguiente seguir portando prendas que cubran la cabeza y cuyas obispas lucirán su peinado, conforme a la advertencia del ordinario del lugar.

Miguel Toledano Lanza

Domingo undécimo después de Pentecostés, 2019

¿Quieren ver la impresionante catedral de Colonia? Pueden hacerlo en la página de National Geographic: https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/la-catedral-de-colonia-una-joya-gotica_7544

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.