No perdamos el tiempo en banalidades, la calumnia es diabólica y un católico debe tenerlo claro
La calumnia es diabólica. Un artículo de Miguel Toledano
En estos días son muchos los comentaristas que se detienen a publicar sus respectivas opiniones sobre la más reciente encíclica papal, « Fratelli tutti ».
Sin embargo, pasa desapercibida una insistencia meritoria de Francisco en cuanto a un elemento que, por la insistencia con la que lo trata, puede considerarse uno de los vectores más significativos de este pontificado.
Nos referimos a la maledicencia, a la que dedicaremos el artículo de esta semana y de la siguiente.
Ya el 15 de abril de 2013, a poco de haber sido elegido por el conclave cardenalicio, consagró a esta cuestión su sermón diario, al que se refiere la página de la Santa Sede. Lo había hecho ya apenas tres semanas antes, según hemos tenido oportunidad de reseñar en esta serie, en un texto todavía anterior.
En aquella segunda ocasión, el Santo Padre afirmó que la calumnia destruye la obra de Dios, nace del odio y es hija del padre de la mentira.
En el Antiguo Testamento constan dos llamativos episodios de este vicio, asociado en ambos casos a la mujer, en el primero de ellos como autora del crimen, en el segundo como víctima.
El primero, en efecto, es el de la reina Jezabel, según relata el primer libro de los Reyes. Esta tirana, esposa de Acab en el siglo IX antes de Jesucristo, no dudo en acusar injustamente a Nabot de un delito, buscando para ello dos testigos falsos y logrando su propósito. Mas Dios la castigó por su crimen a ser comida por los perros.
El segundo episodio a que aludió Francisco es el de Susana, procedente del libro de Daniel. Nos encontramos ahora en el siglo VI antes de Jesucristo, en la ciudad de Babilonia, donde los judíos han sido deportados y viven en el exilio. La bella Susana, desposada con el potentado Joaquin, hace gala de la honradez que aprendió en casa de su padre Hilquías y de su esposa.
Sin embargo, pronto dos guías del pueblo, los mismos que se proclaman justos, tratarán de abusar de ella, aprovechando su cercanía con la joven. Puestos de acuerdo, espiaron a Susana y la chantajearon, de tal forma que si no se avenía a sus oscuros propósitos, la acusarían de tener relaciones con un joven.
La honrada muchacha se sintió, por momentos, acorralada: « No tengo escapatoria », pensó. Mas luego, antes que ofender a Dios con la mentira, aceptó ser acusada por sus farisaicos superiores. Hizo públicas las tropelías de éstos, produciéndose en un primer momento una cierta confusión.
Los magistrados inicuos acusaron a la inocente, deseando que fuese condenada. Susana llegó acompañada de sus familiares, quienes no pudieron reprimir el llanto ante lo que se pretendía hacer con ella.
Los dos malvados no tuvieron escrúpulo alguno en mentir, inventando una historia rocambolesca, prevaliéndose de su autoridad para hacerse imponer ante la gente.
Susana fue apresada siendo inocente, mas Dios evitó su destrucción, enviando al joven Daniel. Éste recordó que no cabe condenar a nadie sin antes investigar debidamente lo que había sucedido.
Repetido el juicio, pero esta vez con luz y taquígrafos para que la mujer no pudiese ser acusada falsamente, fueron ahora los dos jueces los que se sentaron en el banquillo.
« Lo que tienes de viejo lo tienes de malvado, tú has condenado a mucha gente inocente; por mentiroso vas a ser castigado », le dijo Daniel al primero.
Ya acompañado del segundo también, les advirtió así a ambos quien se convertiría en el gran juez judío: « Vuestros malos deseos os han llenado de malos pensamientos; siempre hacéis lo mismo con las mujeres; las amenazáis con miedo, pero ésta no ha aceptado participar de vuestra maldad ».
A la luz de estos dos acontecimientos, el papa recordó que el pecado forma parte de la naturaleza caída; mas el vicio de la calumnia, para él, es « otra cosa », es « más que un pecado », es « propia de Satanás ».
Se trata de una « lucha sucia », en palabras del Santo Padre, como la que emprendieron los farisaicos verdugos de San Esteban para acabar con él, hombre justo a la medida de Nuestro Senor.
El papa terminó su homilía invitándonos a ser valientes en las distintas situaciones de la vida. Algunas podrán ser difíciles, podremos ser calumniados o ver como calumnian a los que están a nuestro alrededor. Nabot fue acusado por la manipuladora Jezabel; Susana hubo de defenderse y el gran Daniel acudió en su ayuda; San Esteban proclamó hasta el final su inocencia frente a los enemigos de Cristo.
A menos de seis meses de este sermón, Francisco volvió a predicar sobre el tema, concretamente el 13 de septiembre del mismo año 2013, conforme nuestros lectores ya saben por haber dedicado a dicha intervención un articulo anterior de esta misma serie.
Todo este magisterio pontificio nos recuerda que, frente a los Jezabeles, debemos comportarnos como Nabot, como Susana y como San Esteban, confiando en que la justicia de Dios prevalecerá ante los manipuladores, los fariseos y los seguidores del Príncipe de la Mentira.
Miguel Toledano
Domingo vigésimo después de Pentecostés
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