Perplejos nos quedamos cuando el mismo Papa sea quien pide la bendición de un líder budista, como si este tuviera algo que dar que Cristo ya no haya dado a través de Su Iglesia de un modo perfecto.
¿Qué estaba haciendo el Papa Francisco pidiendo la bendición de un líder budista?, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
El 21 de noviembre de 2019 el Papa Francisco se reunió con el “Supremo Patriarca” budista en el Templo Wat Ratchabophit Sathit Maha Simaram en Bangkok, y habló vagamente de cómo las “religiones” son “faros de esperanza” y “promotores y guardianes de la fraternidad”. Él omitió mencionar la verdad básica de que hay una común hermandad solo en un Padre común, el Padre revelado en Su Hijo Jesucristo:
“A Mí me ha sido transmitido todo por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre conoce bien nadie sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelar.”
Mateo 11, 27
Si bien es cierto que no es necesario, y hasta es humanamente imposible, decir toda la verdad en cada situación, sin embargo, la salvación traída por Cristo no es solo una verdad entre muchas, sino la verdad central de nuestra existencia: la diferencia entre una vida bien vivida y una vivida en vano. Uno se pregunta qué está haciendo un Papa en una visita personal a un líder budista pidiendo su bendición, como si él tuviera algo que dar que Cristo y Su Iglesia no hubiera ya dado de un modo perfecto; o como si ya no existiera ningún peligro en esa relación entre religiones tan fundamentalmente incompatibles.
Cuando el Papa Francisco la próxima vez viaje a una distancia tan larga, él podría considerar imitar a su homónimo, San Francisco de Asís, quien caminó directo hacia el campamento musulmán y predicó el Evangelio para convertir al sultán. Pero los creyentes fervorosos son pocos y distantes entre sí en esta era de charlas corteses. El Señor que dijo, “Sacudiré los cielos y la tierra”, ha sido reemplazado por el apretón de manos y una sesión fotográfica.
Thomas Merton hacia el final de su carrera, hasta que se electrocutó en Bangkok, estuvo interesado en la cuestión de qué tenían en común los budistas y los cristianos y más particularmente, el monacato budista y el cristiano. Después de todo, existe, tal como apunta Santo Tomás de Aquino, un terreno en común entre dos posiciones serias. Justamente es este terreno en común el que a menudo ofrece un punto de apoyo para que el evangelista comience a presentar su caso. Es bueno que nos preguntemos a nosotros mismos en qué consisten los intereses en común y si esto esconde una oposición más vasta que merezca ser profundizada, así podremos evitar el error de considerar al cristianismo y al budismo como dos caminos análogos hacia lo Último e Infinito, hacia la Realización Personal (o como sea que alguien en la oficina de prensa del Vaticano pueda expresarlo).
A fin de lograr esto debemos mirar el problema del deseo, su efecto de intranquilidad, el remedio del ascetismo y el resultado de la paz.
Santo Tomás enseña que los bienes comunes nos unen, mientras que los bienes privados nos separan.
Los animales pelean principalmente por los bienes que no pueden ser compartidos, a saber, comida y sexo (Summa contra gentiles 3, 124; Summa Theologiae 1, 81, 2) Esto es cierto también para los seres humanos, en la medida que ellos vivan como animales. Su preocupación es conseguir el mayor goce, o la mayor cantidad de bienes corporales que se puedan obtener. Ahora bien, ya que estos bienes son incapaces de ser tenidos por muchos al mismo tiempo y en el mismo respecto, y dado que casi siempre hay escasez de al menos algunos de estos en algún momento y lugar, eso conduce al conflicto, a la división, al resentimiento, la injusticia y la violencia. Es, en breve, la lógica del capitalismo rudo y del marxismo por igual, porque en ambos sistemas los hombres deben encontrar maneras de desahogar su creciente frustración con la incapacidad de reunir y disfrutar de los bienes corporales en proporción al “infinito deseo”
El remedio para esta enferma condición es doble: negativamente, una mortificación del deseo, mediante el cual el deseo es restaurado en un realismo saludable y moderación; positivamente: un anhelo creciente por la posesión de bienes espirituales, los cuales son inherentemente ilimitados, siempre disponibles y abundantes, y que causan caridad, paz, alegría y los otros frutos del Espíritu mencionados por San Pablo en los Gálatas. El místico medieval Maestro Eckhart anota:
“Mientras estés en Dios, en ese momento estarás en paz; mientras estés lejos de Dios, en ese momento estarás lejos de la paz.”
Instrucciones Espirituales, 23
Es aquí donde vemos por primera vez lo que parece una correspondencia entre cristianismo y budismo. La espiritualidad cristiana clásica enfatiza la mortificación de la carne con el fin de lograr el auto-dominio y la iluminación; de la misma manera, el budismo parece buscar pausar las inquietas ruedas del deseo para lograr la iluminación.
A pesar de sus escapadas a Asís, el Papa Juan Pablo II nos recuerda en su superventas, Cruzando el umbral de la Esperanza (1994), que el contraste entre las dos religiones es más grande de lo que parece:
“La «iluminación» experimentada por Buda se reduce a la convicción de que el mundo es malo, de que es fuente de mal y de sufrimiento para el hombre. Para liberarse de este mal hay que liberarse del mundo; hay que romper los lazos que nos unen con la realidad externa, por lo tanto, los lazos existentes en nuestra misma constitución humana, en nuestra psique y en nuestro cuerpo. Cuanto más nos liberamos de tales ligámenes, más indiferentes nos hacemos a cuanto es el mundo, y más nos liberamos del sufrimiento, es decir, del mal que proviene del mundo.
¿Nos acercamos a Dios de este modo? En la «iluminación» transmitida por Buda no se habla de eso. El budismo es en gran medida un sistema ateo». No nos liberamos del mal a través del bien, que proviene de Dios; nos liberamos solamente mediante el desapego del mundo, que es malo. La plenitud de tal desapego no es la unión con Dios, sino el llamado nirvana, o sea, un estado de perfecta indiferencia respecto al mundo. Salvarse quiere decir, antes que nada, liberarse del mal haciéndose indiferente al mundo, que es fuente de mal. En eso culmina el proceso espiritual.”
Para los cristianos, la “culminación del proceso espiritual” no es un desapego total, sino un apego amoroso a Dios, a un Dios personal al cual podemos conocer y amar, sin estar siendo absorbidos en Él perdiendo nuestra identidad, como una gota que se disuelve en el océano. Nosotros no perdemos todo deseo, nosotros refinamos e intensificamos el deseo de lo que realmente vale la pena desear.
La próxima semana continuaré con la intrigante frase de Juan Pablo II de que las Carmelitas comienzan donde Buda termina.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por lifesitenews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo, «¿El Papa Francisco pide la bendición de un líder budista?», en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/what-was-pope-francis-doing-asking-for-buddhist-leaders-blessing
Si te ha parecido interesante este artículo sobre el Papa que pide la bendición a un líder budista y quieres saber algo más sobre lo que la Iglesia enseña sobre las religiones falsas no dejes de este artículo.
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