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John Cuddeback. Lecciones de un maestro

«The general principles of any study you may learn by books at home; but the detail, the colour, the tone, the air, the life which makes it live in us, you must catch all these from those in whom it lives already». St. John Henry Newman. The Idea of a University.

John Cuddeback. Lecciones de un maestro. Un artículo de Gilmar Siqueira

En 2020 vi por primera vez una conferencia del profesor John Cuddeback. El título era Realizing Reality: la medicina de la metafísica. Salí borracho de entusiasmo, como me suele suceder al depararme – viendo una clase o leyendo un libro – con lo bello y amable de la creación. Ya sé que la frase suena – porque lo es – cursi, pero trataré de explicar lo que quiero decir.

Para hacerlo tengo que volver al maestro. Al fin y al cabo, fue él el responsable por conducirme a ver lo que antes no podía. Mi primera impresión respecto a él fue que parecía un hombre totalmente enamorado: olvidándose de sí mismo, se entregaba de tal manera al tema que nos lo presentaba con toda la vida, color y encandilamiento capaces de hacernos querer aquella realidad de que hablaba. Porque su tema en esa conferencia como en todas sus clases es la realidad y cómo aprendemos a verla mejor. Él suele decir – siguiendo su maestro Josef Pieper – que debemos aprender cómo ver de nuevo.

Porque nuestra manera de ver – y luego de imaginar – la realidad afecta profundamente la manera cómo vivimos y qué es lo que podemos esperar de la vida, tanto la finita como la perdurable. Todos los relatos desilusionados del mundo – oídos en la escuela, leídos en las noticias y vistos desgraciadamente encarnados en personas desilusionadas – poco a poco van haciendo un hueco en nuestras almas; un hueco cuyo vacío llegamos a confundir con la realidad y que intentamos llenar con cosas que nos llevan al hartazgo sin satisfacernos.

Nos volvemos embotados de tal manera que ni siquiera el testimonio de los maestros en sus libros puede enseñarnos a ver mejor. Hace falta algo más; hace falta el detalle, el color, el tono, el aire y el ejemplo de una vida posible y que también puede ser la nuestra. Como dijo San John Henry Newman en el epígrafe que elegí para este artículo – el mismo del artículo dedicado a John Senior –, hace falta el maestro. No que los testimonios por sí sean falsos o insuficientes – yo no mencionaría Newman, a quien evidentemente no conocí, si fuera ese el caso –, sino que nuestro embotamiento nos vuelve miopes. Leer los diálogos platónicos con indiferencia es algo que sucede a menudo. No comprendemos porque no podemos ver bien.

Después de la conferencia que mencioné en el primer párrafo y en medio de todas las cosas que pensaba, de las cosas que veía por primera vez gracias al maestro, un deseo muy claro tomó forma articulada en mí: me gustaría ser alumno de John Cuddeback. Para mi sorpresa, algunos meses después el Padre Hezekias Carnazzo – fundador del Institute of Catholic Culture – anunció que habría un curso de introducción a la filosofía con el profesor John Cuddeback. Me apunté de inmediato. A lo largo de todo un semestre leímos algunos diálogos y La República de Platón conducidos por el maestro John Cuddeback. Qué hermoso fue poder percibir cómo el maestro hacía con nosotros, sus alumnos, exactamente lo mismo que veíamos Sócrates hacer con la gente: el texto nos encantaba, es decir, se nos presentaba vivo, porque nuestro maestro lo encarnaba en su propia vida. Antes que concluyera el curso fuimos agraciados con otro regalo: habría un semestre más en que estudiaríamos, desde Aristóteles y Santo Tomás, la persona humana. Así fue cómo, a lo largo de todo el año 2021, tuve la dicha ser alumno de John Cuddeback.

Revisando los apuntes de las clases para escribir este artículo, me he deparado con algunas perlas. Una de ellas es, por ejemplo, la definición de filosofía: una búsqueda enamorada de la sabiduría. Es la misma definición clásica del amor a la sabiduría, pero presentada de una manera en que el amor se manifiesta ya en la búsqueda, a modo de acicate. No se puede buscar la sabiduría como sea, atolondradamente. El maestro nos enseñó que necesitamos formar hábitos intelectuales, es decir, aprender a razonar – a partir de lo que vemos – para que la realidad se descubra ante nuestros ojos. No es esta una tarea sencilla y, para encararla bien, el maestro esperaba cuatro disposiciones de sus alumnos:

Silencio: tanto del ruido como de las pasiones.

Docilidad: disposición para aprender, humildad para permitir la enseñanza.

Temperancia: castidad y pureza del corazón.

Amor: enamorarse de la sabiduría.

El Padre Hezekias – quien también fue alumno del Doctor Cuddeback – dijo que entre las cosas que aprendió del maestro está aquella frase que quizá hayamos oído hablar en alguna ocasión: nadie puede dar lo que no tiene. A primera oída suena obvia, sí, pero nos basta con reflexionar un momento para que se nos vuelvan a la memoria todas las veces en que hemos intentado dar lo que no teníamos: cuando hablamos (incluso enardecidamente) sobre cosas que no conocemos, cuando nos disponemos a “solucionar” sin ni siquiera oír los problemas ajenos, cuando reducimos la realidad a nuestros pobres límites no más para que tengamos cierta comodidad sin misterio… en fin, cuando nos metemos en camisa de once varas. Al pedir las cuatro disposiciones a sus alumnos, el profesor John Cuddeback nos daba algo que él mismo tenía: todos los años de haberlas cultivado y la madurez de quien llegó, por medio del silencio, de la docilidad y de la temperancia, a amar la realidad que intenta dar a conocer a sus alumnos.

Tomo la libertad de citar algunas palabras que el maestro John Cuddeback dedicó a su amigo y compañero de enseñanza en el Christendom College, Brendan McGuire, quien había fallecido hacía poco:

Brendan fue maestro porque vio la realidad con visión extraordinaria. Y la amó. Parte de esa realidad fueron las personas con quienes pudo compartir esa visión. Y él las amó profundamente. Él experimentó su caminada con todo el drama y pasión con que experimentó la suya propia. Y caminó con esas personas, tanto como le fue posible. Él siempre señaló la luz, la verdad resplandeciente al fin de cada túnel.

Estas palabras, dedicadas a un amigo cercano que acababa de fallecer, son también universales. Las podemos aplicar a todos los buenos maestros que hemos conocido; porque todos los buenos maestros – y gracias al testimonio del profesor John Cuddeback podemos saber que Brendan McGuire ha sido uno de ellos – encarnan y viven su vocación de tal manera que aman la realidad y anhelan compartirla con las personas queridas y que también han nacido – han sido creadas – para la misma visión y el mismo amor. Las palabras del maestro John Cuddeback describen su propia vocación.

Si la filosofía empieza en la admiración, nos enfrentamos a la dura tarea de vencer al embotamiento que diabólicamente nos impide admirar la realidad. La enseñanza y el testimonio de maestros como John Cuddeback, a quien podemos ver amando lo que nos quiere enseñar, es una oportunidad para que admiremos cómo el conocimiento de la realidad transfigura a los que se le acercan amorosamente.

***

Aprovecho la oportunidad para recomendaros la página del Institute of Catholic Culture. Hay decenas de conferencias y cursos estupendos sobre muchos temas de la doctrina católica. El objetivo del Padre Hezekias es dar a conocer a toda la gente la belleza de la tradición católica. Los cursos y conferencias son gratuitos.

Aquí podréis encontrar los dos cursos de filosofía del profesor John Cuddeback y otros que seguramente os interesarán.

Comparto también la página del profesor John Cuddeback – Life Craft – en la que él publica artículos y algunos cursos. Dos de ellos – Man of the Household y Woman of the Household – están destinados a que volvamos a ver cómo el hombre y la mujer se completan en la artesanía del hogar y de la buena vida.

Gilmar Siqueira

En el siguiente enlace tienen el libro completo de Gilmar Siqueira disponible para su descarga, por gentileza del escritor: Diario de un dandy

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Author: Gilmar Siqueira
Feo, católico y sentimental