En un imaginario diálogo entre Cristo Juez y el alma de un prelado, el primero le pide cuenta sobre los errores sobre el matrimonio y la familia permitidos por el clérigo, que ha llevado a muchas almas a la confusión
Detestables errores sobre el matrimonio y la familia: un diálogo después de la muerte, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
La Iglesia Católica ha conocido antes tiempos de gran confusión. Y aunque mirando hacia atrás lamentamos estos periodos y a las personas descarriadas que los hicieron posibles, también ganamos sabiduría y coraje al darnos cuenta de que los pastores de la Iglesia no siempre preservan la Fe intacta, o la defienden como debieran, y que los fieles desde su bautismo tienen la obligación fundamental de aferrarse a la fe ortodoxa, sin importar las presiones que se ejerzan sobre ellos. Con el fin de sacar hoy provecho de estos difíciles momentos del pasado, la semana anterior nos imaginábamos tres escenarios hipotéticos en los que las almas que concurrían al juicio en los años 366, 638 y 1332 eran condenadas al castigo a causa de su negligencia culpable al seguir a pastores descarriados. Pensando en esto, el mismo tipo de escenario podría suceder hoy…
Un alma es conducida por los angélicos ministros a la presencia del Rey de reyes y Señor de señores. Un resplandor enceguecedor brilla en Su rostro, la luz brota de las profundidades de Sus heridas.
El Juez: Siervo malo, despojado ahora de tus signos de dignidad eclesiástica, ¿Cómo te atreves a sembrar la confusión y la ambigüedad acerca del crimen del divorcio, de la ficción de “los vueltos a casar”, y del sacrilegio al admitir adúlteros al santo banquete de mi amor sacrificial?
El Alma (quejándose): Pensé que estaba haciendo lo correcto.
El Juez: ¿Nunca has leído las palabras que dije, relatadas por Mateo, mi fiel servidor? “«Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, ¿y serán los dos una sola carne»?” De modo que ya no son dos, sino una carne. ¡Pues bien! ¡Lo que Dios juntó, el hombre no lo separe!” ¿Pude haber hablado más claramente?
El Alma (más atrevido): Pero a veces aquellos que se supone son una sola carne se separan de nuevo en dos individuos y siguen sus vidas por caminos separados. ¿No se supone que también debemos proveer sus necesidades una vez que ellos se separan?
El Juez: Los cristianos que están unidos en matrimonio a Mis ojos no pueden separase. Ellos permanecen uno hasta que la muerte los separe. Lo que yo he unido, ningún hombre tiene el poder de dividir. El hombre imagina ser poderoso porque puede dividir el átomo, y, de esta manera, podría hasta destruir la tierra con sus armas si yo se lo permitiera. Pero no puede separar aquellos que han sido hecho una carne por mi voluntad. ¿Mis siervos Juan el Bautista, Tomás Moro, John Fisher, el Beato Peter Torot y muchos otros no han dado sus vidas en defensa de la indisolubilidad del matrimonio cristiano? ¿Ha enseñado algún Doctor de Mi Iglesia alguna vez de otra manera? ¿Papa tras papa no han sostenido esta verdad fielmente a Mi palabra, condenando cada abierta o sutil desviación?
El Alma: ¡Entonces verdaderamente he sido engañado por aquellos que en la tierra decían hablar en tu nombre!
El Juez: ¿Por qué fuiste engañado? La verdad está escrita en el Evangelio, el mismo Evangelio que fuiste ordenado a predicar, a tiempo y a destiempo, por la salvación de la humanidad. “A causa de la dureza de vuestros corazones, os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Mas Yo os digo, quien repudia a su mujer salvo el caso de adulterio, y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con una repudiada, comete adulterio”. Esto dije, y esto es lo que quise decir. El divorcio no estaba en el plan de Dios en el comienzo. Nunca estuvo en el plan de Dios. Cuando estuve entre ustedes en la carne, revelé que eso es la dureza de los corazones sin la gracia, y solo esto, lo que conduce a un esposo a rechazar a la esposa o la esposa al esposo. Yo sufrí y morí en la Cruz para obtener para cada ser humano un corazón de carne como el mío: un corazón capaz y deseoso de sufrir y de morir por el amigo, por el hermano y la hermana, por el cónyuge, por un padre o por el hijo. Esta gracia la hice a perpetuidad disponible para todos los que me llamen. Esto es lo que tú debiste haber enseñado, más que mezclar y dar vueltas Mis palabras, tratando de encontrar vías para escapar de la severa misericordia de mi amor, que da todo y exige todo.
El Alma: ¡Señor, seguramente esta enseñanza es demasiado dura para los hombres, enfermos como están!
El Juez: Eso es muy difícil para los hombres por sí mismos. En el mismo Evangelio digo: “Para los hombres eso es imposible, más para Dios todo es posible.” Aunque yo estaba hablando de los consejos evangélicos, la misma cosa es verdad respecto del matrimonio. Yo y solo yo por Mi gracia hago esto posible para los esposos, para que se amen el uno al otro fielmente toda su vida; hago esto posible para ellos para reciban tantos hijos como yo esté dispuesto a darles; hago esto posible para ellos para sobrellevar hasta las peores cruces en la vida matrimonial – esterilidad, traición, abuso, abandono – por amor a Mí y por la vida eterna. La realidad de esta gracia invencible se manifiesta a todo el mundo en la multitud de mártires que siguieron mis pasos manchados de sangre hacia la gloria celestial.
El Alma: ¿Qué ocurre con las personas quienes, a pesar de su irregular situación, desesperadamente necesitan la ayuda de Tus sacramentos?
El Juez: Todos ustedes son pecadores, y cada uno de ustedes necesita desesperadamente de la ayuda de los sacramentos si van a vencer al pecado y alcanzar Mi reino al final. Pero, tal como lo saben por el Apóstol Juan y a través de la enseñanza constante de Mi Iglesia, existe un pecado que no rechaza mi amistad y otro que sí. La Iglesia correctamente llama a uno venial y al otro mortal. El pecado mortal, sin arrepentimiento y persistente, excluye al hombre de Mis sacramentos y de la vida eterna. Un cristiano casado que vive la sexualidad con otra persona que no es su cónyuge original y único es culpable de adulterio. Nunca ningún verdadero cristiano ha pensado alguna vez lo contrario. De hecho, el pagano Aristóteles pensó que nunca se puede justificar el adulterio, o hacerlo virtuoso cambiando tal o cual circunstancia de este. Él tenía mucho más sentido común que la mayoría de ustedes en la tierra hoy en día, lo cual es muy para su vergüenza.
El Alma: Estoy confundido. ¿No es todo esto un asunto disciplinario en las manos de Tu Iglesia? ¿No fue dejado a nosotros el determinar las condiciones para recibir los sacramentos?
El Juez: Tu confusión es tan profunda como el inframundo. Las condiciones incidentales son dejadas a la Iglesia: con cuanta frecuencia uno puede o debe recibir cierto sacramento, o cuanto debe uno ayunar antes de recibirlo, o cosas similares. Las condiciones esenciales para conferir o recibir los sacramentos son intrínsecos a su mismo simbolismo y realidad, que provienen de Mi institución de ellos. ¡Hablas como si nunca hubieras estudiado teología!
El Alma: Sabes donde estudié, en el…
El Juez: Ah, tu formación en teología fue deplorablemente mala: superficial, incompleta, distorsionada por el subjetivismo y el sentimentalismo, además de viciada por prejuicios modernos. Esto es en parte culpa tuya y dice relación con la década en la cual fuiste a la escuela y los profesores que te visitaron. Tus dolores serán debidamente mitigados por ese motivo.
El Alma: Pero Señor, Señor ¿no es más misericordioso dejar a los pecadores tener la medicina de la Eucaristía?
El Juez: Llegamos por último al meollo de tu reprehensible error. ¡No abuses del superior y soberano nombre de Misericordia, ni del dulce e inefable misterio de Mi Cuerpo y Sangre! Tengo misericordia de los más horribles pecadores solo si se arrepienten y quieren abandonar sus pecados. Yo lavo su culpa con mi Preciosa Sangre y hago su alma tan blanca como la lana. Yo abrazo al contrito pecador a mi corazón con un amor lejos más grande que el de una madre a su hijo recién nacido, o el de un esposo a su hermosa novia. Lo nutro con el maná del cielo y el agua de la roca. Pero mi misericordia no puede limpiar al pecador que ama su pecado. Él tendrá el destino que escoja para sí. Si él vive en el pecado, el pecado será su vida; y si él muere en pecado, el pecado, esto es, la separación de mí será su eternidad. Al darle la Eucaristía a alguien así solo amontona las brasas ardientes de pecados adicionales sobre su cabeza.
El Alma: (desesperado por justificarse): pero se nos dijo que es tiempo de una nueva Iglesia, de una Iglesia compasiva y caritativa que da la bienvenida a todos.
El Juez: Existe una y solo una única Iglesia. Yo soy Su cabeza, y mi Ley, cuya obediencia es salvación, nunca cambia. Todos los que quieren estar sujetos a esta Ley son bienvenidos. Tú, por el contrario, has hecho una burla de Mi santa religión adormeciendo a los pecadores, salvando sus conciencias cuando ellos necesitaban más bien ser despertados a su verdadera condición y llevados al arrepentimiento. Solo aquellos que conocen de sus enfermedades mortales buscarán la curación del divino Médico. De lo contrario, ellos morirán con sus pecados.
El Alma: ¡Se nos dijo que mostráramos misericordia a todos!
El Juez: Muchos no conocen lo que realmente significa la misericordia. Existe solo una verdadera misericordia: la severa misericordia de Mi verdad, que hiere y cura en el amor. Las cicatrices de Mis heridas, que sufrí por ser testigo de la verdad y por amor a los pecadores, permanece conmigo por siempre en la gloria. Ellas son prueba de que nos hay gloria sin verdad, ni felicidad sin sufrimiento, ni amor al prójimo sin el amor a Dios por encima y antes que todo lo demás. Sin este compromiso radical conmigo, el “amor” es solo una palabra de cuatro letras para el egoísmo.
El Alma (cada vez más agitada): ¿Por qué, de quién y cómo iba yo a saberlo?
El Juez: En mi paciencia y en amor por la humanidad, proporcioné incontables testigos de la verdad. Las inspiradas, inerrantes, e infalibles Escrituras, los consensos de los Padres, el peso colectivo de los Doctores, la unanimidad resolutiva del Magisterio a través de los siglos y, durante tu propia vida, a cardenales, obispos, sacerdotes y laicos que incansablemente proclamaron la verdad sobre el matrimonio y la familia. Tú no tienes escusa, ni la sombra de una excusa.
El Alma: Tú eres justo, Señor, y tu juicio es recto.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/damnable-errors-on-marriage-and-family-a-dialogue-in-the-afterlife/
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