Leopoldo Alas Clarín, “La conversión de Chiripa”, en Cuentos morales (1896)
Entre nuestros narradores de la época realista de la literatura española (siglo XIX) también se refleja de una forma muy viva el debate entre clericalismo y anticlericalismo, entre liberalismo y tradicionalismo católico. Es una época de grandes tensiones ideológicas; tensiones en las que es difícil deslindar lo político y lo religioso. Entre los escritores laicistas tenemos a dos gigantes como Galdós y Clarín (Leopoldo Alas Ureña, cuyo pseudónimo se hace tan famoso, que se llega a usar como segundo apellido). El bando tradicional también cuenta con grandes figuras. Cito dos: Pereda y Pedro Antonio de Alarcón. Hay un tercer grupo, en el que incluimos escritores de la talla de Juan Valera y la escritora Pardo Bazán, que compaginan sus creencias católicas con las ideas de un liberalismo moderado. Es curioso que uno de los autores con fama de laicismo y de actitud crítica con la Iglesia, como Galdós, cuyo drama Electra provocó en su estreno (1901) fuertes disturbios públicos entre tradicionalistas y progresistas y fue prohibida por varios obispos en sus diócesis, sea el autor de una obra como Nazarín, donde se muestra la figura del sacerdote con una exquisita sensibilidad, o novelas como Misericordia y El amigo Manso, que reflejan en sus protagonistas ejemplos de bondad extrema, quizá cercanos a la santidad.
El tema religioso, casi siempre acompañado de cierta polémica, es un elemento omnipresente, medular en la novela española de la época; digamos la época en la que, con grandes tensiones, España va asimilando las ideas, y las transformaciones sociales que conlleva, del Liberalismo.
Después de Galdós, el gran escritor “progresista” (término que no se usa entonces) del realismo decimonónico es Clarín. Autor de una novela extremadamente crítica con el clero católico, La Regenta, lo que le valió muchos partidarios y detractores. Sin embargo, es autor de un cuento que me parece de un enorme interés desde el punto de vista cristiano.
Tiene dicho cuento el título de La conversión de “Chiripa” y pertenece al libro Cuento morales (1896)1. Lo he leído en clases con mis alumnos en varios cursos y siempre ha provocado interés, como otros cuentos del autor.
El argumento es de una gran sencillez. Chiripa es un pobre hombre. Trabajó durante toda su vida de mozo de cordel, hombres que se dedicaban a portar bultos y paquetes. Su poca inteligencia y previsión y su escasa afición al trabajo hace que llegue a ser un pobre hombre en el momento de la narración. Es un borracho y vive en un cuartucho del que lo han echado por impago. Vive en la calle y su aspecto es el de un andrajoso. Es una persona que se sitúa en los márgenes de la sociedad. Su vida, a estas alturas, tiene un difícil remedio. Una existencia de juergas, borracheras y poca prevención lo han conducido a esta situación.
La narración comienza con un fuerte chaparrón. Chiripa está instalado en un banco porque lo han echado de su pensión por impago. El agua y el viento lo arroyan violentamente. Su calzado y sus ropas andrajosas poco le protegen. Intenta buscar refugio. Va desfilando la por la puerta de distintos edificios públicos. Un café, un edificio del Gobierno, la Universidad, la Audiencia [juzgados], la Biblioteca, el Banco, el Hospital…”todo lo mismo, para él cerrados”2. Sabe que una persona con sus trazas será inmediatamente expulsada de cualquiera de estos lugares. La calle con este mal tiempo está desierta. Sólo él vaga por ella, calado hasta los huesos y temblando de frío.
Por fin, pasa por la puerta de una iglesia y entra. Se extrañó de que nadie le pusiera mala cara. Un sacristán se cruza con él y le mira sin recelo, como a cualquier otro. Chiripa entra a una capilla e intenta santiguarse, pero no se acuerda.
Un cura desde el confesionario le llama y el pobre Chiripa realiza la primera confesión de su vida. “Era un monte virgen de piedad inconsciente. No tenía más que el bautismo…”3. A partir de ahí, Chiripa sigue poco a poco las lecciones del cura que lo va guiando por su nuevo camino de conversión. “El corazón se convertía mucho mejor que la cabeza”. Sus amigos de la calle se burlan él y le pregunta la causa por la que se ha convertido en “mónago”. Él le contesta de una forma curiosa: porque la Iglesia es el único lugar donde ha encontrado “alternancia”.
En lo que el personaje llama “alternancia” está la clave de este relato y la realidad sociológica e histórica que nos desvela.
La alternancia es “el trato fino, la entrada libre a todas partes, el vivir mano a mano con los señores (…) y entrar en el teatro, aunque no se tuviera dinero (…) la alternancia era no excluir de todos los sitios amenos y calientes y agradables al hombre cubierto de andrajos”4. El pobre Chiripa piensa que lo que él llama “alternancia” sería “el llamarse ricos y pobre de tú, y convidarse a una copa, y enseñar cada cual lo que supiera a los pobres, y saludarlos con el sombrero…”5 Piensa que esto es algo que podría hacerse “sin gastos”. El pobre Chiripa ve muy lejana la igualdad económica, porque “no hay dinero para todos”. Pero, ¿por qué no se lleva a cabo la “alternancia”, que no nos cuesta nada? A fin de cuentas, expresa Clarín a través de su personaje, “eso había creído que era el cristianismo y la democracia y eso debía ser el socialismo…”6
Aquí está en el fondo una grave cuestión de la que Clarín, si no católico en el sentido ortodoxo, sí hombre sensible, es consciente. No puede desligarse el valor de la igualdad del Cristianismo. He escrito recientemente sobre la famosa triada de la Revolución Francesa (Libertad, Igualdad, Fraternidad) cuyo nacimiento y desarrollo es impensable fuera de una contexto cristiano7. La Iglesia en España ha sido y es un importante factor de igualdad (y fraternidad). Ha servido, por varios causes (la educación, la promoción profesional, el asociacionismo) para hacer una sociedad más igualitaria socialmente. Esto está en la realidad sociológica y en la historia, por mucho que sus enemigos se empeñen por mostrarla como una defensora de privilegios y como una aliada secular de las clases altas.
Es un tema complejo y con muchos matices. Chiripa no llegaría a entenderlo, pero lo intuyó perfectamente cuando, en aquella noche aciaga de tormenta, la puerta de la iglesia fue la única que encontró abierta.
Tomás Salas
1 Uso la siguiente ed.: Cuentos morales, Madrid, Alianza Editorial, 1984, pp. 56-64. De los cuentos de este libro, muchos tratan el tema religioso. Cito El cura de Vericueto (pp. 11-49) y Viaje redondo (pp. 183- 191). Tiene una gran interés el “Prólogo” del autor, en el que explica el sentido de “moral” del título. No pretende infundir ideas o valores, en el sentido “moralista”, sino que “en ellos predomina la atención del autor a los fenómenos de la conducta libre, a la psicología de las acciones intencionadas” (p. 8).. Clarín reconoce aquí cuáles son sus ideas capitales: el amor, el bien, Dios. “Cómo entiendo y siento yo a Dios, es muy largo y algo difícil de explicar. Cuando llegue a la verdadera vejez, si llego, acaso, dejándome ya de cuentos, hable directamente de mis pensares acerca de lo Divino” (pp. 8-9). Esto me recuerda la ambigüedad cervantina del prólogo a las Novelas ejemplares.
2 Op. cit. p. 61.
3 Op. cit., p. 63.
4 Op. cit., p. 57.
5 Op. cit., p. 60.
6 Op. cit., p. 60.
7 París 1978-2024, en la website www.infocatolica.com.
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