Llegamos al último capítulo de esta interesante serie de artículos, «el hombre moderno y sus dioses». Hoy, nuestro compañero, nos lleva a reflexionar sobre la cosmovisión católica del hombre y del mundo
El hombre moderno y sus dioses. 3ª parte, un artículo de Leonardo Olivieri
Ya hemos visto y reflexionado, en los dos artículos precedentes, sobre los profundos cambios que se produjeron a partir de la modernidad en la esencia del hombre ( su conciencia y su fe), en la sociedad civil y en el orden social. El liberalismo impuso una cosmovisión anticatólica impulsada por la ideología liberal exacerbada. Seguido por el materialismo histórico y su filosofía mecanicista y evolucionista que profundizaron la separación del hombre con los principios de la Verdad revelada.
Nos toca en esta última parte, reflexionar sobre lo que denominamos una cosmovisión católica del hombre y del mundo que fue, y que es, constantemente fustigada por todo el simbolismo cultural del mundo moderno. Incluso la iglesia post Concilio Vaticano II adoptó esta simbiótica moderna y la incorporó a la doctrina católica de siempre ocasionando perplejidad y confusión en importantes aspectos doctrinales y en la propia fe católica.
Esa incorporación de la ideas racionalistas de la ilustración, como más tarde las concepciones del materialismo histórico, profundizaron las diferencias entre la iglesia pre y post conciliar. Este modernismo progresista que impera en gran parte de la jerarquía eclesiástica produjo y produce cada día una resignificación del Evangelio y del conjunto doctrinal.
Se puede decir entonces que esta «iglesia que se «abre al mundo» no es más que el predominio del liberalismo, del inmanentismo exacerbado, del indiferentismo religioso, del materialismo, unidos bajo la nueva teología modernista. Por lo tanto, ante tanta confusión que se produce en la iglesia actual creemos que resulta de vital importancia el regreso a los principios doctrinarios de la iglesia católica tradicional.
Así es que, intentaremos repensar, a los objetivos propuestos para esta serie de artículos, una idea de ser humano y de sociedad desprendida del sesgo modernista y más acorde al catolicismo tradicional.
En los dos artículos anteriores vimos de manera resumida las significativas transformaciones que produjeron el liberalismo y el materialismo histórico. Ahora nos toca identificar y exponer el conjunto de características que definen al hombre desde el catolicismo tradicional. Empezaremos por recordar y reflexionar sobre lo que nos dice el Catecismo Mayor de San Pio X al respecto de que es el hombre y su propia condición de creatura.
Primeramente y tal como.está planteado en el Catecismo de San Pio X, el hombre es considerado como una criatura racional con alma y cuerpo, que a su vez es el ser más noble que habita la tierra. O sea, toda idea distorsionada que indica que la doctrina católica menosprecia al hombre es falsa y queda en ridículo si se la contrapone con los principios de la fe cristiana. No obstante, hay que destacar que este concepto de hombre que estamos a punto de desarrollar, es muy distinto a la visión humanista que impera últimamente en una gran parte de la jerarquía eclesiástica.
Todos los hombres fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios. Pero no somos como Dios en el sentido que no somos dioses, sino creaciones suyas.El mundo nos fue dado para nuestro dominio, eso es cierto, pero todo lo que existe en la tierra fue creado por Dios y nos fue dado para que habitamos en ella y hagamos uso de lo necesario, recordando siempre nuestra condición de seres creados. El «querer ser como Dios» nos recuerda la insubordinación de los ángeles caídos y del mismo pecado original.
Con respecto a que somos imagen y semejanza el Catecismo nos explica: «Se dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios porque el alma humana es espiritual y racional, libre en su obrar, capaz de conocer y amar a Dios y gozarlo eternamente: perfecciones que son un reflejo de la infinita grandeza del Señor».
Este párrafo es muy interesante y nos va a ser útil para dirimir algunos aspectos que son importantes. Conceptos como el de libre albedrío, el de libertad, el hombre racional y el acceso al conocimiento de la Verdad, o sea de Dios. Ya hemos tratado varios de estos puntos en los dos artículos precedentes y el lector ya podrá apreciar las diferencias que hay entre el hombre moderno y el concepto de ser humano del catolicismo. Sin embargo, procederemos a ampliar lo expuesto hasta ahora.
Como mencionamos más arriba el.hombre es creado como un ser libre, esto es que goza de un libre albedrío. Cada ser humano es capaz de obrar libremente en la medida que puede decidir sobre su propio accionar y sus conductas. Asimismo, es responsable de los resultados y consecuencias de sus acciones. La voluntad y la conciencia que tiene el. Individuo de si mismo, es fundamental para la perspectiva antropológica cristiana.
El Papa León XIII en la Encíclica Libertas nos decía lo siguiente «la libertad, bien el más noble de la naturaleza, propio, únicamente, de los seres inteligentes o razonables, da al hombre la dignidad de estar en manos de su propio consejo y tener la potestad de sus acciones». Por lo tanto nada hay más falso que afirmar que la doctrina católica está a favor del irracionalismo ciego y opresor de la libre acción del hombre.
Sin embargo no hay que confundir libre albedrío con la noción de libertad, como si lo hace el liberalismo (libertad negativa). Para el catolicismo la acción humana debe aspirar a procurar el Bien y no implica en disponer o hacer lo que cada persona quiera o desea.Y es precisamente cuando se procura el Bien que el hombre es completamente libre.
Para el hombre moderno liberal es el mismo quien dispone el fin de sus acciones, es mayormente libre en la medida en que sea dueño de si y del resultado de su obrar no dependiendo de un «otro» externo. Toda intervención externa que limite obrar es una renuncia y una reducción de la libertad.
El hombre católico, en cambio, considera que su simple obrar individual necesita para lograr su propia perfección aspirar al Bien superior, «Busca el reino de Dios y su justicia» o sea, orienta toda su vida y sus obras a cumplir los mandatos establecidos por la Verdad revelada. Obviamente que esto no consiste en promover acciones fundadas en un misticismo irracional. Todo lo contrario, ya que la razón y la fe no son antagónicas, sino complementarias y con el objetivo de tener acceso y poder conocer las verdades reveladas por un Dios eterno.
Cabe aclarar que el hombre con su libertad de elección puede optar por seguir los mandamientos y la verdades de Dios como así también alejarse e incluso rechazarlas, pero esa elección es propia del libre albedrío. Sin embargo, como ya venimos mencionando, la libertad se adquiere cuando se opta por el Bien superior, cuando se acepta a Jesucristo como Señor y Salvador y cumplimos sus mandamientos.
Significativo es el rol que ocupa la Iglesia como depositaria de la fe y custodio de la Verdad revelada. Sin la Iglesia, el Evangelio quedaría expuesto a esa libre interpretación humana como lo propone el liberalismo protestante. Es esta manera liberal de «interpretar» la Palabra revelada una forma de imponer la centralidad del hombre y no de Dios con relación al conocimiento de la verdadera doctrina cristiana. El personalismo del relativismo cobran fuerza en esta visión.
Básicamente, el hombre de la modernidad aspira a su propio carácter inmanente ya que nada hay por fuera de él mismo. En cambio el católico persigue la trascendencia teniendo puesta su mirada en las cosas del cielo al inclinar sus acciones a lo establecido por la sana doctrina (revelada). No descuida el orden natural de las cosas y sus leyes porque ve reflejadas en ellas la Ley de Dios.
El católico socialmente persigue el establecimiento del Reinado Social de Jesucristo. Esto significa que Dios no solo es Rey y Señor en las vidas individuales convertidas sino también ejerce su autoridad en la sociedad y todas forma de sujeto social y colectivo.
«Cuando en el Credo se dice: “Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles” se profesa solemnemente que toda Sociedad, lo mismo que el hombre, ha sido creada por Dios y, por consiguiente, depende de Él con una dependencia absoluta. Esta doctrina se aplica a toda Sociedad, que se trate de sociedad natural, esto es, impuesta por la natura del hombre, o libre, esto es, fundada por la voluntad humana». (Padre A. Philippe, C.SS.R, Catecismo sobre la Realeza Social de Jesucristo).
Queda evidencia que tanto la sociedad civil como el Estado y todo el plexo institucional-normativo están incluidos en el reinado de Jesucristo. Pero ¿qué implica este reinado?, que todo comportamiento individual, el universo simbólico-cultural colectivo y el orden institucional y normativo, deben estar bajo el amparo de los valores y principios que expone la doctrina católica. Es en esta doctrina donde Dios manifiesta su sabiduría infinita afín de que los principios de justicia imperan en todo el entramado social. Expresando así un carácter trascendente de los valores morales y culturales que rigen a las sociedades. La catolicidad o sea, la universalidad de estos valores principios, hace principal referencia a que abarca a toda la humanidad. En próximos artículos nos explicaremos sobre este apasionante tema.
Ya hemos mencionado que el reinado.social.de Jesucristo no se efectiviza sólo en los aspectos de la conciencia humana, sino en la sociedad como totalidad. Para esta visión, el entretejido social es definido y caracterizado por una totalidad que incluye a un conjunto de personas relacionadas de manera orgánica. Cuya unidad supera a cada una de las partes que conforman a la sociedad misma. La garantía de esa unidad o cohesión social está dada por la aceptación y sujeción a la doctrina revelada. Como bien sabemos, esta doctrina está conformada por la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio.
Lo relevante de todo esto es que hay una estrecha relación entre Dios y la sociedad. A diferencia de la modernidad que excluyó a Dios, la perspectiva católica se centra el El. Lamentablemente el modernismo adoptó al liberalismo, constituyendo como centro a la persona humana. Pero este tema es para otro análisis.
La visión organicista no es una forma de colectivismo. Cada ser humano, que es único e irrepetible, posee unos dones propios de su unicidad como persona y lo diferencian del resto. Esa identidad singular dada por esos dones deben ser puestos al servicio del conjunto social. Por lo tanto la dinámica social es un entramado de relaciones entre personas con dones específicos. Ahora bien, para dar un sentido a todas estas interacciones están los principios morales que forman.parte de la doctrina revelada que constituyen los preceptos que deben seguirse y conforman lo que se denomina el bien común. Es en este proceso donde se manifiesta la realeza social de Jesucristo.
A manera de resumen final podemos inferirlo siguiente:
- El hombre moderno es de naturaleza inmanentista. El mismo se constituye como centro del mundo ya sea de manera individual (liberalismo), formando parte de una clase social (marxismo) o como una construcción.social (estructuralismo). La verdad absoluta como tal no puede ser conocida y por lo tanto no existe. El relativismo es la norma.
- El hombre católico, si bien se reconoce en el mundo, tiene su esencia en la trascendencia. Adhiere a que existe la Verdad y principios que no son creaciones humanas sino revelaciones de Dios. Estos valores y principios no son relativos sino absolutos y se puede acceder a su conocimiento ya que se encuentran el orden natural y sus respectivas leyes.
- La sociedad moderna se estructura en base a una dialéctica entre un individualismo posesivo y formas procesos de colectivización y masificación.
- Una sociedad católica tiene su centro en Dios como Verdad absoluta. Reconoce el reinado social de Jesucristo cuyos principios y fundamentos son universales e inmutables. Tiene carácter organicista donde cada persona por ser única y diferente, posee dones específicos y que deben ser puestos al servicio de toda la comunidad.
Hasta aquí hemos llegado en esta serie de artículos. Sucesivamente seguiremos profundizando sobre las diversas temáticas aquí expuestas y otras áreas de intereses. Es mi deseo que estos tres artículos hayan sido de agrado y permitan que podamos reflexionar sobre la realidad de nuestro tiempo y sus complejidades para la fe católica.
Leonardo Olivieri
Pueden leer los artículos anteriores de Leonardo en nuestra sección de Autores
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